Ya sabía al llegar al aeropuerto de Heathrow que iba a estar un tiempo viviendo, paseando, respirando el mismo –casi– ambiente que Jack The Ripper –El Destripador-. ¿Pero presenciar el asesinato de Jesús? Londres, en 1997, aún era una ciudad increíble donde la cultura no sólo estaba viva… sino que ¡era excitante y peligrosa!
Mientras esperaba a que apareciesen las maletas (con esa tensión apenas disimulada que todos sentimos hasta que por fin llegan, lentamente, arrastrándose por la cinta, como si no quisieran volver con nosotros) le daba vueltas a la manera más barata de llegar al 27 de Fournier Street, en Spitalfields, East End.
En el metro (con mis posesiones al lado), volvía mentalmente a la exposición que había visto no hacía mucho en la galería Juana de Aizpuru (Madrid). Precisaba escribir algo sobre las series de fotografías de Andrés Serrano[1] que trataban sobre el sexo, la vida, la muerte y… la religión… ¡otra vez!
Serrano siempre ha afirmado que no puede crear si el resultado no transmite belleza. Su educación es católica y él afirma ser creyente… pero muy crítico con las paradojas e incoherencias en el seno de la Iglesia.[2] ¡Un clásico!
Desde luego, la fotografía de ese pequeño crucifijo sumergido en un líquido dorado, como queriendo velar su sufrimiento, es hermosa. No hay, en principio, nada ofensivo, o agresivo, excepto… ¿el título?.
En 1989, dos políticos norteamericanos (Jesse Helms y Al D’Amato) presentaron una denuncia en el Senado de Estados Unidos contra este fotógrafo por profanar un icono religioso; y la utilizaron de manera muy eficaz en su campaña contra toda forma de arte y toda sexualidad que consideraban desviadas. Evidentemente habían efectuado una lectura “literal” (Cristo ‘bañado’ en orina). El problema, entonces, estaba en el título que daba pistas sobre los materiales utilizados para construir una imagen atractiva, seductora. ¿Por qué, si lo importante para él era la beldad, fomentar el escándalo y la indignación de una parte de la sociedad reconociendo que había utilizado su propia micción? Era un asunto que se debatía en el terreno de la ética del asunto (no de la estética). Seguramente había leído a Bataille[3] -desde sus inicios había estado influido por el surrealismo y Dadá- y su obra sólo intentase unir sus propias contradicciones… sus convicciones, sus pulsiones[4]… el sexo y la Iglesia.. lo profano y lo sagrado. Debía creer que no había nada incoherente, ofensivo, en utilizar los fluidos corporales como materia prima en sus obras.
Bueno, escribí apresurado y tembloroso -por el movimiento del vagón- en la libreta de notas, “los artistas han «vendido» imágenes de Cristo desde hace más de mil seiscientos años”. Sin embargo, estaba claro que únicamente durante el último siglo habían podido elegir. Profesasen o no el credo católico, trabajar por encargo era la norma. Desde un sentido educativo o apologético, creadores humildes –hoy desconocidos y anónimos para nosotros- y evidentemente los más grandes talentos de nuestra cultura han desplegado inteligencia configurando algunas de las iconografías más emotivas, conmovedoras, desgarradoras de nuestra cultura. El siglo XX también había sentido pasión por la Pasión. Matisse, Emil Nolde, Georges Rouault, Otto Dix, Max Beckmann, o los españoles Picasso, Dalí, Pérez Villalta y Antonio Saura (“Crucifixión”, 1959–63), entre otros.
Probablemente sea Francis Bacon el que había mostrado unas obras más inquietantes y perturbadoras, entrando en el terreno de lo abyecto: (“Crucifixión” -1933-, “Fragmento de una crucifixión” -1950-, “Tres estudios de figuras en la base de una crucifixión” -1944-, “Tres estudios para una crucifixión” -1962-).
