PACTOS, ¿QUÉ PACTOS?

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Que España necesita un acuerdo nacional para afrontar la salida a la crisis que la pandemia del covid-19 nos dejará es algo que tiene claro cualquier ciudadano de a pie. No hace falta ser politólogo.

Otra cosa es que los líderes políticos sean capaces de ello. Aquí todos elaboran posibles escenarios en los que su formación o ellos mismos no salgan malparados o, mejor aún salgan beneficiados.

No se que es peor si el estilo “bondadoso” del tándem gubernamental –Pedro y Pablo-, o del tándem iracundo y ofendido de la derecha –Pablo y Santiago-. Tiras y aflojas a ver quien saca el mejor partido al pacto o al no pacto.

No parecía Sánchez muy entusiasta, con el anunciado “Pacto de la Moncloa 2”, sí tras pedir “unidad y lealtad” de forma repetitiva y calculada, con cadencia casi musical, lanza la andanada de insultos y desprecios, que vomitó la boca de su portavoza Adriana Lastra. El desinterés de Casado, y sus huestes, quedo patente en las descripciones horrorosas y reiterativas del perfil del Presidente del Gobierno, junto al nacional-patrioterismo voxiano, abundando en los tópicos miedos de la colectivización judeo-masónica-comunista-chavista que al parecer pretende el –nada comunista- populista –eso sí- vicepresidente segundo Don Pablo Iglesias Turrión.

Cabe destacar de este último las encantadoras formas, cuasi beatificas, con recogimiento de manos incluido, del redescubridor de la Constitución del 78. Causa sonrojo esas actuaciones de cara a la galería electoral. De martillo de “cristianos” a santo patrón, tras la caída del caballo en mullido sillón ministerial.

Que finalmente habrá pacto parece evidente. Otra cosa es quien se lleva el gato al agua, es decir, quien lo rentabiliza sociológicamente, o dicho de otro modo, quien se hace dueño del relato… y ahí esta el meollo de la cuestión. Es la estética y no la ética la que marca la agenda política en España.

Que habrá acuerdo, por supuesto. Pero el problema es si sirve para canalizar los valores fraternales que la sociedad española –y europea- ha mostrado en esta crisis sanitaria o si primaran los criterios marcados desde la UE del norte, que claramente condenan a la subsidiariedad a la UE del sur.

La Sanidad. Fortaleza o talón de Aquiles.

Aquí en España la ciudadanía ha entendido la importancia de tener una Sanidad Pública al servicio de la nación. Eso implica dar marcha atrás a todos los procesos de privatización y recortes de lo público, realizados principalmente por la derecha en las Comunidades de Madrid y Cataluña. Habrá que repensar si 17 sistemas sanitarios son más eficientes y eficaces que uno solo, no solo en costes –eso es evidente solo pensando en economías de escala-, también en la capacidad de garantizar el mejor servicio a cualquier ciudadano viva donde viva.

No es admisible la distribución de camas hospitalarias por comunidades autónomas que el siguiente grafico nos indica:

El caso de Cataluña es el más llamativo con solo un 42% de camas de titularidad publica. Son 17 modelos de sanidad pública que rompen la igualdad. Es evidente que un sistema único tiene claras ventajas económicas, a ello hay que sumar, necesariamente, la voluntad de mantener e incrementar los derechos sanitarios de los ciudadanos.

Recesión.

Auguran gurús económicos que nos viene una recesión producida por el parón productivo decretado desde el poder político, que será profunda y, si se implementan todas las inyecciones económicas públicas, será breve. Destacan la gran capacidad del sistema (neo-liberal) para adaptarse a los cambios. El gran debate –que ya apuntaba al inicio- es saber la orientación de esos cambios. La apuesta, hace tiempo, del sistema (neo-liberal) es la privatización de los servicios públicos. Podría decirse que si la Troika, el FMI o la Comisión Europea recetan algo para rescatar a algún país es privatizar, privatizar y privatizar.

Si algo bueno hemos de sacar de esta crisis sanitaria es que los servicios sociales es esencial que sigan en manos públicas. En manos públicas al 100%. Este es uno de los primeros principios para ese pacto ”Moncloa 2”.

Y si queremos evitar que sea profunda y larga hay que asegurar los puestos de trabajo y la pervivencia de las PYMES y en ello el estado es esencial. Mantener al estado al margen de la economía como mero árbitro o regalador de prebendas y concesiones, es allanar el camino a un cambio hacia una sociedad menos equitativa. No sería la primera vez que desde la derecha liberal se apoyan procesos en que el estado es motor económico.

Europa.

China se configura como hegemónica, mientras EEUU entrará lentamente en decadencia, no sin muchos sobresaltos, y Europa necesita reconfigurarse para, por un lado, liberarse de la dependencia norteamericana, y por otro para constituirse en motor de progreso.

Ambas cosas no serán posible si no asume, de una vez, el proceso de unidad y se abre a un concepto económico menos neo-liberal –Si la socialdemocracia es un invento europeo se nota poco-.

Las tensiones norte/sur habituales en la UE se han manifestado descarnadamente al plantear desde Italia y España la necesidad de mutualizar la deuda –los coronabonos-, demostrando una vez más que las clases sociales se reproducen entre los estados europeos –como en todo el mundo- y que los arcaicos prejuicios calvinistas se mantienen en el norte de Europa.

Afrontar la unidad implica reconocerse como iguales los estados miembros –ahora  hay países de primera que vetan cualquier decisión desde prismas localistas-. Establecer una fiscalidad común –que impida competencias desleales entre estados-. Un Banco Central Europeo sometido al control del Parlamento Europeo y que no trate a los estados miembros como empresas y a los bancos privados como privilegiados –no parece tener mucha lógica que el BCE preste a un coste cercano al 0% el dinero a los bancos privados para que estos se lo presten a los estados a un a interés de mercado… extraño mecanismo que crea un mercado jugoso para la banca y una condena a los estados a incrementar indefinidamente su deuda pública-.

Existen muchos organismos en la UE que no son elegidos democráticamente y toman decisiones sobre el devenir de sus ciudadanos, mientras el Parlamento Europeo –único con poder representativo- tiene menos competencias que un parlamento estatal.

Acabando.

El que gobierna siempre tiene mayor responsabilidad. Señores Pedro y Pablo, menos prepotencia con los que necesita en España y más exigencia en Europa.

Y ahí lo dejo.

Nou Barris, Barcelona. Viernes, 17 de abril de 2020.

Vicente Serrano. Miembro de la Junta Directiva de la asociación Alternativa Ciudadana Progresista. Autor del ensayo EL VALOR REAL DEL VOTO. Editorial El Viejo Topo. 2016

 

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