Aunque en nuestra actualidad usamos el término quinqui para denominar a una persona que pertenece a cierto grupo social marginado de la sociedad por su forma de vida, los quinquis son originalmente un grupo étnico de España tradicionalmente nómada y de costumbres en muchos aspectos similares a las de los gitanos, aunque no compartan su origen étnico. Se les llama también caldereros o quincalleros (vendedores de quincalla) palabra que ha pasado a la lengua común como sinónimo de delincuente o de persona de mal aspecto, razón por la cual ellos la consideran despectiva. En la década de 1950 durante la dictadura de F. Franco fueron forzados al sedentarismo y como los gitanos formaron barrios de chabolas en la periferia de las grandes urbes, principalmente en Madrid en barrios obreros como Carabanchel, Vallecas o el Pozo del tío Raimundo, en Barcelona en el barrio de la Mina de Sant Adriá de Besós y el Camp de la Bota y también en Bilbao.
Pero lo que pasó a llamarse “cine quinqui” es otra historia, surgió en un momento muy concreto de la historia de España, momento de cambio social y político, momento de inseguridad social, en el que el paro juvenil y las drogas hacían que la delincuencia aumentara alrededor de las grandes ciudades. Estos delincuentes, retratados en apenas 25 películas, son fruto de familias desestructuradas, de un nivel económico y social bajo y sin ningún tipo de estudios. La falta de este entorno familiar, de una economía fija y la falta de una enseñanza primaria son las tres principales características que hacían que aquellos muchachos tuvieran que buscarse la vida en la calle, sin más ayuda que la de sus semejantes, lo que promovía la formación de grupos de delincuentes.
Aquel género cinematográfico, bautizado desde el entorno popular sin haber recibido consideración como tal desde el ámbito académico, sería más bien un sub-género del cine negro español con claras influencias del cine de acción americano, que narraba las vivencias y aventuras de conocidos delincuentes (habitualmente jóvenes) que habían alcanzado la fama gracias a sus delitos.
La producción de estas películas, llevadas a la gran pantalla por directores consagrados como Carlos Saura, Vicente Aranda, Manuel Gutierrez Aragón, Eloy de la Iglesia y el que es considerado el padre del cine quinqui: Jose Antonio de la Loma, fue prolífica y gozó de una calurosa acogida a finales de los años setenta y principios de los ochenta, debido en gran parte a la gran inseguridad ciudadana que vivía el país en aquella época. Fue además en la década de los ochenta donde alcanzó su máximo esplendor, rodándose películas que encabezaron el ranking de las más taquilleras del cine español, otras que tuvieron un largo recorrido por los festivales de cine más prestigiosos e incluso realizándose sagas legendarias de algunas de ellas.
Otra de las características que definen el género es la forma que tienen de expresarse sus protagonistas, actores no profesionales con un lenguaje “de la calle” propio de la época, con palabras provenientes del caló o del ámbito carcelario. Los filmes están llenos de estas palabras, que la mayoría de las veces no está relacionada con su significado real, sino que más bien son metáforas o alegorías de los que se quiere decir.
Uno de los puntos álgidos de este género fue la concesión en 1981 del Oso de oro a la mejor película en la Berlinale al film “Deprisa, deprisa” de Carlos Saura.Con una duración de nueve semanas de rodaje, se trata de la película con mayor presupuesto (36 millones de pesetas) hasta la fecha y con mayor recaudación (167 millones de pesetas). La película tuvo excelentes críticas y fue el mayor éxito del productor Elías Querejeta durante sus quince años de colaboración con Saura.
El reparto de la película estuvo formado por actores no profesionales, verdaderos quinquis de los cuales dos de ellos fueros arrestados tras el rodaje por diversos hechos delictivos. José Antonio Valdelomar, actor protagonista llego a cobrar 300.000 pesetas por su trabajo en la película.
La película fue el centro de una gran polémica, en Francia y Alemania Occidental se prohibió al considerar que glorifica la violencia y la cultura de las drogas. Posteriormente, sin embargo, fue admitida con clasificaciones restrictivas en ambos países.
En principio el director y guionista Carlos Saura elaboró el film como un documental:
“Hacía tiempo que quería hacer un documental reconstruido sobre esa clase de juventud, estos delincuentes (gente tan normal como nosotros mismos), que son un problema que nos concierne a todos. Y es así porque fue recogiendo un vasto material periodístico hasta que, de golpe, que tenía a mano un tema válido para un film; un film que he ido construyendo gradualmente” .*
Con respecto a las películas dirigidas por José Antonio de la Loma, son filmes que sitúan su trama en Barcelona, ya que el director era catalán, y suelen estar más enfocadas en la acción. Estaba llenas de persecuciones con coches, huidas y tiroteos, daban un cierto aire a película de aventuras, estas películas son: Perros callejeros (1977), Perros callejeros II. Busca y captura (1979), Los últimos golpes de El Torete (1980), Yo, “El Vaquilla” (1985), Perras callejeras (1985) y Tres días de libertad (1995).
Las películas de Eloy de la Iglesia, se sitúan en el País vasco, concretamente en Bilbao, aunque también en Madrid, y están más centradas en la denuncia social, política y policial. Son películas más pausadas que se centran el los personajes y sus motivaciones. La técnica esta más depurada y dotaron al género de mayor calidad cinematográfica, son películas como: Los placeres ocultos (1977), Navajeros (1980), Colegas (1982), El pico (1983), El pico 2 (1984) y La estanquera de Vallecas (1987).
Estos tipos de delincuentes, marginados y rechazados socialmente, poco a poco se extinguieron dando paso a otros mejor preparados, con más conocimientos en armas y otro tipo de educación, que provenía de diferentes clases sociales. Aquel arquetipo de quinqui heroinómano sin orden ni jerarquía cuyos actos delictivos eran principalmente robos con violencia para costearse la droga y las juergas dejó de existir. Fue un personaje fugaz como lo fue el cine que nos mostraba su vida.
A la vez que España crecía y los medios policiales mejoraban ya solo había sitio para bandas mejor organizadas que poco tenían que ver con esos muchachos que no llegaban a la mayoría de edad y llevaban navaja.
“…que ¿te hace salir en buga a dar una vuelta? ¿te camela?…”. José Luís Manzano (el Jaro) en Navajeros (1980).
*Caparrós