Basta con echar la mirada atrás para comprobar que los resultados del cuatro de mayo en Madrid, entroncan con hechos reiterados en nuestro país. Con el Motín de Esquilache, con el dos de mayo, con la vuelta de Fernando VII, con una forma de pensar que, intelectualmente hablando, puede considerarse históricamente perjudicial, pero es emocionalmente irrenunciable. España, Madrid, puesto en la disyuntiva, apretado hasta el abismo de la elección, elige lo suyo, lo que le piden las entrañas. Y no le importa un ardite lo que ciertas personas subidas en una superioridad moral de dudosa constatabilidad, le diga, y menos si ese discurso viene trufado de insultos y descalificaciones.
Intelectualmente hablando, Madrid, y España en general, a lo largo de la historia se ha decantado por las opciones más sospechosas para su futuro, pero, también históricamente, parece constatable que las opciones que les presentaron no fuero emocionalmente bien planteadas.
Por seguir un orden:
- Motín de Esquilache. El pueblo se amotina con la excusa del “Bando de Capas y Sombreros” y el trasfondo real de la carestía del pan, las velas y el aceite para iluminación, todo ello debido a las medidas de modernización que pretendía un ministro italiano de Carlos III. Posiblemente la intención de Esquilache fuera la modernización y saneamiento de Madrid, que vivía en una suciedad lesiva, y que vestía unos ropajes que favorecían la delincuencia y las algaradas. Sin duda las intenciones del ministro eran encomiables, pero estaban en contra de la economía y del sentir del pueblo , y ese desconocimiento, seguramente debido al origen foráneo del ministro, llevó a una rebelión que estuvo a punto de anticipar la luego llamada revolución francesa, en unos años.
- Dos de mayo. El pueblo de Madrid se entera de que intentan llevarse a los infantes a Francia, lo que suponía el abandono de facto de los reyes españoles. Encorajinados salen a la calle y la intervención represora del ejército francés eleva el levantamiento de algarada a gesta popular. Sin duda los aires renovadores de José Bonaparte y sus intenciones suponían una mayor libertad y modernización en la vida española, pero una vez más, estas loables iniciativas se toman de espaldas al pueblo, contra su criterio, y el pueblo toma la decisión de elegir lo suyo por encima de lo mejor. Pulsión frente a razón. ¿Acaso fue mejor para el país Fernando VII que José Bonaparte? Claramente no, pero las mismas formas hicieron imposible que la iniciativa prosperara.
El planteamiento de la campaña a estas elecciones ha sido absolutamente antipopular por parte del PSOE y de Podemos. No se puede atraer a la gente, mintiendo, menospreciando, ocultando y pretendiendo decirle al pueblo lo que tiene que querer, aunque sea contrario a lo que ese pueblo siente.
No se puede hablar en nombre del pueblo, al tiempo que se le desprecia por su decisión ¿De qué pueblo hablan cuando el pueblo les da la espalda? ¿Solo es pueblo el que vota lo que los autodenominados oráculos populares desean? ¿Qué lectura democrática, del espíritu democrático, se le puede hacer a quién desprecia a la mayoría de los electores porque no han votado según sus deseos y, supongo, convicciones?
Tal vez uno de los mayores errores de la, supuesta, izquierda actual, es aquel que los lleva, desde una atalaya de superioridad moral que nadie les reconoce, a erigirse en formadores de la moral popular, olvidando que su competencia no es esa, que su competencia es administrar, es escuchar y es ejecutar lo que ese pueblo, compuesto por los votantes anónimos y no comprometidos, desea y necesita. Y todo ello desde una probidad, desde una honestidad, que no pueda ser puesta en cuestión por ínfulas personales de los representantes.
No es este el lugar, no es este el momento, para enumerar y extenderse sobre los múltiples episodios de ocultación, de toreo verbal, de falta de verdad que el elenco del gobierno, y de su partido, ha llevado a cabo desde las últimas elecciones. No se trata ahora de desglosar el sistemático ataque a las instituciones, o su uso partidista, en plena campaña electoral, por parte del gobierno central. No hace falta, tampoco, recordar los episodios de enfrentamiento, las ofertas vacías de cogobierno, la falta de respeto a los madrileños, humillados e insultados en sus representantes, las políticas propias de Poncio Pilatos frente a la pandemia, sin más respuestas que aquellas que permitieran descargar las responsabilidades en los demás, pero sin tomar ni una sola iniciativa estructural o legislativa que permitiera hacer frente a la misma. No es tampoco oportuno, aquí, ahora, desglosar los episodios de ocultamiento policial, fiscal, rozando la absoluta falta de ética, por parte de una opción que además se permite presentarse como garante del espíritu democrático y de la transparencia.