En fin, entregar a Cristo sigue siendo un buen negocio. Todos sabemos como empezó:
“Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes,
Y les dijo:
¿Cuánto me queréis dar, y yo os entrego a Jesús? Ellos le pagaron treinta monedas de plata.”[5]
Unas semanas más tarde me pidieron que asistiese a una inauguración. Era el nuevo proyecto del colectivo de artistas BANK. ¡Cuánto echo de menos aquella maravillosa casa de principios del s. XVIII, llena de gente del mundo de la música, productores teatrales, performers… un increíble caos donde siempre estaba pasando algo y, si te descuidabas… acababas enredado en cosas que no tenías ni idea que fueses capaz de hacer![6]. A menudo utilizaban el sentido del humor, e incluso llegaban a posicionarse de manera muy crítica hacia el mainstream de la escena del arte contemporáneo en aquellos días. Pero así que dije: ¡claro! Entonces, me entregaron la invitación y un flier:
GOD IS COMING… DOG / Liz Arnold BANK / DOG 34 Underwood Street, London
Y
Truly, s/he is the son of God
Aquello debía ser un poco más de la medicina británica contra el dogmatismo. Una vuelta de tuerca a La vida de Brian (1979) el tercer largometraje de los Monty Python. La verdad es que ya tenía sensación de agotamiento. ¿Qué van a hacer que no hayamos visto ya en más de 1500 años? En fin, al menos aún había copas y picoteo… y la gente era francamente divertida. Pero ni mucho menos estaba preparado para lo que me encontré al llegar. Los españoles estamos acostumbrados a la imaginería católica de la pasión. Nuestro barroco no esconde casi nada. ¿¡Pero qué …!? Los protestantes son iconoclastas y sin embargo habían generado…¡estaba sin palabras! de momento.
Desde luego no era ninguna broma. Estaba ante una de las manifestaciones más despiadadas sobre la crucifixión que había visto en mi vida. Las atrocidades a las que esos cuerpos habían sido sometidos únicamente tenían un parangón: Matthias Grünewald.
Gombrich describía de una forma acertada y cruda la Crucifixión del retablo de Iseheim:
“Como un predicador de la Pasión, Grünewald no ahorró nada para expresar los horrores de la cruel agonía: el cuerpo moribundo de Cristo está deformado por la tortura de la cruz; las espinas de los látigos penetraron en las heridas supurantes que recubren toda la figura. La sangre de color rojo oscuro contrasta claramente con el verde pálido de la carne. Cristo crucificado expresa el significado de su sufrimiento a través de las facciones y del conmovedor gesto de las manos”. [7]
Sí, esas podían ser las palabras que necesitaba para explicar lo que estaba viendo. Pero aún me parecía insuficiente. Quizás el francés Huysmans:
“Este Cristo espantoso, moribundo sobre el altar del hospicio de Isenheim parece hecho a imagen de los afectados por el fuego sagrado que le rezaban, y se consolaban con el pensamiento que el Dios al que imploraban había probado sus mismos tormentos, y que se hubiese encarnado en una forma repugnante como la de ellos, y se sentían menos desventurados y menos despreciables”. [8]
Era como estar ante una espantosa pesadilla, una forma de arte totalmente desbocado, desenfrenado, que nos pasa por encima y nos arrastra. Se tarda un tiempo en sobreponerse a la impresión, al horror.
Esa mujer enorme, con los ojos cerrados para aumentar la potencia de su grito ¡La boca abierta sólo puede proferir un aullido de dolor, un inmenso lamento! Nuestras cabezas estaban literalmente a sus pies. La cercanía nos alejaba más. Nos esforzábamos para no tocarla. ¡Quería ayudar pero…!
Las manos ¿se movían? ¿arañaban el aire?.
Era más que suficiente. Tenía que irme. Dolorosamente insoportable.
Ya en la calle sonaban palabras que no eran mías:
“(…) ¡Ah! Ante este calvario embadurnado de sangre y empapado de lágrimas, ¡qué lejos se estaba de aquellos bonachones Gólgotas que, desde el Renacimiento, había adoptado la Iglesia! Este Cristo de tétanos no era el Cristo de los ricos, el Adonis de Galilea, el mozo bien parecido, el hermoso muchacho de mechones rubios, de la barba partida, con rasgos caballunos e insípidos, al que los fieles adoran desde hace cuatrocientos años. Aquél era el Cristo de San Justino, de San Basilio, de San Cirilo, de Tertuliano, el Cristo de los primeros siglos de la Iglesia, el Cristo vulgar, feo, porque cargó con todos los pecados y asumió por humildad las formas más abyectas.» [9]
Jesús es la víctima de las víctimas. Aquella mujer era todas las víctimas, de cualquier raza, encarnaba todas las angustias (de la angustia atómica, del desastre ecológico, de la opresión social, sexual, de cualquier congoja). Era el hombre desfigurado, irreconocible como mujer, despojado de toda dignidad por un sistema injusto. ¡Stop!
Londres siempre me ha tratado bien. Supongo que cada uno debe contar la película según le va (no, no voy a hablar de Mel Gibson ni de su Pasión de Cristo).
Pero sí de Gilbert & George[10]. Son una pareja de artistas (aunque en el contexto arte es probable que tenga que hablar de individuo -¿qué raros son los artistas, no?) a los que había conocido en la Fundación Joan Miró en el año 92.[11] Viven en una mansión increíble en Fournier Street (donde se filman un montón de películas de época), así que habíamos coincidido. Como anfitriones son exquisitos y durante horas y horas estuvimos hablando de BANK y las sensaciones que la última pieza provocaba. Aún recuerdo perfectamente que repetían una y otra vez la palabra desagradable. ¡Seguro que no me expliqué bien!.
