Si los tiempos hubieran tenido otra cadencia,
si la vida se hubiera dejado vivir sin mirar atrás,
el calendario estaría impregnado de momentos
quizás más amables, quien sabe, que estos.
No recuerdo ángeles pintados en el cielo, ni demonios,
tal vez algunas nubes y muchos vientos, que parecían
querer darle forma a mis sueños. Yo solo quería
bailar en el horizonte y ponerle un antifaz a la luna.
A veces quiero volver a mí infancia de calles
empedradas y regueras serpenteantes,
sentir los cañaverales agiles, esbeltos, agitando
desafiantes el aire, como molinos de viento.
Quiero volver al olor a tiza y el chirrido en la pizarra,
quiero sentir la madera del pupitre, la plumilla
y el tintero, el papel secante, encubridor silente
de errores imperceptibles, huidizos.
He vivido tantos tiempos, diversos, excitantes,
mientras la intermitencia interrumpía amaneceres,
que me pierdo a cada instante, dejándome atrás
sentimientos, recuerdos, la existencia misma.