QUE PAYASO ERES

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Recuerdo a ese famoso payaso y mimo Charlie Rivel que usaba un aullido distintivo como parte de su repertorio para transmitir emociones y contar historias sin palabras. Este aullido, que podía variar entre la risa y el lamento, se convirtió en su sello personal y en una forma única de comunicación artística.

Charlie Rivel

Sí, tengo que reconocer que me atrae la figura del payaso, no sólo del payaso que ríe sino también del payaso que llora, que me lleva a esa mezcolanza de sentimiento encontrados, felicidad y tristeza, alegría y melancoía, como expresión subjetiva de aquellas máscaras de la comedia y la tragedia representadas por una cara sonriente y otra llorando con origen en la mitología griega que simbolizaN a las musas Talía (comedia) y Melpómene (tragedia), convertidas en la expresión del arte dramático, de la alegría y el sufrimiento, o lo que es lo mismo la dualidad de la vida, con sus momentos de felicidad y tristeza.

No se trata de melancolía o de una tristeza vaga que me sumerja en un mundo de apatía, sino todo lo contrario, de saborear en mi mundo más interior las mieles de mi existencia, y por el contrario, digerir las hieles del sufrimiento, tanto personal como del mundo que me rodea, hasta el punto que no me da vergüenza decir que me siento como un payaso que afronta la rutina de la vida y el dramatismo existencial, que me hacen manifestar sin pudor, ante quienes quiero, mi vis cómica y mi queja sin sentir vergüenza por transmitir mi capacidad de reír y de llorar, quizá buscando la empatía, o simplemente porque el transitar por este mundo me hacen ser como soy, saliendo cada día al circo de la vida como un payaso, sin avergonzarme por ello, sino que incluso me llevan a jactarme de identificarme con tal figura, sin importarme quienes por su incapacidad de reír y de llorar me apunten con su dedo inquisidor.

Qué importa la imagen cuando no es la verdadera expresión de lo que somos, que importan las formas, más allá que del respeto debido a los demás en determinados contextos y situaciones o a las propias normas de protocolo y diplomacia, y no como una mera apariencia o de una pose excesiva, incluso histriónica. Que esfuerzo y cansancio tan absurdo de autocontrol, de represión de sentimientos, máxime cuando lo hacemos  ante quienes de sobra nos conocen, con la absurda idea que esta es la forma de ganarse el respeto.

La máxima de «no trates a los demás como no deseas que te traten a ti», se convierte para mi en hacer una vida agradable a los demás, en compartir mis sentimientos sin adornos ni circunloquios, mis risas y mis llantos, pero siempre con un toque de humor porque aunque el mundo se caiga, porque me satisface reírme de la vida, amen de la importancia y necesidad de la búsqueda de soluciones a mis problema y, si está en mis manos, a la de los demás. Creo que se consigue más con la risa que sumergirse en un mar de penas, aunque cuando éstas me sobrepasen, tanto las propias como las ajenas, también procuro aullar como lo hace el payaso triste… auuuuuuu.

Sí, soy un payaso y al que no le guste o me atribuya este adjetivo en sentido peyorativo, allá él o ella, aunque tengo que decir que me compadezco de quienes ante mis risas y aullidos dicen en voz alta “mira que es tonto” o lo piensan, porque es su problema y no el mio.

 

 

 

 

4 COMENTARIOS

  1. Con su silla, su guitarra, su aullido, y su cerrado acento francés. Justo antes del aullido, recitaba unas sílabas ininteligibles, entrecortadas, hipadas, que culminaba con su sonido característico. Un genio de la puesta en escena. Este año, en el espectáculo del Circo del Sol, dos payasos me lo recordaron, dos payasos franceses cuyo único sonido inteligible era «monsieur». Es mejor ser payaso, consciente, que fúnebre. Lo duro son los payasos, involuntarios, que pretenden ser otra cosa. Estoy totalmente de acurdo contigo, querido, allá el que quiera usar ese calificatrivo de forma peyorativa, se está retratando a sí mismo. Mejor cigarra que hormiga, mejor señalado, que señalando.

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  2. Conmovedor y hermoso artículo.
    Un honesto homenaje a las verdaderas buenas formas. Y qué mejores formas ante la vida que pensarla como si de un espectáculo circense se tratara…?

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  3. Vivimos en un mundo de apariencias y de estupidez, de gente encapotada quienes sólo muestran su mejor cara y demandan respeto cuando ellos mismos no respetan a los demás. Falsedad, mucha falsedad, demasiada falsedad.

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