Pasear por las redes puede llegar a ser un ejercicio de riesgo, al menos para la paciencia y las buenas intenciones, sobre todo si tienes la desgracia de topar con ciertos ejemplares de la fauna propia del ecosistema, porque, no nos llamemos a engaño, la variedad de especies y entornos, permite hablar de ecosistema, incluso de ecosistemas.
Sin duda existen varios ecosistemas: el cultural, el político, el filosófico, los de convicciones específicas, los de conocimientos especializados, los intrascendentes… donde se comparten hallazgos, ideas propias, actividades o técnicas, que de alguna manera se someten al criterio de un público que oscila entre los entregados a la causa, a los que todo les parece maravilloso, incluso bodrios de difícil calificación, y los típicos reventadores que suelen sacar a pasear su mala educación, y su falta de criterio. Y entre estos dos extremos hay toda una suerte de tipos que se repiten indefectiblemente en todos los ecosistemas que queramos visitar. Pero, entre toda esta fauna que puebla este entorno no natural del que nos ha dotado la tecnología, hay un tipo de habitante que, debido a su virulencia, a su especial inclemencia, a su parasitismo intelectual, a su sectarismo impenetrable para la razón, a su forofismo populista, contamina y deforma todo lo que visita: el vampiro opinador.
Es este un individuo de pertenencia cerril a posiciones extremas y de corte fascistoide, habitualmente militante de tendencias populistas que llaman a la libertad cercenando con sus palabras la de cualquiera que no se atenga a su “libertad”, o no comparta su moral victoriana y puritana, o se le ocurra poner en cuestión los principios inamovibles del Movimiento, del suyo, claro.
Su principal característica, basta con repasar un poco su historial, es que nunca aporta nada. Medra, casi indefectiblemente, en los muros ajenos que visita para descalificar y poner en cuestión las palabras de los que tienen pensamiento propio, negando, saboteando, o intentando crear la duda sobre lo aportado.
No hay nada en sus palabras, en sus cuestionamientos, en su sabotaje permanente, que no haya sido previamente sancionado por los gurús de su pensamiento, e intentar debatir sus intervenciones es como intentar razonar con los titulares de alguna publicación afín a su ideología, una inutilidad; porque los titulares, y su falta de pensamiento, tienen una misma característica, son inamovibles: unos porque ya están escritos y publicados, y los otros porque no pertenecen a quién los emite, por lo que no pueden variar, o evolucionar.
Son, también, especialmente maleducados, y no atienden a las invitaciones a desaparecer de tu vida virtual y “rédica”, y hacen gala de su mala educación invadiendo sistemáticamente un ámbito que pertenece a otros.
Yo conozco uno, uno que se considera antifascista mientras practica un fascismo de libro, que además, y eso da una idea de su capacidad de análisis y librepensamiento, se considera masón, mientras incumple el criterio básico de la fraternidad masónica: “nunca rebatas a un hermano; si no estás de acuerdo con él aporta tu propio enfoque de la cuestión, con tus propios argumentos”.
Es posible, es seguro entre aquellos que se consideran algo por el simple hecho de haber sido acogidos en algún entorno, pero no entienden nada de él, que consideren que ese entorno se acomoda a sus características personales, intelectuales, y que son lo que dicen ser simplemente por su carnet, y por su pertenencia física. Lo he visto especialmente entre los que se consideran de izquierdas, pero solo aportan frases hechas, ideas caducas, pero ni una sola solución real al mundo miserable e injusto que estamos construyendo; ellos los primeros. Lo he visto entre pretendidos masones que ignoran sistemáticamente los principios básicos de la masonería: el librepensamiento, la libertad, la equidad y la fraternidad. Y lo he visto, con especial tristeza, entre los que comparten el dogmatismo en la pertenencia a ambas corrientes.
Es verdad que también lo he visto en otros personajes de diferentes tendencias políticas, religiosas o intelectuales, pero en ellos lo considero consustancial a sus posiciones, y me duele menos.
¿Por qué, entre los masones, está especialmente indicada la falta de respuesta entre sus miembros? ¿Por qué se desaconseja abordar cuestiones políticas o religiosas? Para no dañar la fraternidad. Cada persona, en este entorno, tiene la posibilidad, el derecho, diría que la obligación, de aportar su propio pensamiento, en positivo, con todos los argumentos y recursos que quiera utilizar en apoyo de su idea, pero jamás debe de rebatir un pensamiento de otro miembro, de otro hermano. Este comportamiento tiene dos motivos: el primero evitar los enfrentamientos personales y la ruptura de la fraternidad, y el segundo, y no menos importante, es, ante una comunidad de librepensadores, compartir la propia idea y permitir que cada persona llegue a sus propias conclusiones. Conclusiones que, una vez expuestas, también en positivo, permiten aprender a quién inició el debate, no importa si estando de acuerdo, o en desacuerdo con ellas, ya que ambas posiciones suponen un aprendizaje.
Así que, no es que esté prohibido hablar de política, es contrario a la fraternidad hacer apología de posiciones ideológicas. No es que esté prohibido hablar de religión, es contrario a la fraternidad proclamar una verdad única y desacreditar la fe, o falta de fe, ajenas. Esto permite el debate civilizado, la adquisición, sin barreras, de conocimiento, y el enriquecimiento no dogmático de los miembros de la fraternidad, en tanto fomenta el imprescindible respeto entre todos sus miembros, y aporta la riqueza diversa de pensamiento que permite la evolución.
Y quienes no respetan esto, quienes ponen en cuestión estos comportamientos, pueden vestir mandiles, pueden tener carnets, pueden ser reconocidos por personajes de su misma cuerda, pero jamás serán lo que dicen, lo que creen ser. Su propio dogmatismo se lo impide, su propia falta de caridad se lo impide, su propia actitud los hace impermeables a la avidez interior imprescindible para iniciar el camino.
Sigan los vampiros intelectuales, incluido el que inspira este artículo, su camino de ensuciar y entorpecer todos los intentos de lograr una sociedad justa, libre, equitativa y feliz, en aras de distopías rancias de fracasos contrastados. Yo seguiré mi camino y aguantaré sus intentos de chupar rueda, o sangre, de mis ideas para evidenciar la falta de las suyas, con más paciencia que la tenida hasta ahora, que remedio me queda, pero con la firme convicción de no compartir ni un solo instante, ni un renglón, ni una actividad, salvo las inevitables, con ellos, con él.