Puigdemont, de demócrata absolutista a mártir político

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Que lo del independentismo ha sido un sainete mal montando y peor interpretado, es absolutamente cierto. Para muestra la más patética de las diferentes escenas que nos ha dejado y, quizá de las que nos seguirá dejando esta puesta en escena de algo que, en su esencia responde a un legítimo deseo de una parte de los ciudadanos de este país y que no se ha tratado ni se sigue tratando con la suficiente profundidad, amplitud de miras y madurez política por parte de quienes nos hemos visto envueltos en una confrontación que, a muchos, de uno y otro lado les ha retrotraído a épocas pasadas, envolviéndoles un patriotismo de propiedad e imposición, de manera que quienes no nos posicionamos entre sus  filas somos algo así como unos apátridas, traidores, fascistas y no sé cuántos improperios más que que he tenido que oír, dependiendo de que mi interlocutor fuese más español o catalán.

Volviendo al tema de la más patética de las escena que nos ha dejado el independentismo es la que tratan de aparentar los actores políticos de este procés, también promotores del mismo, de que están siendo objeto de una persecución política por parte del gobierno de España a través de jueces no independientes manipulados a su antojo.

Sí, eso es lo que han dicho, tratando de mostrar al resto del mundo que en España se funciona poco más o menos que en una república bananera, recordando a un presidente del gobierno que por su bigote y su estatura me recordaba a un dictador de cuyo nombre quiero olvidarme y no me dejan; o a Españistan utilizando una expresión más actual. Y, miren ustedes, aunque yo la he utilizado para hablar del caciquismo del actual partido en el gobierno, también es cierto que cuestionar a todo un sistema judicial, del que, evidentemente, se pueden predicar muchos fallos; muy pocos han evidenciado la prevaricación, la falta de independencia  de Jueces y Magistrados,  poco más que una media docena en los cientos de casos abiertos por corrupción no sólo contra miembros del actual partido del gobierno sino también contra el principal partido de la oposición.

Que vaya por delante que a mí me gustaría un sistema más democrático que el actual, no sólo en España, sino también en el resto de democracias existente en el mundo sin olor a dictadura, que también las hay, donde primase la voluntad de los ciudadanos mediante una representación más directa a través de listas abiertas, celebración de referéndums frente a decisiones política de especial trascendencia para el país, destitución e inhabilitación permanente para el ejercicio de cualquier cargo público de aquellos políticos corruptos; amen de una jefatura del Estado puramente democrática en cuanto a su elección y ejercicio de sus funciones, son, entre otras medidas, las necesarias para que nuestra Constitución pueda dar respuesta a las necesidades que plantean los nuevos tiempos, dando respuesta, además, a intereses legítimos históricamente planteados, pero sobre todo, a los intereses de los ciudadanos que somos los principales actores en este sistema que entre todos hemos elegido por considerarlo como el menos malo para podernos organizar y que nuestra sociedad sea cada día mejor o, al menos más eficiente y eficaz en pro del bienestar de todos.

Es por ello que no se puede desmontar como pretende Puigdemont y sus acólitos todo un sistema democrático que todos hemos construido durante los últimos cuarenta años, por el hecho de que algunos gobernantes y cargos electos en general del partido del gobierno del Estado, sean peor que la escoria, por varias razones, siendo la más importante la seguridad jurídica.

Para que se me entienda, debido a que los poderes públicos tienen como principal función satisfacer los intereses legítimos de los ciudadanos, lo que también se denomina bien común o intereses comunes, es por ello que se debe dotar al sistema de un corpus legal que garantice la permanencia de los derechos durante un plazo lo suficientemente largo como para que no se vea afectado por decisiones políticas cada vez que se cambie de gobierno. Sino fuese así, los ciudadanos se sentirían enormemente frustrados, lo que al final se traduciría en un caos, en cuento a la gobernabilidad del país se refiere. De manera que la osadía, la ignorancia y, aún peor, la manipulación sibilina de los que han querido convertir a Catalunya en una república por narices, hay que tildarla sin lugar a dudas de sedición, porque no todo vale y menos cuanto se atenta contra la normas básicas que sustentan un Estado, aunque calificarlo de rebelión es forzar mucho la máquina, puesto que violencia como tal no ha existido, salvo que se considere como tal la propia infracción del ordenamiento jurídico y el caso omiso a los tribunales como el Constitucional, que también habría que reformar.

 No quiero volver a acudir  al recurso de la ignorancia de muchos al tratar estos temas, quienes sin ningún pudor por no decir la verdad, mezclan conceptos justificando actuaciones ilegales, haciéndose pasar como mártires políticos, cuando la justicia por incumplimiento de la Norma jurídica actúa.

Como he dejado entrever antes, quiero una Constitución reformada que de repuesta a intereses legítimos como el que nos ocupa, de un pueblo, territorio o nación de ser independiente, administrando cauces que sin recurrir a la vía punitiva nos lleve a escuchar la voz de un pueblo expresada con las suficientes garantías.

No se trata de blanco o negro, hay muchos matices de grises que pueden ser igual de satisfactorios, sobre todo para que no haya vencedores y vencidos, sino ciudadanos dispuestos a ceder parte de sus pretensiones en pro de una convivencia social pacífica .

Que Puigdemont and Company  continúen si quieren  con su fracasada hoja de ruta, pero no nos insulten a los ciudadanos demócratas de este país llamado España que no pensemos igual que ustedes y los patriotas de banderas en el balcón, de uno y otro lado. Pero, déjenme decirles que de mártires y perseguidos políticos, cuando no han dudado en salir corriendo, tienen más bien poco, aunque jeta, para dar y regalar.

“No se trata de blanco o negro, hay muchos matices de grises que pueden ser igual de satisfactorios, sobre todo para que no haya vencedores y vencidos, sino ciudadanos dispuestos a ceder parte de sus pretensiones en pro de una convivencia social pacífica”

Abandonen las trincheras, porque quien en estos momentos se aparten del diálogo, están demostrando su ineptitud para tratar adecuadamente este tema que urge una respuesta, sino queremos que un futuro no muy lejano nos vuelva a explorar delante de nuestras narices. Haciéndose necesario que, con la misma diligencia con la que Rajoy ha convocado elecciones autonómicas en Catalunya, las convoque a nivel nacional buscando un gobierno lo suficientemente sólido como para poder afrontar el reto de la reforma constitucional sin aspavientos ni miedos infundados que lo único que demuestra es temor a que el pueblo hable.

No puedo prometer que no volveré a abordar este tema, aunque me gustaría hacerlo porque imperase la normalidad  democrática, cosa que todavía no he conocido en este país  a pesar de mis tacos que ya tornan blanco mi cabello. Y no porque después del franquismo hayan continuado alguno de sus herederos gobernando, sino también porque la denominada sangre nueva que está ingresando en la política, en ambos lados, está demostrando no haber aprendido nada del pasado, continuando como adoctrinados mecánicos blandiendo la bandera de falsas ideologías, falsos mensajes y, peor aún, falsos salva-patrias.

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