El concepto de LIBERTAD está íntimamente ligado al concepto de FELICIDAD. Parece que no es posible ser felices sin sentirnos plenamente libres. Sin embargo, no se cumple siempre esa ecuación.
Pensemos, por ejemplo, en un individuo que vive en un régimen de absoluta ausencia de libertad, por ejemplo, Corea del Norte, ¿ningún norcoreano es feliz? Pues seguro que prácticamente todos tendrán algún momento de “felicidad” durante su día a día. Por tanto, no podemos aceptar la ecuación FELICIDAD= LIBERTAD. Sin embargo, si consideramos la felicidad como un estado semi-inconsciente de bienestar físico y psíquico, en este caso, si es necesario un margen de libertad determinado.
A nivel personal, el año en que comencé mis estudios universitarios coincidió con la muerte del dictador. Durante el primer año de carrera, viví situaciones de pérdida de libertad, sobre todo en lo que se refiere a la libertad de expresión. Recuerdo cómo entraban los antidisturbios (denominados por aquel entonces “grises”) en mi aula para desalojar de forma violenta una asamblea. En aquella época reclamamos LIBERTAD, con mayúsculas. Con la transición y la llegada de la democracia, no volví a experimentar una situación de pérdida de libertad social y digo libertad social, para diferenciarla de la propia libertad individual, que siempre estará condicionada por nuestro propio entorno, obligaciones laborales, afectivas…etc.
La situación de pandemia que estamos viviendo actualmente coarta de una manera absoluta nuestra propia libertad individual, en razón a una realidad externa que nos afecta directamente, como es en este caso, la salud general de la población. Una ausencia de libertad radical me lleva a reflexionar sobre esta idea y acercarme un poco a la misma. Para ello, me he basado en los dos conceptos que da Isaiah Berlin a estos términos: libertad negativa y libertad positiva. La libertad negativa se basa en la idea básica de que cuanta más ausencia de coacción exista en la vida privada del individuo, más libre se es. Es decir, cada persona es capaz de hacer lo que quiera, siempre que no menoscabe los derechos y la libertad del otro. La libertad negativa va unida principalmente a las leyes ya que éstas regulan los principios básicos de igualdad, justicia y fraternidad.
Entiende Berlin por libertad positiva como la capacidad que tiene cada individuo de tener el control sobre su propia vida. Es decir, es la capacidad que tiene el yo superior (conciencia y razón) de controlar a su yo inferior (pasiones y deseos). Hace hincapié, sobre todo, en la ética y la moral y está íntimamente relacionada con la AUTOREALIZACIÓN y unida a factores económicos y sociales.
A nadie le gusta que interfieran en su vida privada. Es totalmente necesaria un área privada para el desarrollo de las cualidades de la persona y donde nadie pueda interferir.
Veamos con más detalle estos conceptos:
La libertad negativa
En primer lugar no debe confundirse el término negativo con un sentido pesimista. Está en relación con la negación y/o coacción. Se puede decir que es imposible ser totalmente libres de una manera negativa. Por ejemplo, los impuestos son un instrumento que, sean para los fines que sirvan, coartan la libertad negativa, porque como bien sabemos todos, los impuestos hay que pagarlos sí o sí. Si no, te puede caer encima todo el peso de la ley.
En general, son los estados los grandes devoradores de la libertad negativa del individuo.
Nuestra propia libertad negativa está limitada por la libertad negativa de los demás.
Para Stuart Mill (1806-1873), propulsor del denominado social liberalismo, este espacio de libertad es fundamental para que la persona inicie la búsqueda de la verdad, ya que sin un margen determinado de libertad no habrá nunca comunicación libre de ideas, siendo imposible el desarrollo de las propias facultades personales. En esto se basa su postulado de libertad y principio del daño. Para Mill, las sociedades deben procurarse mecanismos para protegerse del poder de los gobernantes que, de una manera u otra buscan el beneficio propio o el de su partido.
Uno de los defensores de la libertad negativa es el premio Nobel en economía Friedich Hayek (1899-1992). En su libro 2Los fundamentos de la libertad”, afirma que es la libertad negativa la que hace posible la libertad positiva, ya que la primera hace posible actuar a cada individuo según sus creencias y sus opiniones.
La negativa es la libertad que sentimos como inherente al ser humano y amparada en los propios derechos humanos. Pero esta libertad tiene grandes enemigos y el más peligroso es el propio estado que, como un monstruo insaciable, persigue controlar a todos los ciudadanos que gobierna, con un mayor o menor grado de disfraz. Como expone Mill, las sociedades democráticas deben procurarse mecanismos para protegerse del poder de los gobernantes que, de una manera u otra buscan el beneficio propio o el de su partido.
