No sé qué deciros. Si atendemos a la primera acepción de la palabra mediocre: “De calidad media”, sacamos una primera conclusión:
1. Más del 98,6 de la población mundial -dato contrastado- es de calidad media; es decir, ni demasiado altos, ni demasiado bajos, con una inteligencia normal, con una esperanza de vida muy similar al de los que tenemos al lado. Podría decirse que mediocridad y normalidad son sinónimos.
2. Todo aquello que se sale de lo mediocre, suele ser denostado, al menos en un primer momento. Y es que la naturaleza odia la diferencia, pues se aleja de una comunidad que es la base de la convivencia y si se apura un poco, hasta de la ideología demócrata; no así de los regímenes totalitarios, que basan su ideología en que la diferencia es la chispa de la revolución.
Todos somos mediocres, iguales, en la salud y la enfermedad, hasta que la muerte nos separe.
3. Entonces ¿Se puede considerar la mediocridad como la base de la existencia humana?
Bajo desde mi punto de vista no hay duda. Sin mediocridad, ni siquiera Dios existiría.