►«Esclareced las Ciencias morales y políticas con la luz del Álgebra». CONDORCET
►«Después del pan, la primera necesidad del pueblo es la educación». DANTON
►«La razón acabará por tener razón». D’ALEMBERT
►«Para el filósofo, la posteridad representa lo que el otro mundo para el hombre religioso». DIDEROT
►«El avance y perfeccionamiento de las matemáticas están estrechamente relacionados con la prosperidad de la nación». NAPOLEÓN BONAPARTE
En el ámbito de la Revolución Francesa, la mayor parte de los científicos se ocuparon de la reforma de la anticuada maquinaría administrativa del Estado y en particular del establecimiento de una nueva y moderna Educación, pública y libre y basada en principios científicos. Las dos figuras más sobresalientes en este terreno fueron Condorcet como espíritu inspirador del Comité de Instrucción (que presentó a la Asamblea Legislativa su esquema en 1792, fijando los estándares del nuevo sistema educativo, en el que por cierto la Matemática constituía una parte fundamental del Plan de Estudios) y Gaspard Monge como principal adalid de las instituciones de enseñanza superior. La vieja Academia científica en la que el saber era patrimonio de unos pocos, que consideraba la ciencia como una vocación personal, que prescinde de la utilidad social, es abolida por la Convención Nacional el 8 de agosto de 1793. En su lugar se crea el “Instituto Nacional de Francia”, que se verá vinculado poco después a tres nuevas y prestigiosas instituciones científicas: “La Escuela Normal”, “La Escuela de Medicina” y “La Escuela Politécnica”, que tendrán la misión de formar un equipo de profesores, técnicos y científicos especializados, preparados para resolver los problemas que plantea la nueva sociedad. Al ser nombrados para enseñar en ellas a los hombres más eminentes, la Revolución creó el tipo de profesor científico, asalariado y publico, que a lo largo del siglo XIX iría sustituyendo gradualmente al gentilhombre aficionado o al científico en relación de clientela privada de la época anterior.
LA ESCUELA POLITÉCNICA
La institución educativa más importante de la Revolución Francesa fue, sin duda alguna, La Escuela Politécnica. Con ella se puso la ciencia al servicio de la comunidad nacional y del Estado y aparece el principio de la responsabilidad del poder político en la protección de la ciencia. La Escuela Politécnica fue inaugurada con solemnes ceremonias el 4 de abril de 1796 como Instituto de Tecnología, para sustituir a la antigua Escuela de Obras Públicas, pero su carácter fue completamente nuevo y auténticamente revolucionario. La personalidad individual que más destacó en la creación y desarrollo de la institución fue Gaspard Monge, que lo hizo, además, como profesor y como administrador con un entusiasmo inusitado.
En La Escuela Politécnica se quería asegurar al futuro científico e investigador una sólida base teórica porque se veía muy claro que el desarrollo de la tecnología estaba ligado al desarrollo de la ciencia pura, pero a la vez se le quería dar una aplicabilidad práctica, porque la Ciencia debía ser socialmente útil. La estructura de La Escuela Politécnica en cuanto a la organización del estudiantado era casi paramilitar; en el desarrollo del currículo no se admitían dilaciones, retrasos ni crisis. Tras un duro concurso selectivo para entrar, la enseñanza se desarrollaba en cuatro años de aplicación seria y continua. Entre los diplomados en La Escuela Politécnica encontramos a los más eminentes científicos de las generaciones siguientes: Lacroix, Chasles, Gay Lussac, Fresnel, N.Carnot,…, así como a los técnicos que construirían los primeros ferrocarriles e importantes piezas de ingeniería civil como puentes y canales.
Pero el enorme éxito de La Escuela Politécnica era debido no sólo a la seriedad en el estudio sino al clima socio‑político general favorable al técnico y al científico.En Francia, la Ciencia y la Técnica se habían convertido casi en una religión; todo el mundo estaba convencido que el futuro de la humanidad y de la República dependía de la Técnica y de la Ciencia. Los estudiantes de la Politécnica, para dedicarse a un estudio difícil, que excluía intereses de diversa naturaleza, debían estar muy concienciados de que se encontraban en la vanguardia del saber científico, de que lo que estaban aprendiendo era socialmente importante y que su futuro trabajo científico sería apreciado. El suyo no era un estudio burocrático, separado de los intereses y necesidades de la sociedad, sino que esta esperaba con ansia la resolución por parte de los científicos y técnicos de infinidad de problemas prácticos de naturaleza urbanística, higiénica, demográfica, alimentaria, etc. Sentir y conocer esto es muy importante para quien está estudiando. Una cosa es estudiar porque «hay que hacerlo» y después ya se verá para que sirve, y otra muy distinta es estudiar conociendo ya el campo de acción y la satisfacción personal y social que se obtendrá. Por eso los principios que inspiraban la formación científica de los estudiantes de La Escuela Politécnica avalaban el éxito de la institución.
Otra circunstancia que puede explicar todavía más el éxito de La Escuela Politécnica es que los maestros eran los más famosos científicos del momento: Monge, Lagrange, Laplace, etc. Antes de la Revolución el hecho de que un científico añadiera a su labor de investigación la ocupación de enseñar hubiera parecido muy extraño. Ahora, los científicos estaban politizados, y veían en la enseñanza la forma de hacer realidad el ideal de una sociedad derivada de la razón, la ciencia y la técnica.
