Franz Kafka
Dos hombres sentados separados por un foso y otro en pie, lo mismo que un poste de telégrafo, forman un triángulo rectángulo que aguarda con relativa calma a que el grasiento orgullo acabe con su forma perfecta. Seis minutos después, en un lugar paralelo, cinco hombres sentados, forman un agónico segmento, una razón manida, muy similar a una folclórica cuerda de jamón serrano.
¿Es el asco un concepto abstracto? Se pregunta una mosca posada sobre el artrítico hombro de un viejo que dormita en un parque atestado de palomas. El viejo sueña que no, pues una vez, en su inventada juventud, tomó una docena de ostras y el destino le transportó al intestino grueso de una prostituta. Los ocho hombres han malinterpretado por enésima vez el sentido de sus eléctricas vidas.
