Si no recuerdo mal, se atribuye a Virgilio la expresión tempus fugit recogida en su poema “Georgicas”, dentro de la siguiente frase ‘Sed fugit interea fugit irreparabile tempus’ haciendo referencia de esta manera a la insustituilidad del tiempo.
El tiempo se escapa. Esto me lo decía recientemente hace unos días un querido amigo, más que eso, un hermano, con lo que ello supone, para lo bueno y para lo malo, para que habré sacado la lengua a paseo…, en respuesta a mi felicitación por su cumpleaños, a lo que le respondí algo así como “habrá que atarlo”.
Hoy es muy cumpleaños e inevitablemente empecé a darle vueltas a la frasecita en cuestión, cosa que se las trae porque su fin siempre es el mismo: la muerte.
Sí…, amigas y amigos, el tiempo pasa, y a partir de que superas el medio siglo de edad, con mayor rapidez que antes, podríamos decir que “el tiempo vuela” y te das cuenta de que tus padres, si tienes la suerte de tener a los dos, ya son unos ancianos y tu y yo unos carrozas que, aunque conservemos un espíritu joven -yo quizá demasiado-, cuando nos miramos al espejo -salvo que alguno se haya hecho algún arreglito para estirar un poco la piel-; el pelo, si lo conservamos, esta manchado de canas si es que no se ha vuelto totalmente blanco; la piel se nos descuelga por algún sitio que en otro, nos salen más pelos en los orificios de las narices, las cejas y la barba también se nos vuelven canosas. Es cuando te das cuenta que tempus fugit.
Pero no todas las cosas son negativas, si por negativo entendemos hacerse viejo, por lo que prefiero ver la película desde otra perspectiva que me haga más feliz. Perspectiva que no es otra que el darse cuenta de la suerte que tenemos de estar vivos y medianamente sanos, ya que es raro pasando cierta edad que no te levantes sin que te duela alguna parte del cuerpo -será por aquello de que “de los cuarenta para arriba no te mojes la barriga”-, y aunque somos conscientes de que esta vida puede tener más de “puta” que de otra cosa, permitid gritar que ¡¡¡ Bendita putada !!!, pues durante este trayecto te he conocido a ti o he conectado contigo, quien sabe si a través de este escrito; he visto salir el sol todos los días por oriente y ocultarse por occidente; he amado… Y lo mejor de todo sigo amando, sigo vivo.
El final no me importa y, aunque siempre es el mismo por mucho que cambiemos la óptica con la que se mire, incluso utilizando los cristales de colores “guays” con los que todo se ve estupendo. Tengo asumida la muerte que no el dolor con el que quizá llegue al final de mis días, la tengo asumida igual que la vida, pero no me quiero morir. Me da mucha pena quienes sí lo quieren, porque tiene que ser tan grande su desgracia o su desequilibrio para no ver los dos lados de la vida, que me gustaría gritarles: “yo también estuve un día como tú, hundido, pero de todo se sale, el tiempo igual que pasa, cura ciertas heridas, y si no las cura tenemos que aprender a vivir con ellas con la mayor dignidad posible”, aunque también entiendo a aquellos que en uso de su libertad prefieren usar el otro camino.
“Tengo asumida la muerte que no el dolor con el que quizá llegue al final de mis días, la tengo asumida igual que la vida, pero no me quiero morir. Me da mucha pena quienes sí lo quieren, porque tiene que ser tan grande su desgracia o su desequilibrio para no ver los dos lados de la vida.
