La explotación de los recursos naturales, su método de extracción, su procesamiento y comercialización van indisolublemente unidos al sufrimiento de los seres humanos que han participado, sobre todo en el segundo de los pasos citados. Desde la extracción de las grandes rocas con la que se construyeron los fastuosos monumentos de los imperios babilónicos, egipcios o romanos, hasta las minas de diamantes de la actualidad o la extracción del carbón. La esclavitud ha estado presente en la extracción y procesamiento de muchos de estos recursos y aún hoy continua de una manera más “civilizada”.
Quizás uno de los exponentes más dramáticos, y que se prolongó hasta los inicios del siglo XXI, ha sido el conflicto que asoló Sierra Leona a causa de su riqueza en diamantes, hasta el punto que son conocidos como diamantes de sangre por la cantidad de víctimas que provocó: cincuenta mil personas murieron en 10 años. Pero la industria ha avanzado, las necesidades actuales hacen que la ciencia necesite nuevos recursos, ante la exigente carrera tecnológica emprendida por las grandes potencias.
La especulación sobre elementos vitales para el ser humano ha traspasado cualquier frontera imaginable, no importa sí el coste se traduce en la vida de niños o ancianos, no importa si se degrada el planeta, desde la amazonia al ártico, o se inventan guerras que esconden intereses de las grandes corporaciones financieras.
China ha entrado en esta competición, que hasta mitad el siglo pasado se circunscribía a Occidente, creando una enorme competencia en el sector tecnológico y con una capacidad de producción muy superior, y con una relación calidad precio inalcanzable para los sectores productivos occidentales.
Un ejemplo: los principales productores de litio, fundamental para las baterías del creciente sector de los coches eléctricos, están en Centroamérica, Sudamérica y en Australia, aunque casi toda la producción se convierte en baterías en China, dejando en un segundo plano a la industria estadounidense. Es por esto que EE.UU está construyendo minas de litio para evitar esa dependencia de China.
El avance en nuevas tecnologías, que requiere recursos de materiales como el grafito, cuyas propiedades hasta ahora eran casi desconocidas en cuánto su aplicación, son indispensables para el avance en los sectores científicos e industriales actuales como la nanotecnología, el germen de la nueva revolución industrial, un mercado global en auge cuyo valor superará los 125.000 millones de dólares el próximo lustro, según apunta el informe Global Nanotechnology Market.
Solo en Estados Unidos, por ejemplo, se invirtieron más de 18.000 millones de dólares entre 2001 y 2013 a través del NNI (National Nanotechnology Iniciative).
China es el principal productor de grafito, con 650.000 toneladas métricas en 2020, mientras Brasil, el segundo, apenas si llegó a las 95.000 toneladas. De otra parte, Pekín controla el 90% de la capacidad de procesamiento de tierras raras, ricas en minerales como lantano, cerio, neodimio, (minerales de los que Afganistán, saquen ustedes conclusiones, posee yacimientos importantes), además de otros minerales cruciales como el litio, cobre o hierro. EEUU y el resto de occidente necesitan contar con acceso a estas materias primas.
En 2019, EEUU importó el 80% de sus minerales de tierras raras de China, mientras que los países europeos obtuvieron el 98% del gigante asiático.
Estamos inmersos en nuevo tipo de colonización, el de la explotación de los recursos de terceros países para procesarlos y transfórmalos en el pais colonizador. Por ejemplo, EE.UU explota los yacimientos petrolíferos de Guinea Ecuatorial y los procesa en sus propias refinerías; por eso interesan dictadores y buenas relaciones con países que vulneran derechos humanos si son excelentes clientes en el negocio de las armas…
Otro ejemplo: el sostener guerras tribales si esos territorios que se desangran, proveen de tierras raras, mientras la calidad de vida de sus habitantes está en los umbrales más ínfimos de pobreza del planeta, a pesar de las riquezas de su subsuelo.
Sí, “tierra rara” ésta que estamos dejando. Una tierra extraña para los propios moradores, una tierra que cada vez exige con más furia un tiempo para regenerarse, lo malo es que está furia no alcanza a quienes deciden en contra de ese equilibrio.