Años más tarde, en el 2005, salieron al mercado (trabajan con la White Cube, una de las gallerías más importantes del mundo) con una serie muy amplia de crucifixiones. Cristo era hombre, mujer, homosexual, bisexual, también un ser monstruoso (perteneciente a una mitología ancestral, pagana). Todo ello aderezado con su presencia y una decoración navideña. Herraduras, lazos de colores, joyas,… un despliegue de cromatismo basado en la Union Jack (la bandera británica con cruces rojas, fondo azul y cruces blancas… cruces sobre cruces y sobre cruces). SONOFAGOD PICTURES posee una enorme y tenebrosa solemnidad. Todo el dramatismo e impacto visual que uno podría esperar encontrar en el medievalismo neo-gótico. Lleno de simbolismo celta y árabe, de misticismo romántico. Muy contemporáneo y… ritualísticamente trastornado.
Pero si pensaba que ya estaba, que “lo contemporáneo” ya no tenía que decir nada más sobre el tema… ¡me equivocaba! Faltaba Robert Gober,[12] que claro, también es uno de los grandes.
Cristo ya no tiene cabeza que mostrar (ni corona de espinas, claro), no hay rasgos que nos definan a la persona. Está la incisión en el costado, sí, pero la sangre y el agua no emanan de allí. Es más, la sangre ha desaparecido. Del lugar en el que se encontrarían sus pezones dos enormes manantiales se derraman en un pozo que hay en el suelo… no tiene fondo. Tampoco hay clavos. Un único espectador… un pájaro colorido que parece mirarnos. ¿Una variedad de espíritu santo? Quién sabe.
“Como le vieron muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.”
Evangelio de Juan 19.33-34
En octubre de 1997, durante una retrospectiva de Serrano en 1997 en la National Gallery of Victoria de Melbourne, intentaron arrancar Piss Christ de su ubicación en la pared. Más tarde dos jóvenes armados con martillo y destornillador agredieron la pieza. No en cualquier sitio, eligieron la cabeza (¿inspiró a Robert Gober?). La muestra fue cancelada.
En 2011, expuesta en la exposición Je croix aux miracles de la Collection Lambert, volvió a levantar una ola de protestas y acabó siendo golpeada hasta el extremo de no poder repararse la copia.
Me parece suficiente. Es factible que las intenciones últimas de todos estos procesos artísticos sean enfrentarnos con nuestros propios tabúes. Quizá.
Cristo no sólo vino a salvar al hombre… vino a salvar el mismo concepto de divinidad. Transformó al dios violento del Antiguo Testamento (amenazador, severo, vengativo –incluso cruel-) en un dios amble, cordial, misericordioso… paciente.
Hoy es 24 de diciembre. Debe nacer y, sin embargo, estoy hablando de su muerte. Pero… ¿acaso vosotros no hacéis nada cuando sabéis que van a pegar otra vez al mismo? En el colegio, en el instituto ¿mirabais hacia otro lado cuando los abusones se metían con el marginado de la clase? ¡Vale!
El comprometidísimo mundo del arte contemporáneo (La intelligentsia) podría pensar que es posible dar testimonio de todas las injusticias (inacabables) y deficiencias sociales (innumerables) con otros símbolos. A elegir entre cientos: Judas Iscariote, los sacerdotes del Templo (tiene a Caifás y suma y sigue), Poncio Pilatos y resto de romanos, el pueblo que, como solemos hacer, nos equivocamos al elegir y pedimos que maten al que no tiene la culpa como una turba descerebrada… Elegid los que formáis parte de la intelligentsia (¡yo sólo pasaba por allí!). Pero ¿no os aburre crucificar, apalear, fustigar, descuartizar… siempre al mismo?[13]
Jesús expulsó a los mercaderes del templo. Pero no ha conseguido escapar de los mercaderes del arte. Le siguen vendiendo una y otra vez… ¡Que Pasión!
Al menos por un día vamos a dejarle nacer en armonía… ya que no conseguimos dejarle morir en paz. Al fin y al cabo en unos meses hemos de matarle de nuevo… ¿O no vais a hacer vacaciones en Semana Santa?
Quería hablar de arte. Quizás lo he hecho. No mucho. Hoy me importa más que dejen vivir a otro.
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”
* Mientras escribía sonaba una y otra vez, desesperada y obsesivamente, Selling Jesus (1995), de Skunk Anansie (Podéis hacer lo mismo… o un villancico)
They`re selling jesus again
They`re selling jesus again
They want your soul and your money your blood and your votes