El rescate de Julen se ha convertido en un hecho que ha puesto de manifiesto la solidaridad de la que nuestro país ha hecho gala cuando la desgracia ha hecho acto de presencia de forma pública. Atentados terroristas, aviones que se estrellan al despegar o aterrizar, trenes que descarrilan, edificios que explosionan, incendios, derrumbamientos, y un largo etcétera. Somos un pueblo que empatiza con el dolor ajeno; pero ¿lo hacemos cuando este dolor es más privado?, ¿cuándo la desgracia se ceba con el vecino de enfrente?, ¿cuándo la desgracia es continua en una zona de nuestro pueblo o ciudad?, ¿cuándo vemos que un indigente se está muriendo de frio en el banco de un parque?. Claro, hay instituciones para su asistencia, para eso están los servicios públicos, incluso los indigentes se mueren de hambre y de frío porque quieren, porque no quieren asistir a los refugios para que no los controlen, porque les gusta deambular de un lado para otro sintiendo la libertad a pesar de que su cuerpo se hiele de frio, o en invierno o en verano el sol aterrador les pegue al asfalto, porque les gusta curtir su piel con las inclemencias del tiempo.
Esta referencia a la injusticia social, sólo es un pequeño ejemplo de la gran solidaridad que existe en nuestro país, de lo grandes que somos, de lo compasivos que nos volvemos cuando nos encontramos con la desgracia ajena de frente, sin esperarla, y como de duros nos volvemos cuando a lo que tenemos que hacer frente es a esa falta de justicia social. Se podría decir que somos caritativos cuando esa caridad se convierte en un espectáculo que satisfaga nuestro propio ego, y que no falte, algo es algo, y menos da una piedra.
Pero, valga esta introducción para retomar el tema inicial, el que nos ha mantenido en vilo durante trece días, en los que muchos hemos elevado nuestra plegarias pidiendo por su supervivencia aunque en nuestro fuero interno estábamos seguros que era imposible que un niño tan pequeño pudiese vivir todavía. Nos hemos convertido en padres de ese niño sin serlo, ni sentir lo mismo que sentían sus verdaderos progenitores, porque ese dolor tan desgarrados sólo lo pueden sufrir ellos. Nos hemos sentido orgullos de sus rescatadores, un equipo de más de trescientas personas que no han descansado todo ese tiempo con el único fin de que se cumpliera un milagro que finalmente no se ha cumplido, de su hazaña, de haber sido protagonistas de un rescate que se ha convertido en un hito de España por su enorme complejidad, de unos héroes que han huido de las alabanzas de un país, porque como han manifestado sólo hacían su trabajo.
Pero ha habido un contrapunto en toda esta historia, como es el espectáculo de algunos medios de comunicación, en especial la cadena que siempre juega con el morbo, Tele 5, convirtiendo en un circo mediático lo que para muchos ha sido un sufrimiento desinteresado durante esas casi dos semanas que ha durado el rescate, sobre todo el que montaron la tarde anterior al rescate del niño y que duro hasta la media noche, fallándoles lo más importante, que no se produjera durante su emisión, no se pudo consumar lo que el programa especial liderado por Ana Rosa buscaba, hurgar en el dolor de una familia, de un pueblo, incluso de un país. Morbo disfrazado de compasión. Morbo disfrazado de noticia.
“… ha habido un contrapunto en toda esta historia, como es el espectáculo de algunos medios de comunicación, en especial la cadena que siempre juega con el morbo, Tele 5, convirtiendo en un circo mediático lo que para muchos ha sido un sufrimiento desinteresado durante esas casi dos semanas que ha durado el rescate”
Y un gran numero de tele espectadores pegados a la pantalla esperando ver como los rescatadores sacaban el niño en sus brazos, menos mal que no se ha visto. Menos mal que alguien ha puesto cordura en este juego de los medios, poniendo las distancias necesarias para que se dejara de especular con lo que para los rescatadores ha sido un esfuerzo sobre humano.
Hay una línea muy delgada entre el derecho a la información y el espectáculo que algunos medios hacen al amparo de este derecho. Hay una línea muy delgada entre el morbo y la compasión, y Tele 5, como siempre se ha situado al lado del morbo.