Cuando la naturaleza muestra su peor cara convirtiéndose en una fuerza devastadora el sentimiento normal ante el desastre suele ser la resignación.
La justificación de que no se puede luchar contra algo que supera nuestra capacidad de defensa, es el razonamiento lógico, sin embargo, no es del todo cierto, porque la supervivencia dota al ser humano a aferrarse a la vida de una manera tan intensa que, salvo que el pánico impere, hace que saquemos fuerzas de donde no las hay, que ignorábamos poseer.
Por otra parte, la resignación no tiene lugar cuando quienes están llamados a protegernos, no sólo como una obligación legal, sino también moral de asistencia a nuestros semejantes, son tan ineptos, que hace que ese sentimiento de aceptar lo que ha sucedido se transforme en una rabia tan intensa que, hasta nos lleva a perder el autocontrol de nuestras emociones, como evidencia este fenómeno climatológico que ha convertido a Valencia en un paisaje terrible y estremecedor, donde el fango lo cubre todo, los vehículos se amontonan anárquicamente, unos encima de otros, un gran número de viviendas arrasadas, de negocios destruidos, y lo peor de todo, más de doscientos muertos, superando el millar las denuncias de los desaparecidos… mientras todos se hacen la misma pregunta: ¿por qué no nos avisaron?, ¿por qué han transcurrido más de ocho horas sin dar la alerta a los vecinos desde que oficialmente se conocía el peligro?.
Podría seguir escribiendo, sin puntos y aparte, para transcribir ese lamento continúo, esa rabia contenida, ese drama que las cadenas de televisión nos muestran en imágenes que provocan el sollozo de la mayoría de los españoles que atónitos estamos frente a la televisión para conocer el estado de los afectados, la evolución de los trabajos de rescate y limpieza; pero sobre todo, mucha indignación por un aviso que llegó tarde y del que deberían responder los que tienen en sus manos la gestión de lo público, desde el gobierno central, pasando por el autonómico y por los ediles de los municipios más afectados.
El hartazgo de tanta desidia, de tanta inoperancia, de tanta incapacidad de una gestión sin orden en recuperar a los desaparecidos, en atender a los damnificados que carecen de alimentos, de medicinas, de agua…, de lo más necesario para cubrir sus necesidades básicas, por parte de los políticos; nos hacen revelarnos contra quienes no gestionaron bien la alerta, contra quienes son incapaces de coordinar los trabajos del Ejército, Bomberos, Guardia Civil, Policía autonómica, local y un sin fin de voluntarios particulares; quienes de forma abnegada han puesto y siguen poniendo en peligro, en muchos casos, sus vidas, demandando una gestión única, común y coordinada por parte de todas las Administraciones implicadas, pues todas tienen una parte de competencia en relación a lo acaecido, pero a cuyos gestores parece más interesarle el ataque al contrario con fines electoralistas que el poner todo su empeño y energía en buscar y dar soluciones, que en muchos casos todavía faltan por llegar después de más de setenta y dos horas desde el desastre.
Una vez más el dolor y la indignación vuelve a unir a los gobernados contra sus gobernantes, con muestras de solidaridad de todo un país. Pero quizá suceda como con todos los desastres que han precedido al de Valencia que, cuando las cámaras de televisión hagan un fundido en negro y el resto de medios de comunicación guarden silencio porque la noticia no dé para más, nos olvidaremos del número de muertos, de sus familias, de quienes perdieron sus hogares, sus trabajos, todo lo que tenían, y que pacientemente les tocará esperar a las ayudas que como siempre llegan tarde o no llegan, convirtiendo en baldías tantas promesas hechas por todas las Administraciones. Somos así, nuestra capacidad de olvidar con el tiempo hace que la solidaridad no vaya más allá del ruido que hacen los medios.
VIDEO ANÓNIMO
Desde que comencé a tener pensamiento crítico y “conocimiento de causa”, sentí asco por la clase política en general.
Ahora, contemplando la gestión que hacen en esta tragedia (similar a la que hicieron en tiempos de la pandemia), los aborrezco profundamente.
No sé si los ciudadanos de los territorios afectados tendrán capacidad de olvidar y perdonar, yo, desde luego, NO.
Un artículo escrito por ti y pensado por todos. Es terrible se mire desde el ángulo que se mire.