QUE MAREO….

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Este vaivén de noticias, ninguna buena, están provocando un estado psicótico en la sociedad que cada día hace peor la convivencia ciudadana, cuyos efectos más inmediatos son la perdida de una percepción real de lo que ocurre a nuestro alrededor, con alucinaciones y delirios que a muchos los convierte en «salvapatrias» por un día, dado que su incapacidad mental no les permite ni siquiera ser coherentes con lo que dicen y hacen.

Estamos desbordados por la gran cantidad de información que percibimos por diferentes vías, casi ninguna con una análisis imparcial de los hechos en profundidad y sólo con la intención de captar audiencia o suscriptores mediante técnicas moralmente cuestionables como son recurrir al sensacionalismo, la demagogia, o peor aún, la manipulación informativa según el color ideológico del medio, por aquello que: «a quien buen árbol se arrima buena sombra le cobija», teniendo en cuenta que, muchas veces, el mensaje o la noticia ya viene manipulada de fábrica, es decir, por aquellos que ostentan el poder político o económico.

El uso del lenguaje como arma de manipulación es, probablemente, tan antiguo como el ser humano. Es suficiente con decir a los alineados ciudadanos aquello que quieren oír para que no se salgan del redil donde quienes gobiernan o se postulan para gobernar quieren que estemos; ciudadanos que presumen constantemente de ser libres e independientes, pero incapaces de un análisis político con la cabeza en vez de con las vísceras.

Que nos cuenten que el rey emérito tenía una amante o varias, que presumiblemente ha evadido capitales y defraudado a la haciendo pública, sirve para agitar a monárquicos y republicanos cuyo encasillamiento mental les convierte en irreflexivos, a los primeros porque son incapaces de ver los errores del monarca y a los segundos porque la noticia es un acicate para agitar una bandera tricolor convirtiendo a aquel en el peor ogro de la historia; en definitiva, manifestando ambos una falta de objetividad para reconocer lo bueno y lo malo de esta institución, los aciertos y errores desde que fue instaurada la monarquía parlamentaria  tras la Constitución de 1978, lo que hace imposible un sosegado debate sobre la pugna monarquía o república.

Pero no sólo en el ámbito de la política, la manipulación informativa también se da en otros campos, como en el de la cultura, la ciencia, la economía, de mano, en muchos casos, de mediocres críticos o profesionales de unos u otros sectores con la intención de hacerse notar y, a veces, con el insano propósito de lucro personal o de las empresas que los tienen en plantilla.

Nada puede ir más en contra de la propia cultura que cuando ésta se quiere transmitir de manera enlatada sin dejar paso a la libre creación del artista, estigmatizando ciertas manifestaciones críticas con el sistema, con el poder establecido o sólo porque pretenden potenciar el libre pensamiento de las personas como destinatarios de sus obras.

De la misma manera, nada puede ir más en contra de la ciencia, cuando ésta se utiliza en contra del propio ser humano o sectorizando a los destinatarios de sus avances, en función del poder adquisitivo, como es el caso de los laboratorios farmacéuticos que nada más propician sanar a quienes tienen recursos económicos como si los pobres no tuviesen derecho a la vida, vendiendo sus productos a través de un marketing digital voraz con participación del propio sistema sanitario, donde en vez de propiciar una medicina preventiva se potencia la pastilla mágica que todo lo cura.

Una manifestación clara de esta manipulación científica la encontramos en la actual pandemia y el bombardeo informativo sobre la misma, donde en vez de haber potenciado los PCR para delimitar los contagiados y así la propagación del virus, además de otras medidas preventivas con un seguimiento real y efectivo del cumplimiento de las normas sanitarias en los diferentes ámbitos de la sociedad, incluido en el ocio, con sanciones sustanciosas a los incumplidores que ponen en riesgo la vida de los demás; pero sobre todo la unión de fuerzas de dirigentes de diferentes opciones políticas, científicos sin ánimo de lucro, además de una financiación pública, que garantice la sanación de todos y no de unos cuantos con recursos, sin que tengamos que hacernos la pregunta sobre quiénes podrán acceder a la vacuna que termine con el horror de este virus mortífero.

Y, por último, nada puede ir más en contra de la economía que la falta de equilibrio entre los recursos que potencian la producción y, en consecuencia, el consumo y el beneficio empresarial, como son el capital y la mano de obra, propiciando el desequilibrio hacia la parte más débil así como un consumo compulsivo a través de publicidad engañosa, la mayoría de las veces.

En conclusión, todo al final depende del aborregamiento de los ciudadanos. Cuanto mayor sea el alineamiento de los destinatarios de los distintos tipos de información, mayor será el mareo y la psicosis social. El miedo siempre ha sido una poderosísima arma para el encumbramiento de quienes ostentan el poder como salvadores de cuantas cosas malas nos han vendido previamente.

 

 

 

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