Ese eterno extravío,
empinado poblado de exilios
en tierra de nadie…
Su nombre es ninguno,
tan incierto
que sólo a tientas, a veces, puede oírse
abierta en los pliegues del aire.
Y a la luz,
el aire la guarda.
Enredada en su silencio,
mientras la nada tirita de humildad
silbando a la espera.
Y al vacío,
el aire la oxida
en ese monólogo fatigado
que los labios no interpretan.
Todo espanta en su nombre,
mientras su boca caída
DESUNE la palabra, ya callada,
en el valle de su vientre.
Du da???
Tal vez…
Por lo siglos de los siglos,
tal vez.