Solo hay una verdad democrática que, por dura, por incómoda, nunca aceptan de buen grado los perdedores. “Cien mil millones de moscas no pueden equivocarse, coma mierda”, y si eso vota la mayoría y esto es una pretendida democracia, toca lo que toca, comer mierda. Porque lo otro, lo de hacer votar a las moscas, lo de ser representantes de las moscas, para desde esa posición llamarles sucias, infectas, repugnantes, e intentar imponer que lo que los moscas tienen que querer es chuletón, porque ese es el concepto de una dieta correcta, aunque sea intelectualmente cierto, no es democracia, es otra cosa, tiene otro nombre, y no es bonito.
Es hora de que esta izquierda de salón y soberbia, convencida de verdades absolutas imponibles, trufada de élite intelectual, se remangue y baje a escuchar a la calle y adquiera el compromiso de pelear por los problemas reales de ese pueblo del que se llena habitualmente la boca, y al que solo tiene la pretensión de decirle lo que tiene que pensar, lo que tiene que querer, lo que tiene que votar. Ya es hora de que se comprometa a trabajar por lo que el pueblo quiere, no por lo que ellos consideran que tienen que querer. Ya es hora de que intenten servir al pueblo, que es la única justificación de su existencia, y no que se sirvan de él.
Tal vez alguien no se reconozca en lo que describo, ni en lo que digo que se necesita. Yo creo que lo que intento explicar, a quién me refiero, vale para toda persona con vocación política, con la visión política de servir a los demás, y vale para todo el mundo, para toda España. Pero hoy, en este momento, pongamos que se habla de Madrid.
He leído con detenimiento el artículo y me parece un acierto en bastantes apreciaciones como la de los recuerdos históricos en los que el pueblo de Madrid tuvo un comportamiento ejemplar, a pesar de que la “legalidad” no se lo ponía fácil, pero el sentimiento, la emoción, aquello que se les estaba negando se impuso: la gente, impulsada por el sentimiento tiró al monte en lugar de achantarse.
Convengo que, en este Madrid de 2021, el pueblo de Madrid (y su periferia), harto ya de estar harto, ya se cansó de pandemia y entendió que su suerte estaba ligada más por lo emocional. Se debería hacer algo distinto para librarse del malvado virus, que los partidos del Gobierno trataban de mantener a raya, pero no satisfactoriamente en algunos aspectos. Que podría haber hecho algo más, sin duda… Llevaba más de un año con Estados de Alarma, agobios de mascarillas, de cierres perimetrales, de imposibilidad de muchos movimientos… Por ello, un buen trasvase de votos se fue hacia la abanderada de la” libertad”, que tenía otra concepción de la pandemia y que más satisfacía la parte emotiva de la vida cotidiana en tiempos de normalidad. Un acierto de los que llevaban la campaña de Ayuso, que vislumbró perfectamente el punto de inflexión para obtener la victoria.
Incluiría en el capítulo los errores de los partidos del Gobierno Central, las vacilaciones del PSOE, que quería “centrar“ su opción de gobierno en una alianza posterior con C’s, a la que este partido se negaba constantemente. De tal manera que El PSOE, que contaba con un voto que le aseguraba alguna posibilidad de ser la minoría mayoritaria como ya ocurriera anteriores elecciones (las estimaciones del CIS, un fracaso sin paliativos), y cuando comunica su posible alianza con UP, se desataron las iras de buena parte de su electorado. Había nombrado a “la bicha” (UP era un partido apestado, y el efecto Iglesias, se convirtió en un boomerang). Buena parte de la campaña de IDA, así como de la otra ultraderecha estuvieron en la demonización de los “comunistas bolivarianos” apoyada por los medios de comunicación con sus bulos y mentiras ya más que habituales. En sentido contrario, el masaje constante de la figura de iDA en los medios fue una constante.
Se lo he oído por ahí a una vecina, habitual votante del PSOE. “Dar el voto al PSOE para que “el Coletas” gobierne; ná de ná, que se lo doy a la Ayuso, que va de frente” y otros discursos similares, que minaron el voto de izquierdas (suponiendo que el PSOE sea de izquierdas).
Más que las maldades intrínsecas de los partidos que componen el Gobierno Central, que, en efecto, pueden haber cometido errores de bulto, pero creo que no justifican la victoria de IDA, que yo la atribuyo a las buenas decisiones en su campaña, que supo adivinar el momento emocional del electorado y por otro lado a los errores de esos dos partidos, sus veleidades, y que no supieron conectar con el electorado en esa parte de exaltación de la vida ordinaria sin pandemia. Ahí les faltó empatía.
Discrepo, Rafael, pero en un 70%-80% (más o menos) estoy de acuerdo contigo.
Un saludo.
Gracias Jesús, por tu comentario. Yo estoy de acuerdo al 100% contigo cuando te cuestiones si el PSOE es realmente izquierda. Es más, yo me cuestionaría incluso si UP es, más allá de su discurso, de izquierdas. Y si a eso le uno lo que una izquierda actual necesita, o debe de suponer, ya ni me lo cuestiono. Un saludo.