REFLEXIONAR SOBRE LAS REFLEXIONES DE OTROS

0
176

Leer continuamente que estamos metidos en un pozo de odios cruzados, que hay dos polos que azuzan el odio recíproco es una manera de entender las cosas y en mi creencia, una verdad a medias. El odio fanático tiene unas raíces profundas y que están en la propia sociedad que las contiene. Y no se odia por odiar al diferente. La naturaleza de estos conflictos tiene bases concretas. Son ideológicas, enraizadas en creencias inveteradas de las esencias de una raza o una cultura (supuestamente superior) de prácticas y modelos sociales considerados como “normales”, y que son puestos a su demonización por agentes de la “inseguridad”, que pasan por ser los partidos del arco democrático.

Vayamos por partes: desde hace un tiempo (no hace más de 10 años) pulula por una buena parte de Europa una ideología que recuerda mucho al nazi-fascismo de los años 30 del pasado siglo XX. En unos países más que en otros. En algunos lugares de Europa están prohibidas las manifestaciones de este modo de pensar y de hacer (un poner: Alemania), mientras que en otros se fomenta desde el establishment (España no está lejos de este paradigma), en Francia, en las pasadas elecciones locales se frenó la subida, un fuerte varapalo al partido de extrema derecha de Marine Le Pen, que estaba muy crecido últimamente. En Grecia están prácticamente liquidado el Movimiento Amanecer Dorado. En ciertos países del este europeo como Hungría y Polonia hay una suerte de fascismo latente en la propia sociedad y ya han sido advertidos por la directiva de la UE que no van a tolerar movimientos y acciones contra los derechos humanos, básicamente manifestados contra personas LGTBIQ.

Este fenómeno no es exclusivamente europeo, trasciende el continente y en el otro lado del Atlántico tiene su correlato: el trumpismo es el modelo. El trumpismo es una suerte de ideología política que se enraíza con los elementos más reaccionarios (machismo, nacionalismo, racismo, belicismo, violencia general) con un entronque económico ligado al neoliberalismo más furibundo, que trataría de eliminar la presencia del Estado como garante de los servicios públicos (educación, sanidad, servicios sociales, empleo…). Todo en beneficio de las empresas y de un capitalismo al que le sobra el Estado Social del Bienestar.

En España tenemos a Vox como abanderado de este proyecto, con la inestimable presencia y ayuda de un PP, el de Ayuso en Madrid, que respira por el mismo sitio que los de extrema derecha. El PP que lidera, por ahora, Casado está ligeramente más centrado, pero no mucho más (leo esta misma mañana que Casado rompe con la FAES de Aznar, que ponía una vela a Casado y otra a Abascal), puede ser un giro importante, pues los postulados de Vox tenían hasta ahora mucha influencia sobre esta formación política. Un cambio de liderazgo, bien por recomposición de estructura organizativa y de gestión o por un cambio hacia la figura del líder gallego Alberto Núñez Feijoo podría altera el statu quo de lo que ahora estamos viviendo.

El odio que se proyecta no es baladí, tiene forma y expresiones que afectan a partes muy sensibles de la sociedad. Se proyecta contra los movimientos feministas en general; se elude la expresión de la violencia machista y se le da un giro general, como si la violencia fuera recíproca, cuando se sabe que, como norma, es unilateral), se odia a las personas con género diferente al tradicional (varón/mujer), de tal manera que se considera un peligro que desestabiliza la supuesta esencia de la sociedad. V. gr.: cualquier manifestación LGTBIQ, es denostada como enfermedad y se le tiene que aplicar terapias ad hoc para “normalizarlas” algo que vulnera la cualidad y la libertad individuales; se ejerce violencia contra los inmigrantes por su condición de pobres. Los inmigrantes ricos no son problema, al contrario, son bendecidos… ¡Vaya papo! Etc. Etc.

No considero que haya reciprocidad, salvo que a los gerentes de instituciones europeas de la UE se los considere como unos agentes fanáticos del mal por hacer una defensa de los DD HH. Lo que puede haber es una gradación de las respuestas a este estado en el que la antidemocracia genera odio por los agentes de la extrema derecha, que se prodigan los parlamentos y por los medios (tal vez más de la cuenta) y que fustigan con saña los postulados de otras gentes con su lenguaje populista de buenos y malos, de españoles y de antiespañoles… y de todas las polarizaciones posibles. Todo con exhibición de mucha banderita constitucional y preconstitucional.

A mi leal saber y entender sólo hay un fomentador del odio: la extrema derecha. Lo demás son respuestas más o menos moderadas o virulentas desde la democracia a los impulsos destructivos de esas gentes. No hay equidistancia posible como se sugiere desde otros puntos de vista. No son los rojos y los azules. Sino los demócratas que tratan de preservar las instituciones y las libertades que nos hemos dado y los antidemócratas que tratan de subvertir el statu quo vigente.

El fanatismo sólo tiene un baluarte y se posiciona sólo desde un lado. No se reparte equidistantemente. La gente decente no pone en duda el valor de los principios democráticos y consecuentemente reacciona ante los embates de esta marea destructiva.

Y hay mucho camino por andar. Muchas transformaciones que aún esperan, tanto en los aspectos formales de la democracia (listas abiertas, circunscripciones diferentes a las actuales, cambiar la Ley D’hont…) como en los aspectos que tratan de blindar la democracia y preservarla de injerencias perjudiciales presentes y pasadas (que son bastantes) y frente al odio y la maldad que algunas gentes preconizan.

Sin acritud.

 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí