★ En su poesía, VALLE-INCLÁN se permite aplicar de forma etérea significados de conceptos matemáticos para resaltar la belleza poética, tal vez, sin advertir que de forma recíproca, es su poesía quien eleva los términos matemáticos a una sublime lindeza y beldad.
►«La deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta. Mi estética actual es transformar con geometría de espejo cóncavo las normas clásicas».
►«Quien sabe del pasado sabe del porvenir».
►«La imagen más bella es absurda en un espejo cóncavo».
►«La ética es lo fundamental de la estética».
►«Lo mismo da triunfar que hacer gloriosa la derrota».
— Ramón María del VALLE-INCLÁN.
VALLE-INCLÁN (28.10.1886 – 5.01.1936) formó parte de la corriente literaria denominada “Modernismo” en España. Se encuentra próximo, en sus últimas obras, a la llamada “Generación del 98”. Se le considera uno de los autores principales de la Literatura española de finales del siglo XIX y primera parte del siglo XX.
Novelista, poeta y autor dramático español, además de cuentista, ensayista y periodista, VALLE-INCLÁN destacó en todos los géneros que cultivó y fue un modernista de primera hora que satirizó amargamente, hasta el esperpento, a la sociedad española de su época.
VALLE-INCLÁN había cursado estudios de Derecho en la Universidad de Santiago de Compostela, pero tras un breve paso por Madrid, los abandona y viaja a México, donde fue periodista en “El Correo Español” y “El Universal”. Al Regresar a Madrid como funcionario del Estado, en el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes llevó una vida muy bohemia de la que se cuentan muchas anécdotas curiosas. En 1899, durante una reyerta con un amigo recibe un bastonazo en una muñeca, lo que le provoca la pérdida del brazo izquierdo.
VALLE-INCLÁN fue asiduo de diversas tertulias madrileñas, donde se relaciona con importantes figuras de la época como Pío Baroja, Azorín, Francisco Villaespesa y Jacinto Benavente, entre otros personajes. Concurre a los cafés “El Suizo”, “El Café del Príncipe”, “El Café de Madrid”, “El Café El Gato Negro”, y la famosa terraza de “El Café Gijón”.
Su primer título fue “Femeninas” (1895), al que siguieron otras obras como “Flor de santidad” (1904), la poesía de “Aromas de leyenda” (1907), las famosas cuatro “Sonatas” (de otoño, estío, primavera y verano), que aparecieron entre 1902 y 1905, y “Biografía del marqués de Bradomín” (1906).
En 1916 VALLE-INCLÁN visitó el frente francés en la I Guerra Mundial. Este mismo año publica “La lámpara maravillosa. Ejercicios espirituales”, una meditación sobre el hecho literario, donde realiza una síntesis de su ética y su estética, muy influido por los saberes ocultistas, gnósticos y esotéricos, herméticos, alquímicos y teosóficos, de trasfondo pitagórico y neoplatónico.
En 1922 VALLE-INCLÁN volvió a México. En “Cara de plata” (1922), tercer volumen de esta trilogía teatral, vuelve a la crítica social, como también ocurre en sus tres novelas ambientadas en la guerra carlista: “Los cruzados de la causa” (1908), “El resplandor de la hoguera” (1909) y “Gerifaltes de antaño” (1909). En sus obras dramáticas “Cuento de abril” (1910) y “La marquesa Rosalinda” (1913) regresa al Modernismo. Así también en “Voces de gesta” (1911). El segundo viaje a México también le inspiró la composición de su famosa obra “Tirano Banderas”, publicada en 1926, y considerada su mejor obra.
”Luces de bohemia”, su obra teatral de 1920, estableció una estética de lo grotesco y satírico, con un expresionismo caricaturesco que él mismo denomina “del héroe reflejado en el espejo cóncavo” y que llamará “esperpento”. “Los cuernos de don Friolera” de 1921 y “Las galas del difunto” de 1926, inciden en esta estética, mientras que en “Divinas palabras” de 1920, la virtud de la palabra sagrada se impone a las pasiones carnales.
VALLE-INCLÁN escribió más adelante “La corte de los milagros” de 1927, “Viva mi dueño” de 1928 y “Baza de espadas”, que apareció póstumamente.
Al ser proclamada la República española en 1931, VALLE-INCLÁN fue nombrado presidente del Ateneo de Madrid, y al año siguiente conservador del Tesoro Artístico Nacional y Director de la Escuela de Bellas Artes de Roma.
Ramón del VALLE-INCLÁN regresó a Galicia. El 7 de marzo de 1935 se retiró a Santiago de Compostela y falleció el 5 de enero de 1936 en esta capital.
Manuel Azaña, futuro Presidente de la Republica Española, escribe al día siguiente del entierro:
► «Él hubiese querido ser, no el hombre de hoy, sino el de pasado mañana».