Al no estar entregados al uso sistemático de la razón y al hábito de la sana duda, los ciudadanos vagamos en la inconsistencia y somos carne de cañón de los manipuladores. Dejamos de influir en nuestro alrededor y de fluir en nuestra vida; en cualquier caso, quedamos muy lejos de nuestras mejores posibilidades.
¡Cuántas cosas negativas se gestan en la sombra, desatendidas! Déjenme ir a Egipto, en marzo de 1927. Salomon Cicurel, propietario de unos grandes almacenes ha sido asesinado en El Cairo. Se detiene a los cuatro criminales. Dos eran italianos, uno griego y el cuarto constaba como judío apátrida (si bien, arraigado en Italia). Los occidentales gozaban entonces de extraterritorialidad, un privilegio propio de los diplomáticos. De este modo, los dos primeros fueron entregados a Italia, sin juzgarlos y con práctica garantía de impunidad; el tercero fue enviado a Grecia. Pero el cuarto, judío apátrida que reivindicó pertenecer al Partido Fascista, fue el chivo expiatorio: juzgado en Egipto, declarado ‘alma del complot’ y ahorcado. Imaginen el rencor que tales arbitrariedades e injusticias producían entre los árabes. De todo esto habría que tener conciencia y cuidado de evitar: primero por ser inaceptable, y segundo por el daño que se incuba y que algún día estallará por algún lado; dejándonos estupefactos, sin entender nada.
En las reflexiones de Maalouf sobre la desintegración de las sociedades plurales del Levante árabe, señala la irreparable degradación moral que “en la actualidad afecta a todas las sociedades humanas y da rienda suelta en nuestro mundo a barbaries insospechadas”.
¿Cómo ha sido posible, cómo se puede combatir con eficacia y sin banal buenismo? No hay nada que hacer cuando se condena a distintos sectores sociales a la marginación o exclusión. Para incorporar a todos los seres humanos de una sociedad es imprescindible el respeto hacia sus personas. El modelo a seguir tampoco puede ser el de cupos o cuotas, hay que ir a la interculturalidad y no a la multiculturalidad. ¿Qué diferencia hay entre una y otra? La segunda enquista las identidades previas; en cambio, la primera las integra y asimila para formar mil personalidades libres, cuajadas de innumerables referencias: es la única esperanza para escapar del oscurantismo, del fanatismo, y del quebranto de la desesperación que se cierne cada día. ME