Repito: “el final nada me importa”, es algo que está ahí, aunque cuanto más lejos mejor. Y no me importa porque mientras esté vivo tengo el deber de ser feliz y hacer todo lo posible para que los demás, sobre todo a los que están más cerca o a mi lado, también lo sean. Un deber que incumplimos muchas veces por enfrascarnos en aspectos que no son más que circunstancias cuya eventualidad convertimos en la mayoría de las ocasiones en conductor de sentimientos negativos o en eje de nuestra vida aunque sea en un breve espacio de tiempo, quizá muchas veces fruto de nuestra soberbia de no darnos cuenta de nuestra propias limitaciones, o por no tener la suficiente inteligencia emocional como para darle el lugar que le corresponde en una escala de prioridades. Al final el planteamiento es muy fácil: hay dos caminos, uno que me llevará a sentirme mal por el análisis que he hecho de la circunstancia en cuestión o sentirme bien o menos mal. De nosotros depende que elijamos el que más nos conviene en el intento de darle una solución evitando que lo que es circunstancial en ocasiones se enquiste y nos pueda jorobar la mañana, la tarde, la noche y, en definitiva, la existencia.
Sí, el tiempo se fuga, se escapa y no lo podemos atar, pero el cofre que guarda el tesoro de mi vida, con más cosas de hojalata que de oro y plata, están los conocimientos y la experiencia que he adquirido durante a la vida, lo que en cierto modo me ayuda vivir. ¿Os acordáis de aquel refrán que dice: sabe el diablo más por viejo que por diablo”?. Durante la vida aprendes a vivir, no cabe duda, y sino algo va mal.
Estoy vivo… y eso es todo, estoy en etapa de mi vida en la que todavía puedo hacer muchas cosas, quiero hacerlas. Pero, sobre todo, quiero sentirme vivo, porque de que me sirve estarlo si no lo siento. Lo importante es vivirlo y sentirlo, con sus cosas buenas y sus cosas malas.
No tenemos que hacer las cosas por demostrar a los demás que sabemos hacerlo o que somos mejores. Tenemos que hacerlas porque de ello depende nuestra propia existencia; sí, no exagero. Todo tiene un orden, y cuando no lo tiene surge el caos, por eso siempre tenemos que despejar en la ecuación de nuestea vida la incógnita que nos ayude a mantener ese orden. No es tarde para nada. No es tarde para hacer lo que nunca hiciste. No te machaques en pensar que has perdido el tiempo, porque habiéndolo vivido ya es motivo suficiente como para estar agradecido o agradecida a la vida. Empieza a tallar el destino de tu vida y líbrate de todas esas cargas que te tiran hacia abajo, solucionándolas o pasando de ellas, lo que más te convenga. Pero sobre todo una cosa muy importante, no odies porque el odio es una losa en el corazón y quizá, la persona a la que odias sea más digna de lástima, o pasar de él o de ella, si a tu vida no aportan nada. Déjate de quejarte, no te comportes como las plañideras. Grita, quiero vivir y vivir con amor, el que tú eres capaz de dar, sin esperar recibir nada a cambio. Te garantizo que cuando das amor es raro no recibirlo, al menos sentirás la satisfacción de hacer lo que debes.
Sí, amigo mío, tempus fugit, y como no lo puedo detener, ni atar, ni sujetar, es importante plantearnos como vivirlo, pero poco tengo yo a vos que enseñaros sino todo lo contrario, aprender.
Mi opinión ramirense herrerense es que :El tiempo vuela sí. pero no es por ser más mayores. aunque al ser más mayor tienes una mejor memoria histórica de cómo transcurriá el tiempo hace cuatro décadas o cinco o seis décadas y notas que ahora el tiempo vuela volando que la gente tiene prisa y no sabe porqué, pero es porque solo hay 16 horas reales en un reloj que recorre sin parar 24 horas.. y esto es la causa por lo que la gente tiene prisas por todo; empezando por sus quehaceres que no les da tiempo y terminando por su mente de hacer cosas para ganar dinero que no tienen nada, ni ganan para poder comprarlas,. ni pueden disfrutar porque el tiempo trascurre relativamente más rápido para las minsmas horas. y a la gente no les da ni tiempo y por eso tienen prisa pero no entienden porqué les pasa tan rápido el tiempo que no les da tiempo ni a hacer la cuarta parte de lo que antaño hacían relajados sin estres y con tiempo para hablar con los amigos. tomar cafe. jugar la partida, irse de bares, tener novias, mantener mujer con tiempo para pasearlas y hacerlas hijos a los que atendían y aún los sobraba tiempo.