QUERIDO DIARIO. TENGO PIES

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Acabo de sentarme en una terraza al sol para contarte mis andanzas. Ese sol, ese gesto, ese sentarse y ver la pluma fluir como si fuera otro el que escribiera me llena de placer. Porque ese fluir por la belleza de las olas que yo misma fabrico exagerando las curvas de tinta, no se acaban de cerrar. Además, a la “aaah” le doy ese espacio grande de la playa, de forma que se diría que se me escapa hacia la línea del horizonte. En esa “a” y su línea trazo todos los hitos de mi caminar fluído por la vida, donde, no sé por qué, decidí comprarme este jersey azul afelpado que invita al abrazo. 

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Y todo este prolegómeno, para decir simplemente que tengo pies. Con ellos he llegado hasta aquí, una vez más; esta vez con la conciencia de que me acompañan por la vida y que hacen camino sin pedirme permiso.

Los enfundo en zapatillas que los acogen y se funden con ellos. Son livianas, de un bazar chino donde recalan las ancianas para hacer de sus pies un guante. Siento cómo los dedos de mis pies colaboran, cada uno de ellos, a cada paso, en recuerdo de las grandes caminatas que mis ancestros se dieron: los de una rama, de montaña a montaña; los de la otra, de playa en playa para por fin darse a la mar.

Mis pies son acaso mis raíces que, ancladas a instantes, dan el siguiente paso para plantarse: camino y me planto; camino otro tanto y me planto de nuevo; me desprendo y me afinco; me muevo y me aposento; hasta que me enraízo en un lugar y en todas partes. A ratos soy pato, a otros saltamontes; después pantera y sabana; a ratos hipopótamo con su agua hecha de tierra.

Y todos estos prolegómenos para confesar que este verano me torcí el tobillo: ¿qué me pasa?, pensé y consulté el diccionario de biodescodificación: torcedura de tobillo = falta de dirección en la vida.

Fue entonces cuando atrabancada, a trancas y barrancas, renqueando con cierta apostura, di mis pasos a rienda, riendo suelta: “Levántate y anda”, me dije, y fue así cómo tomé dirección: caminante no hay camino, se hacen caminos al andar.

 

A todo esto, sigo bien pendiente de mis queridos tobillos y sendos pies, ya tomando una nueva dirección en la vida.

 

Gracias, mi querido diario por tus aahs, que son alas de sorpresa y compañía.

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