COMO UN POLLO SIN CABEZA

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Al principio, cuando apareció por los andurriales politiqueros de estas plazas patrias, me caía bien. O, al menos, no me caía mal. Si; lo reconozco,  me resultaba majete.

Educado, locuaz, con desparpajo y verbosidad que se echaba en falta. Ideas claras, novedosas por estos lares. Vestido para las ocasiones, impolutamente y en consonancia con las mismas.

Al oír sus proclamas de «regeneración democrática» (¿qué será eso, por Dios?), sin gana alguna de echar la casa por la ventana y sin coger raudamente chistera y paraguas a apuntarme a su partido, pues…me dejaba llevar por sus peroratas. Si no escuchándole, si oyéndole –cosas muy distintas-.

Apañaba (y los sigue haciendo) sus disertaciones y asertos con una manipulación gestual exagerada a mi gusto. El lenguaje gestual está muy bien, vale…pero no tanto; demasiadas manotadas para aquí, allá y per cuyá. A mi gusto.

Tanto gesticular con el único fin de dar más empaque a las palabras, puede interpretarse como inseguridad, falta de manejo del tema reportado e ideas a transmitir. Puede resultar estomagante y poco creíble. Como me sucedió a mí. Y a alguno de ustedes, me da en la nariz.

Pero bueno, “bien está si es que bien acaba”. Que no ha sido el caso, por cierto. Lo mire uno por donde lo mire y desde el ángulo que lo vislumbre.

Albert Rivera, líder de un partido autodenominado Ciudadanos, C’s en sus siglas, naranja como color identificativo y otras cosas más- que no vienen al caso- ha salido rana para cualquier mente medianamente lúcida.

Y anda por ahí como «pollo sin cabeza» sin decantarse hacia uno u otro lado de manera definitiva y no bamboleante como está haciendo, cual pato mareado.

Empieza a pactar con el Psoe en nombre de no sé qué aritméticas, y termina confabulándose con el Pépé a la hora de elegir la mesa presidencial del Congreso de los diputados.

A un servidor eso, lejos de parecerle medianamente serio, lo que le convida a pensar es que se trata de decisiones de polichinelas simplones y sin criterio ni raciocinio alguno. Acercándose al Sol que más le caliente y arrimando su sardina al ascua que más a punto la deje.

Acaba de unirse al señor Rajoy para, en amor y compaña, que la presidenta del Congreso sea al actual ministra de Fomento en funciones – que siempre me pareció muy maja, por cierto – , y a la par conseguir él y su partido una o dos butacas adyacentes a la misma.

¡Él! Que había pregonado hasta la pota que todo partido político aspirante a gobernar este desgobierno pasaba por no trocar ideas por sillones. Pues eso… ¡que si quieres arroz catalina, aquí te traigo dos tazas!

Amigo señor Albert Rivera, se ha llenado usted de gloria y coherencia con esta decisión. Pero hasta lo inalcanzable para cualquier mortal al paño. Al menos a mi gusto. Y al gusto también de dos rubias cacareantes que estoy oyendo – que no escuchando- ahora mismo por la tele y que deben ser habituales en programas a la sazón, porque yo las veo todos los días al cambiar de canal cuando termina el puente viejo (que, mira que es viejo ya el puentecito y su maldito secreto).

“Él! Que había pregonado hasta la pota que todo partido político aspirante a gobernar este desgobierno pasaba por no trocar ideas por sillones. Pues eso… ¡que si quieres arroz catalina, aquí te traigo dos tazas!”

¿Qué pensará de usted el señor Sánchez, con quien tanto quería? Pues lo normal en estos casos, que va usted zigzageando como “pollo sin cabeza”.

Claro que ahora le toca a él; al señor Sánchez, digo.

Me están mosqueando – y mucho – las declaraciones del mismo al populacho – es decir, a nosotros los pobres oyentes ignorantes – .

Pasa del “no es no, ¿qué parte del no es el que no entiende, señor Rajoy?”, al “a día de hoy” el no sigue siendo no. ¿Luego ya veremos según soplen los vientos y azucen el Sol y las ascuas señor Sánchez? ¡Anda ya, plis!

En la seguridad, casi axiomática,  de que el señor Rivera pondrá algún pretexto inapelable a la hora de explicarnos que su verdadero intento no ha sido otro que el de  encontrar una buena coyuntura , en buena y leal oposición, que le permita alcanzar un marco previo que garantice unas premisas mínimas para facilitar la creación de resortes que impulsen un punto de partida sólido y capaz desde todos los puntos de vista habidos y por haber, me despido de ustedes – mis queridos lectores- .

Solo apostillar que estoy casi convencido de que el señor Sánchez hará un regateo similar cuando tenga que explicar porqué concedió la abstención en segunda votación para el bien de todos los españoles, esos a los que no pretenden insultar su dignidad con unas terceras votaciones. ¡Anda ya otra vez! (Siempre les quedarán los consabidos “sacados de contexto”)

Ojalá me equivoque en este último punto, pero me da que no…me lo huelo.

Entonces les digo a todos ellos esa frase tan de moda hoy –y tan potantemente manida -: ¡No en mi nombre!

Breijo-Marquez, Francisco R. 

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