Tan sólo unas palabras, no porque considere que puedan servirnos de nada, no porque sean sabias o justas o, al menos, liberadoras, simplemente para que tengáis material para sustituir el muro que las mentiras están levantando, frente a vosotros, entre todos.
Tan sólo unas palabras, no importa cuáles sean, no importa lo que signifiquen, ni siquiera es importante si existen o pueden tener sentido en otras lenguas. Sólo importa el número, sólo importa que puedan paliar el derrumbe de la verdad que puede acabarnos sepultando.
Tan sólo unas palabras, al azar, unos sonidos que pretendan silenciar el sonido permanente que impide que la verdad se escuche, tan solo un eco que anule sin desmentir lo que miente, tan solo un refugio en el que descansar un pensamiento agotado por el esfuerzo de buscar un sonido verdadero.
Tan sólo unas palabras, sin pretensiones, sin imposiciones, sin la velada intención de crear confusión entre los que las escuchen, sin que quieran ser una historia que se sobreponga a la historia, un sonido que aplaste a lo que me incomoda.
Tan sólo unas palabras, a la defensiva, en la desesperanza, sin la confianza imprescindible para cambiar rumbos o marcar pautas, sin la coherencia necesaria para alcanzar cotas de discurso o pensamiento.
Tan sólo unas palabras para recordar que en un tiempo fueron la esperanza, que en otro tiempo narraban lo que el mundo contenía, que hubo tiempos en los que los hombres construyeron su futuro con los sonidos que ellas aportaban.
Tan sólo unas palabras que permitan construir una cuna en la esperanza, que sean un soporte contra la infamia, que permitan mantener algo de calor en las almas.
Tan sólo unas palabras, estas, otras, unas cuantas palabras.