La llegada del Imperio, con Napoleón, supuso, si cabía, un relanzamiento de La Escuela Politécnica. La función de Napoleón fue muy importante. El general, que tenía una gran formación científica, particularmente matemática y pertenecía al “Instituto de Francia”, trasladó la sede al edificio actual, impuso un estatuto casi militar y dio instrucciones al gobierno para que la institución tuviera una incidencia decisiva en el desarrollo y en la enseñanza de las Matemáticas.
Gracias a su magnífica organización, pero sobre todo debido a sus publicaciones y libros de texto, La Escuela Politécnica se convirtió en el centro educativo de mayor prestigio, de modo que llegó a ser el modelo de otras instituciones de formación, como por ejemplo la Academia Militar de EEUU, fundada en 1802.
LAS PUBLICACIONES Y LOS LIBROS DE TEXTO
La Escuela Politécnica debía definir el Plan de Estudios desde la Enseñanza Primaria hasta la Superior, lo que suponía que todos los profesores quedaban obligados a plasmar sus investigaciones en publicaciones y también libros de texto, que se harían servir en toda Francia y fueron muy útiles para el desarrollo de la Ciencia y la Educación en todo el continente. Los científicos sienten que no sólo importa su trabajo, sino también el de los demás y el que será realizado por otros en el futuro. Por eso, convertidos ahora en profesores, divulgaron sus ideas por medio de la creación de asignaturas y publicaciones útiles para los cursos académicos e impusieron una mayor difusión de los diferentes problemas científicos; de esta forma la Ciencia podía transformarse, al menos en cierto sentido, en popular. Las publicaciones se convertirían a partir de entonces en el signo más tangible de la producción de los sabios como vector fundamental de las ideas y los programas.
Bézout (1730‑1783), mientras era instructor en la Escuela Militar de Mézieres a la que asistieron Monge y Carnot, redactó una auténtica enciclopedia: Cours de mathématique de la que se hicieron numerosas ediciones, las dos primeras entre 1764-69 y 1770-72, gozando de gran prestigio durante más de medio siglo, hasta incluso, traducida al inglés, ser adoptada en la academia militar de West Point de EEUU.
Monge que fue un investigador matemático de brillante imaginación y un gran profesor, capaz de transmitir a sus alumnos su entusiasmo e inspiración, inculcó en sus inquietos alumnos de La Escuela Politécnica la necesidad de escribir libros de texto, con tal suerte que en poco tiempo el ambiente académico se vio literalmente inundado de un torrente de libros de texto elementales (en particular libros de Geometría Analítica), que contribuyeron a popularizar la Matemática, libros que se editaban y se reeditaban profusamente. Inspiradas en las lecciones dadas por Monge en La Escuela Politécnica aparecieron, entre 1798 y 1802, hasta cuatro textos elementales de Geometría Analítica: la de Lacroix (1765‑1843) con 25 ediciones en 99 años, la de Biot (1774‑1862) con cinco ediciones en doce años, la de Puissant (1769‑1843) y la de Lefrançais. Pero quizá el libro de texto de Geometría más famoso fue los “Éléments de géométrie” de Legendre, de 1794. En esta obra Legendre intenta una mejora de “Los Elementos” de Euclides a base de realizar una reestructuración y simplificación de muchas de sus proposiciones. Legendre también publicó entre 1811 y 1819 “Exercises du calcul intégral”, que llegó a rivalizar con algunas obras de Euler. Lacroix también publicó una “Arithmetique” (20 ediciones), un “Calcul” (9 ediciones) y una “Algèbre” (20 ediciones).
En estos textos hay una importante innovación de Lacroix, la introducción de los índices en las letras para señalar el orden de los términos de una sucesión, o de un conjunto de letras indicando puntos de una figura, abandonando el incómodo uso del orden de las letras del alfabeto. Finalmente Lagrange preparó en 1795 para los estudiantes de La Escuela Normal sus “Lections de mathématique élémentaire”. Todos estos textos (cuyo contenido se parece ya mucho a los textos de los mismos temas de comienzos del siglo XX) se publicaron en América y a través de ellos la Matemática francesa ejerció una influencia decisiva sobre la enseñanza americana.
Pero si hay un proyecto, mantenido a lo largo de la Revolución Francesa, que simboliza la voluntad de toda una comunidad, este es la necesidad de un nuevo SISTEMA MÉTRICO, que al vincular entre sí todas las medidas, establece un principio básico en la economía de las personas y de los pueblos, que afecta decisivamente a la vida cotidiana. Para conseguirlo fue necesaria una auténtica revolución, superadora de inercias y arcaísmos, como testimonia la persistencia de viejos e incómodos sistemas en los países donde no pudo penetrar la influencia cultural de la Lógica revolucionaria francesa. A este tema se dedicará un tercer y último capítulo, para evocar la influencia decisiva de la Ciencia y la Matemática en el devenir de la Revolución Francesa.
Pedro Miguel González