A veces las palabras esconden oscuros presagios: nacionalismos, supremacistas blancos, xenofobia, machismo, tea party, millennials, precariedad, vulnerabilidad de mujeres, inmigración, alt right, posverdad…y nombres propios, Trump, Le Pen, Putin, Kim Jong, Maduro… que alimentan estos malos augurios.
Todos los dictadores necesitan una base social sobre la que asentar sus carencias ideológicas, y que mejor base social que aquella que sustentan movimientos políticos marginales o minoritarios, de inicio, y con un claro contenido ideológico radical, normalmente de extrema derecha, que pretenden romper la pluralidad, Franco utilizó a la falange y ahora Trump se vale de la Alt Right, grupo cuyo activismo se da a través de internet, donde sus miembros permanecen en el anonimato y son la mayoría de ellos jóvenes anti-establishment y sin jerarquía ni líderes.
Las redes sociales han contribuido a una nueva cultura y las ideas han cruzado y cruzan fronteras a una velocidad de vértigo y ese vértigo ha llevado a una juventud, que se siente desheredada por el sistema, a compartir rabia, experiencias y anhelos, ante una situación en la que se consideran traicionados por una clase política, financiera y sindical, cada una con su parte alícuota de responsabilidad, que les han robado la luz al final del túnel, dejándolos huérfanos y al socaire de los populismos. Y asi surge, como un valor al alza, lo incorrecto como argumento contra lo políticamente correcto.
“Las redes sociales han contribuido a una nueva cultura y las ideas han cruzado y cruzan fronteras a una velocidad de vértigo y ese vértigo ha llevado a una juventud, que se siente desheredada por el sistema, a compartir rabia, experiencias y anhelos, ante una situación en la que se consideran traicionados por una clase política”
Estamos ante un cambio de ciclo complejo por la aparición de estas nuevas, ya no tanto, formas de comunicar a través de las redes sociales, donde a veces la identidad es ficticia, lo que permite un mayor grado de contestación y promoción de ideas, que por su cruda exposición de la realidad calan en los sectores más desprotegidos, sectores marginados pero con un grado de formación impensable en otros momentos históricos tan reivindicativo cómo el que estamos viviendo. Este hecho hace que estos movimientos vayan asentándose con mayor rapidez y con una solidez tal que han llegado a modificar el arco parlamentario en países como España.
La realidad ha mutado hacia espacios ideológicos radicalizados, de ahí el esfuerzo, quiero creerlo asi, del líder socialista Pedro Sanchez por posicionar al PSOE en el escenario ideológico que le corresponde, un partido de izquierda sin los afeites con que el sistema financiero ha venido maquillando a las socialdemocracias europeas. Ha llegado un momento en que la ciudadanía no distinguía, apenas algunos matices, las políticas conservadoras de las progresistas y ocurre como con los cangrejos ermitaños, que ocupan las conchas de caracoles muertos para protegerse, a esto se llama tanatocresis, que consiste en el aprovechamiento que realiza una especie de los restos, excrementos, esqueletos o cadáveres de otra especie con el fin de protegerse o de servirse de ellos como herramientas. Pues bien ambos partidos, conservadores y progresistas, han institucionalizado la tanatocresis, es decir se han usado mutuamente como protección ante posibles adversarios, tanto por la derecha como por la izquierda, de tal forma que el ganador permitía al perdedor cierto grado de “utilidad” para asi tener siempre a mano una tarjeta de invitación por si había que cambiar de concha protectora. Es decir por si la bancada azul cambiaba de inquilino.
Estas tendencias vienen acompañadas de nuevos lenguajes, el lenguaje de la posverdad, término aceptado recientemente por la RAE y que definen cómo: aquella información o aseveración que no se basa en hechos objetivos, “sino que apela a las emociones, creencias o deseos del público”, es decir un lenguaje alternativo en el que la verdad pasa a ser algo secundario, el lenguaje como instrumento de manipulación de la opinión pública y a través del cual el rumor se convierte en noticia de primera plana, permitiendo la aparición de una constelación mediática, paralela a unos medios de comunicación que cotizan a la baja, mientras simultáneamente suben los nuevos “gatekeepers”, aquellos que tienen el poder de decidir si dejar pasar o bloquear la información y que tienen su laboratorio en los motores de búsqueda y redes sociales, sitios web, editoriales y canales informativos, que terminan repitiendo afirmaciones posfácticas sin argumentación. La posverdad como mentira emotiva.
En nuestro país Mariano Rajoy se equipara a Donald Trum en EE.UU y Nigel Farage en Reino Unido en la utilización de la posverdad como una potente arma de divulgación política, no solo de su ideología, sino de sus políticas excluyentes y de claro signo proteccionista de las elites financieras. El desprestigio de la verdad como estrategia política del poder institucional. No importan si un hecho ha sucedido o no, importa que alguien crea que ha sucedido.
Para el sociólogo Félix Ortega la manipulación de la información hace que el público no pueda conocer qué es verdad y qué falsedad. Esto se debería a la transformación de la comunicación política en propaganda, la pérdida de principios éticos por el periodismo actual y su sometimiento a intereses totalmente particulares así como la puesta en escena de los políticos hacia el espectáculo, la manipulación y la fragmentación de la ciudadanía.
No obstante seguimos confiando en la fortaleza de las instituciones como garantes contra este tipo de manipulación, y repetimos como un mantra frases como, ¡¡¡es un gobierno en minoría¡¡¡ , ¡¡¡la fortaleza está en el congreso¡¡¡, ¡¡¡la oposición controlara las políticas que vayan contra al interés general¡¡¡. El gobierno de Rajoy nos ha demostrado lo equivocado de estos planteamientos conformistas y la historia está para recordarnos los horrores a que llevan la manipulación de la voluntad popular a través de la propaganda política y el uso de la posverdad como herramienta de adoctrinamiento ideológico. En la Europa de los años 30 del siglo pasado existía el mismo grado de conformismo con respecto a políticas semejantes. “Una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad”. Este pensamiento fue compartido por el nazi Goebbels, el fascista Queipo de Llanos, Lenin…
Según Mark Twain: “La historia no se repite, pero rima”.