“Los retos de la vida no están ahí para paralizarte, sino para ayudarte a descubrir quién eres”. Bernice Johnson Reagon
Desde que la maldita pandemia hizo acto de presencia en nuestras vidas, echando raíces para aguantar tiempo, quien sabe si para solucionar problemas de los que somos responsables como la súper población del planeta y por ende, de la súper explotación de los recursos naturales y otros desastres que están convirtiendo nuestro transitar por este mundo en una interminable esquizofrenia ante la necesidad de cambiar nuestros modos de vida por otros diferentes, para de esta forma poder asegurar nuestra propia supervivencia y de nuestros descendientes, si es que sobrevivimos al virus, pues aún, la previsible vacuna, no todos vamos poder ser vacunados, además de por lo muchos villanos que nos encontramos en nuestro día a día.
El hachazo del Sars Cov 2 que está cortando los tentáculos del monstruo en que nos hemos convertido, tal vez, quien sabe, con la intención de equilibrar la balanza que hemos sobrecargado con nuestra prepotencia, no para el crecimiento personal o social sino para llenar nuestros buches y estimular nuestros sentidos con vicios inconfesables que ocultamos tras una apariencia de gente buena, tan buena como los “buenismos” que predicamos pero que somos incapaces de interiorizar, por aquello que los buenos son los tontos de los que los demás se aprovechan.
Tal vez, cuando llegue el día en que se pueda decir que hemos contenido el virus, ese monstruo humanoide haya perdido fuerza, pero sólo eso, fuerza, no la predisposición a seguir destruyendo con sus tentáculos el verdadero sentido de la vida y así recobrar poco a poco su poder destructor.
El virus no nos está ayudando a ser mejores, ni siquiera ser conscientes que nuestra vida está pendiente de un hilo, pero sí a convertir a unos en héroes y a otros en villanos, cuando unos no lo son tanto ni los otros tampoco.
Y es que, siempre necesitamos de fotonovelas para sentirnos bien. Bien como héroes ungidos por una mano superior o bien como villanos fruto de un sistema que alimenta la rebeldía de los parias. Fantasías que dan sentido a las aburridas vidas de los que se han perdido en su peregrinar por este mundo, de los que piensan qué mejorar como personas es algo que solo corresponde a los santurrones que se refugian en laa iglesias o, sólo porque han caído en la monotonía de los días que se concatenan en una línea del tiempo estancada, viéndose o sin verse en un remolino de miserias que cada vez les surmergen más en un abismo lleno de los vómitos de ese monstruo con forma de hombre.
Pero, ¿quiénes son en realidad los héroes y quiénes son los villanos?.
Se han santificado determinadas profesiones por su convivencia estrecha con el virus, a lo que hay que reconocer el sobreesfuerzo en su trabajo pero, donde no están todos los que son ni son todos los que están, porque, a veces, no son determinadas profesiones las que están dando más de lo que pueden sino sólo personas que sin bata blanca y pertenencia a gremios con o sin uniforme se comportan con la suficiente prudencia para poder arrinconar al mortífero virus, o sólo por extender su mano para aliviar sus efectos en alguien al que ni siquiera conocen… Héroes anónimos, desconocidos, personas valientes que les impulsa el deseo de hacer de este mundo un mundo mejor.
Como villanos sólo deberían considerarse a quienes con absoluta imprudencia e inconsciencia exhalan por su boca sin ningún tipo de protección el virus, condenando a muerte o, en el mejor de los casos, a una enfermedad con efectos irreversibles a una sociedad a la que considera culpable de todo lo malo que le ocurre o esta acaeciendo.
Pero, también son villanos y, en un grado superlativo, los que han abiertos las aulas de colegios e institutos sin ningún tipo de control y de medidas preventivas más que abrir las ventanas , aveces formando un circuito de aire que no se renueva, sin informar a los padres de los contagiados -no de lo sujetos por aquello del derecho a la intimidad- sino de los casos existentes en cada aula sometiendo a control al resto de compañeros, vigilando a los alumnos en los descansos, sino por los profesores cuando salen del recinto a la vía pública, sí por las policía. Que imprudencia en nombre de la educación y de la enseñanza obligatoria, todos al cole como borregos cuando se sabe que los niños mayores de diez años contagian igual que los mayores, pero con un problema añadido, que son en mayoría asintomáticos y, por lo tanto son fuente de contagio sin saberlo.
Sin embargo, se identifica villanía con juventud, cuando no todos los jóvenes son tan imprudentes como los que salen en las noticias en fiestas clandestinas, destruyendo el mobiliario urbano como reacción contra el sistema o escupiendo a los policías que tienen como misión mantener o recuperar el orden público.
Otras veces, los héroes reconocidos no son tan héroes como se nos quiere mostrar, convirtiéndose en villanos amparándose en protocolos del sistema para dejar sin asistencia a personas que son víctimas de enfermedades ajenas a la Covid bajo la escusa de la saturación de hospitales o del cierre a consultas en centros de salud de asistencia primaria, permitiéndose la imprudencia de diagnosticar a través del teléfono y que más de una muerte han ocasionado.
No hay que ser médico, ni científico, o cualquier otra profesión en la vanguardia, trato, o proximidad al virus para ser un héroe o, por el contrario, ser joven para ser villano. En ambos casos es una cuestión de actitud o predisposición sin ínfulas de ser mejor o por prejuicios de antisistema con elucubraciones mentales de conspiraciones gubernamentales.
Por último, tampoco debemos olvidarnos de quienes en las horas pares son héroes y las impares villanos, o bien héroes durante el día pero que la noche les confunde, eso sí, con la arrogancia de considerarse un buen ciudadano o ciudadana que necesita desestresarse.
Tampoco quiero dejar en el olvido a aquellos guardianes de la seguridad tanto con uniforme como sin él, que si ya de por sí eran proclives a uso de la “autoritas” ahora lo son todavía más, amparándose en la situación actual para un uso desmesurado de la fuerza, incluso para la restricción de derechos fundamentales que no pueden limitarse nada más que mediante Leyes Orgánicas, como la declaración del Estado de Alarma que corresponde en todo caso al gobierno central y no a los gobiernos autonómicos que por su incapacidad de gestionar la situación están generando una estado de inseguridad jurídica que lleva a los ciudadanos a no saber lo que pueden o no pueden hacer y, en el que otros muchos se refugian para no cumplir con lo que forma parte del sentido común, lavarse las manos muy a menudo, distancia social, llevar mascarilla y no exhalar el humo de sus cigarros a los que están a su alrededor o transitando cerca.
Estas cosas tan fáciles, aunque a todos ya nos están tocando algo más que las narices y nunca mejor dicho, nos pueden convertir en héroes y, en contraposición, en villanos que necesitan algo más que mano dura, el problema está que, a veces, el gustillo a utilizar la fuerza convierte en villano a quienes no lo son.