No descubro nada si digo que salir del armario es un término utilizado para describir el proceso por el cual una persona revela su orientación sexual o identidad de género a los demás.

Por desgracia, algo que debería ser aceptado por todos con total normalidad, sin embargo el rechazo de los machitos homofóbicos y algunas hembritas, convierten en un acto de valentía ese sentimiento natural que supone emprender un camino lleno de desafíos, pero también de beneficios emocionales y sociales que hacen que valga la pena salir del armario, sobre todo porque es un momento en el que la persona se enfrenta a sus propios sentimientos y prejuicios, y comienza a aceptarse tal como es.
Pero, la intención de este artículo no es llegar a alcanzar una visión comprensiva y solidaria del proceso de exteriorizar la orientación sexual o identidad de género de alguien, sino de utilizarlo como símil en relación al rechazo del sentimiento de formar parte de un país que, igualmente, por desgracia, también se ha convertido en una actitud valiente ante determinados “progres” de ideologías teñidas de bote e impuestas que no dudan en tildar de «facha» a quienes manifiestan su orgullo de sentirse español más alla de que la Selección Española haya gando la final de la Eurocopa 2024 o Alcaraz la Copa de Winbledon, que también.
Sí, este artículo va de eso, de salir de armario sin ningún rubor y con orgullo de quienes tenemos un sentimiento patriótico, sin esperar que sirva de guía y apoyo por parte de nadie, porque lo que cada uno siente es parte de su propia naturaleza, de sus convicciones, sin necesidad de evidenciar como hace, tanto la izquierda como de la derecha populista buscando la simpatía de la población, particularmente de quienes tenemos derecho al voto, aún a costa de tomar medias contrarias al estado democrático, y para quienes sólo son normales y aceptados los que piensan como ellos pasando al resto por la guillotina de la intolerancia.
Es cierto que el patriotismo español es un fenómeno complejo que abarca una amplia gama de sentimientos, actitudes y comportamientos a lo largo de la historia, pero que todos ellos confluyen o expresan el amor hacia España, con nuestros aciertos y desaciertos, por lo que somos y hemos sido a lo largo de siglos de historia, por nuestra cultura y acontecimientos significativos que han dejado una huella profunda en la identidad nacional y que, algunos indocumentados prefieren obviar para imponer una división tergiversándolos a su gusto, juzgando un pasado remoto desde el presente, y con la clara intención de dividir lo que es indivisible conforme a un Texto Constitucional votado favorablemente tras un proceso constituyen después de la muerte del dictador Francisco Franco, en cuyo artículo 2, se proclama que:
« La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.»
Aunque, lo peor, es cuando tal división se pretende desde una manipulación de mostrar como conciliable ciertas actitudes que en la práctica lo hacen imposible, ciertos comportamientos nacionalistas con un sentimiento, o mejor dicho, un profundo resentimiento anti-español que no acabo de entender sino es para mantenerse en el poder ciertos políticos casposos que forman parte de una casta de elementos sublevantes de la que un presidente del gobierno de todo el pais se ha convertido en su mejor abanderado, con una ley de amnistía de quienes siguen manifestando su odio a España y de una futura financiación que prostituye a la Constitución de todos que proclama la solidaridad entre todas las autonomías.
Vivimos en una farsa política, donde ni los de un color ni los de otro dentro del espectro político que nos representa tienen la talla política suficiente para estar donde están, salvo honrosas excepciones, no sólo por su falta de ética sino también de compromiso con sus promesas electorales y, lo peor de todo, por la falta de coherencia de vivir de acuerdo con esa ideología que pregonan, además de por la falta de la defensa de los intereses generales en vez de los del partido al que pertenecen y los encumbran, o a los de cierto grupos de poder y presión que les mantienen en su poltrona del buen vivir, convirtiendo al Estado en un sistema asistencial de quienes han decidido no trabajar y subirse al carro de las ayudas. Políticos que, en su mayoría se comportan como hienas en busca de la carroña de destruir al contrario por sus errores en vez de buscar la conciliación desde un consenso con acuerdos de estado que nos lleven a un mejor estatus quo, pero sobre todo, y respecto de la identidad nacional, que nos pueda llevar a una reforma constitucional que haga posible un Estado plural más fuerte y unido mediante un diálogo y negociaciones con transparencia y no a puerta cerrada atentando contra la unidad.
Si, soy español, me siento español, y no tengo miedo a que los de la izquierda me llamen facha y los de la derecha rojo cuando defiendo un estado social, porque no creo en tanto oportunismo populista de uno y de otros en defensa sólo de sus propios “ismos” que, una gran parte de la sociedad se come con patatas porque no saben o no quieren pensar por ellos mismos dejando que otros tomen la decisiones que ellos no están dispuestos a tomar, porque toda decisión comporta la valentía de elegir entre una u otra opción, a posicionarse del lado de la razón, de lo éticamente factible, pero sobre todo de ser coherentes, que es lo más difícil y lo único que define la integridad de las personas. Porque, convendrán conmigo, que para que una sociedad progrese hacia un estado mejor es necesario fundamentar su actuación en unos principios éticos sustentados en esa conciencia primera del orden de las cosas, de la justicia, y de una existencia universal y de pertenencia a un Estado que, cuando se soslayan, hace que todo tienda al caos, y que la sociedad desparezca.
Pero a eso es a lo que estamos acostumbrados, y se nos da de perlas, a la autodestrucción como individuos incapaces de pensar por nosotros mismos y del miedo a manifestar lo que somos y sentimos, en definitiva a salir del armario, no buscando la comprensión o entendimiento de los demás, sino como manifestación de nuestra propia identidad, porque a los cafres es difícil educarlos, a parte de no ser nuestra misión, ya que no hay peor cosa que el fanatismo de no querer ver y entender.
Qué contundente y magnífico artículo, poniendo en su sitio al fanatismo !!!
Hay que salir, efectivamente, de muchos armarios; sobre todo del armario en el que nos encierra el poder establecido, sea del signo que sea, cuando marca qué es y qué no es lo políticamente correcto.
Me recuerda este artículo al libro de George Orwell titulado 1984, donde el poder controla la forma de pensar de los ciudadanos a través del Ministerio de la Verdad. Parece mentira que, sobre todo la izquierda, que van de avanzos y modernos establezcan una forma de pensar única, la de ellos. Igual que la derecha.