SIN INDIFERENCIA NI INDOLENCIA

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Hace unos días quedé con un buen amigo al que no veía desde antes de la pandemia. Está jubilado y decidió retirarse con su mujer a la Cataluña profunda, a la Cataluña rural. Vive rodeado de sus queridos animales, cultivando su huerto, haciendo caminatas y conversando con los lugareños. Llevaba tiempo sin poner los pies en Barcelona y tuvo que venir por un asunto familiar, pero me manifestó la incomodidad que le producía estar por aquí y la sensación de hartazgo que le invadía.

Los ruidos y gritos, el alboroto callejero y la infame e impune manera de conducir patinetes y bicicletas se le atragantan y se le hacen insoportables. Debo decir que a quién no, pero no todos podemos irnos, así como así. Su visita fue fugaz y al día siguiente volvió para casa.

Le hablé de Charlotte Lawson, una editora y escritora nacida en Irlanda hace cerca de dos siglos. Con 23 años de edad se fue a vivir a Londres, y al poco se casó. Desde entonces, pasaría a llamarse Charlotte Riddell. Con este nombre firmaba sus libros, más de cincuenta. Sólo he leído uno de ellos: Weird Stories (‘Historias extrañas’), que leí en la versión española que la editorial Reino de Redonda ofrece con el título La vieja señora Jones y otros cuentos de fantasmas.

Después del encuentro con mi viejo amigo, volví a hojear este libro y di con este elocuente párrafo:

“¡Ojalá no tuviera que volver nunca a Londres!, pensé, pues soy una de las pocas personas que quedan en la Tierra que adoran el campo y detestan las ciudades”.

Está escrito en 1882, hace cerca de siglo y medio, cuando la gente se aprestaba a ir a las urbes, en busca de trabajo y deslumbrados por las luces de la ciudad.

Adorar el campo, toda una belleza a libre disposición. El campo visto como oportunidad de contemplación y vida interior más que de exigencia de esfuerzo, con un sufrimiento agregado por la inseguridad que generan las posibles inclemencias del tiempo.

En otro lugar de estos relatos de Charlotte Riddell se puede leer: “miré a mi alrededor con un placer sutil e intenso y sentí, casi por primera vez en la vida, todo el encanto y belleza de la noche”.

Expresa una búsqueda afanada, alejada de todo esnobismo, de la dulzura, en medio de un mundo amargo. Equivale a perseguir a un fantasma en sueños. Y dar con momentos en que el sueño parezca realidad y la realidad el sueño. A fin de cuentas, el ser humano incluye irrealidad en su realidad y proyecta quién quiere ser.

Además de obtener placer al leer estos relatos, me mostraron una apertura a otra reflexión: la de que al volver la vista atrás, poder darnos cuenta de haber sido nuestro peor enemigo. Alguien a quien siempre, “su indiferencia, su indolencia, su querencia por el placer, sus celos incontrolables, sus arrebatos de pasión” lo habían puesto a los pies de los caballos, “al tiempo que rompían el corazón y lastimaban el orgullo de aquellos que más lo querían”.

De todo esto nunca tenemos tiempo para pensar, siendo optimista puede que acaso en las vacaciones. En cualquier caso, es una tarea siempre pendiente, como durante un tiempo lo fue el aprender inglés. De ahí la importancia y el valor de aproximarnos a esas realidades fantasmales mediante la lectura, y repetirnos lentamente, como paladeándolas, un par de líneas; por ejemplo, estas:

“Miré a mi alrededor con un placer sutil e intenso y sentí, casi por primera vez en la vida, todo el encanto y belleza de la noche”. De una noche corriente, se puede extraer belleza.

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