No es que, previsiblemente, vaya a ser sólo ahora en mayo y que afecte solamente a las próximas elecciones autonómicas madrileñas. La verdad es que el fenómeno de la abstención afecta ya, y desde hace tiempo, a gran parte de la población occidental.
Naturalmente hay muchos motivos para ello, pero aparte del tan manido… cada persona es un mundo, se me ocurre alguno que puede inclinarnos a ese pasotismo inconsciente y criminal, por ejemplo el hecho de que… “todos somos singles”.
Single es una palabra que en inglés tiene la acepción de la castellana “soltero” pero sin las connotaciones negativas que en nuestra cultura ha tenido, tradicionalmente, la expresión, “quedarse para vestir santos”.
Un impar, que sería la traducción correcta del “palabro”, y que es la que a mí me gusta usar, es una persona que busca las comodidades y sabe disfrutarlas, pasa de traumas y experiencias desilusionantes en el amor, no considera la vida en pareja una prioridad y cambia (según ellos es una ventaja) la cama vacía, por el éxito personal.
Los impares no tienen como referente social la pareja de treinta a cuarenta años (según las estadísticas del INE, en España hay unos siete millones de “impares”) que viven su soledad (o independencia, según se mire) de manera consciente y activa y que en muchos casos aprovecha esta circunstancia para crear un modo de vida.
Como todo grupo humano los impares se dividen en al menos dos subgrupos a saber: los del modelo “tu en tu casa y yo en la mía” formado por aquellos que creen que la convivencia diaria mata la magia y además exige lo que la mayoría de ellos no está dispuesto a aportar, es decir responsabilidad, y por los del modo que tienen hijos pero están convencidos de que lo de la “familia feliz” es puro pasteleo, más idílico que real. También se encuadran en este subgrupo los que se encuentran muy a gusto con su mobiliario y no soportarían tener que luchar por un sitio en el armario.
Los del modelo “los dos en nuestra casa pero cada uno a lo suyo” lo forman las parejas a las que la voracidad de ladrillo les ha llevado a compartir cama, amor e hipoteca y que cuando rompen, comprueban con horror que su única referencia en común son los hijos (1.4 por pareja, si es que los hay) y la del director del banco en el que tienen el préstamo y que, como además pertenecen a la nueva clase social española de “la paguita”, no pueden pagar dos alquileres y tienen que vivir juntos. Sólo para gente de buen rollo, el resto de los mortales, por favor, abstenerse.
Parece ser que a medida que van desapareciendo las relaciones de nexo fuerte como el matrimonio, la familia, las amistades inquebrantables, los grandes clubes… etc, etc, emergen las débiles y “bonistas” que son más cómodas y no dan lugar (en principio) a rencores, celos o responsabilidades, así que, siendo así las cosas, ¿no les parece natural que ciudadanos como los que forman actualmente nuestro tejido social, que viven en soledad y excesivamente atareados en conseguir sobrevivir, no tengan tiempo para ir a las urnas aunque en ellas se esté decidiendo su futuro?
Por eso, creo que el próximo mayo debemos de votar al partido cuyo programa ofrezca más posibilidades de ocuparse, con sus inteligentes propuestas, de atraernos y entusiasmarnos.(¿?)