Otro gran enemigo de nuestra libertad negativa es la incansable búsqueda de un bienestar hedonista que, auspiciado por toda la publicidad mediática y manipuladora, nos hacen desear modelos falsos y necesidades obligadas.
Pero, ¿cuánta distancia hay entre la libertad negativa y el libertinaje?
En los términos de la democracia liberal, que ha inspirado los principales supuestos del avance político en el siglo XX, el estado debe ser firme para defender las libertades individuales, esto es, nuestra propia libertad negativa. Llevado un poco más al extremo, Robert Nozick (1938-2002) aboga por un estado mínimo, no intervencionista cuyas únicas funciones serían garantizar la libertad individual, es decir, la seguridad y el respeto a los acuerdos libres de las personas. De esta manera controlamos el libertinaje.
La libertad positiva
Podemos decir que la libertad positiva se relaciona directamente con la moral. Es decir, se trata de la autorrealización del individuo como persona, como ser humano. Para lograr una libre autorrealización, la sociedad debe facilitar herramientas imprescindibles, tales como la justicia, formación, seguridad o la sanidad. Es decir, supongamos que un individuo quiere ir a pescar, si tiene libertad negativa, nadie se lo puede impedir, pero si carece de libertad positiva, no sabrá como hacerlo.
Muchos defensores de la libertad positiva, justifican ciertas restricciones individuales en favor de la mayoría social. Tomando el ejemplo anterior de los impuestos, éstos son coactivos (los tienes que pagar sí o sí), pero se puede argumentar que son necesarios para ofrecer una educación y sanidad pública y universal a todos los ciudadanos. Es un claro ejemplo de cómo una restricción de nuestra libertad negativa puede beneficiar a la libertad positiva de la sociedad. Pero no nos engañemos, bajo esta simple premisa se han hecho verdaderas barbaridades en la historia del ser humano.
La libertad positiva llevada al extremo, nos conduce directamente a los múltiples totalitarismos que padecido la especie humana, tanto de un signo como de otro. Estos siempre han defendido esta máxima: “Todo por el bien del pueblo”. Enaltecen la libertad positiva. Todo tipo de autoritarismo ha tratado de hacer creer al individuo lo que es bueno para él.
A Isaiah Berlin le preocupaba sobremanera que los ideólogos atribuyeran unos ideales y voluntades a una entidad política u otra institución, es decir, que esos valores pasen del individuo a la colectividad. Le preocupa precisamente este hecho, el pensar que, bajo el interés de la mayoría (o de lo que llamamos bien común) se puedan eliminar libertades individuales (libertad negativa). Si hemos dicho que apenas puede haber distancia entre la libertad positiva y el libertinaje, lo mismo podemos decir acerca de la libertad positiva y la tiranía.
¿Son compatibles estos dos conceptos de libertad?
Por definición, parece que ambas definiciones de libertad son incompatibles, que una siempre va a estar frente a la otra. Sin embargo, eso no tiene por qué ser así. Como hemos dicho antes, Hayek indica que la libertad se hace más positiva gracias a la libertad negativa.
Tenemos que aceptar que estamos obligados a ceder ciertos espacios de nuestra libertad negativa en busca de una normal convivencia social y que somos nosotros mismos los que debemos sembrar y enriquecer nuestra propia libertad positiva. Si solo existiera la libertad positiva, la forma de ver la vida de cada individuo vendría impuesta y perdería todo su sentido. Pero es obvio que la libertad negativa es un concepto pobre por sí mismo. Una persona que no tiene asegurada todas las condiciones materiales mínimas, jamás será libre.
Para ello, es necesario que existan dos tipos de libertades, aparte de las ya mentadas, y que el Estado se encargue de asegurárselas a cada persona: libertad de oportunidades (de hacer) y libertad de recursos (libertad para hacer algo). Por eso el concepto de libertad debe ir siempre unido a otro igual de importante: la justicia social. Sin justicia social, no podemos hablar de libertad, se trata de una libertad sesgada y reservada a una parte elitista de la población.
La libertad de dejar tu pensamiento para los otros…tiene un gran valor…y gracias por hacernos reflexionar acerca del oxigeno impresindible…para el hombre..La Libertad.
Querido Guillermo. Gracias por tu comentario. La libertad de pensamiento nos hace LIBREPENSADORES. Luchemos para que nuestra libertad negativa no se vea comprometida por normas injustificadas.