¡SED BUENOS, NO TONTOS!

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La bondad no es solo benignidad y conmiseración, también implica corrección y rigor. El bien puede confundir el enfrentamiento con la pelea y comportarse retraídamente, por lo que es arrollado e intimidado. Si permitimos que abusen de nuestra bondad, se volverá ineficaz. No solo deberíamos querer hacer lo correcto, sino hacer lo correcto de la manera correcta.

Imagen de beastfromeast: http://www.facebook.com/pages/Beastfromeast/457718994252248

Tonto”, es un adjetivo un poco engañoso. Recuerdo el ensayo escrito por Dietrich Bonhoeffer en 1942, “Diez años después”. Este teólogo protestante observó la facilidad con la que los seres humanos se dejan influir y seducir por la presión de los compañeros, los comportamientos de la multitud o por lo que se espera de ellos.

“Tonto” no abarca aquí el significado de deficiencia mental, sino el espectro que deshumaniza y reemplaza el pensamiento y la deliberación con fragmentos de convicciones y arrebatos de indulgencia para quien consideramos el semejante.

El diagnóstico de Bonhoeffer de hace setenta y ocho años podría haberse escrito esta mañana.

Dietrich Bonhoeffer:

Albert Camus comenzó a escribir “La peste” cuando la Segunda Guerra Mundial estaba en pleno apogeo. A través de esta novela, nos transmite la idea de que lo importante no es el resultado de nuestras vidas, sino como las vivimos: los esfuerzos de los protagonistas por vencer la plaga son inútiles, la rebelión contra el dolor y el sufrimiento, absurdas. Lo que cuenta es tomar decisiones personalmente, al margen de toda imposición social, de una religión, una moral o ética mal entendidas.

La Peste, A. Camus:

La bondad requiere, ante todo, que no renunciemos a nuestra capacidad de pensar, decidir y actuar libremente, incluso cuando las atracciones del poder, el pensamiento grupal y la solidaridad nos tienten a volvernos estúpidos. La estupidez no conoce partido, doctrina o dogma, y ​​es mortal.

Existe un juego llamado “Opinión controvertida”. Las reglas son simples: cada participante comparte una opinión polémica propia, sobre la que después no se permite “discutir”, solo hacer preguntas sobre por qué a esa persona. Por ejemplo: “Creo que el cine de autor está sobrevalorado” o “Creo que Donald Trump es un excelente presidente”. Por lo general, alguien exclama: “¡Dios mío! ¡No tenía idea de que eras una de esas personas!”, que es otra forma de decir “¡Pensé que estabas en mi equipo!”…

No me hagáis ésto. Imagen de Anthony Freda

En psicología, la idea de que todo el mundo es como nosotros se denomina “sesgo de consenso falso“. Este sesgo a menudo se manifiesta cuando nos alineamos con alguna política: “¡todos los que conozco están a favor de un control de armas más estricto! ¿Quiénes son estos atrasados ​​que no están de acuerdo?; o cuando estamos dentro de un proyecto empresarial, profesional o institucional: pensamos que todos estamos remando hacia el mismo objetivo. Así que intentamos una y otra vez tender puentes hacia quien se porta fatal y se salta a la torera todos los principios. ¿Hasta cuándo?

¡Sed buenos, no tontos!

 

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