Hace unos días, cuando más absorto estaba en mis cosas me hizo volver al mundo de los mortales unas voces que, por su estridencia, pusieron a prueba mi ritmo cardiaco. Un adolescente, con aires de “yo me como el mundo” y “a los que en él están”, creo que ni siquiera llegaba a la mayoría de edad, estaba profiriendo insultos y amenazas a un hombre de edad cierta y cierta edad, que le había recriminado, al igual que a su compañía, por llevar la mascarilla colgada del cuello, quizá para tapar la ausencia de nuez que evidenciaba su inmadurez. Púberes todos ellos que se comen el mundo y se creen por encima del bien y del mal y, por tanto, inmunes al virus.
Estamos ante lo que hemos construido, niños a los que se superprotege y se les mima en exceso, hasta el punto que, cuando no obtienen lo que quieren recurren a la pataleta, a la agresividad, a la exigencia de un mundo a sus pies, convirtiéndolos en dependientes de un mundo onírico y servil, donde las obligaciones no existen, donde el respeto a los mayores brilla por su ausencia, convirtiéndose sus progenitores en sus defensores a ultranza cuando no hay nada que defender ante las exigencias de un entorno que los quiere ver dignos sucesores del futuro de nuestro mundo, siendo siendo su comportamiento el propio de los macarras, por su chulería y agresividad, lo que convierte a tales progenitores en responsables de lo que son y hacen de sus hijos, claro está, salvo excepciones, que las hay. Nadie puede creerse, como dicen ellos, que en casa son críos normales siendo la calle la que los hace malos, aparte de las malas compañías.
“Yo no puedo controlar a mi hijo cuando sale a la calle”, afirman muchos padres, pensando que su descendencia “quasi modo geniti infantes”, son corrompidos por el mundo externo convirtiéndolos, a veces, en psicópatas; sin embargo, ves que cuando los padres se convierten en defensores de sus hijos, incluso frente a quienes tienen encomendada su formación, dígase profesores o maestros, que no su educación, ante conductas poco apropiadas en el aula, los niños no son más que una calcomanía de los padres.
Los niños tienen que ir a la escuela educados de casa, porque es dentro del hogar donde empiezan a abrirse al mundo que les rodea, partiendo de ahí su socialización convirtiéndose los padres en un referente para los niños, porque no tienen otro.
Los maestros o profesores no pueden hacer lo que a los padres le corresponde por naturaleza y por ley, al atribuir ésta a los padres la responsabilidad por los actos de sus hijos, como lo hace el Código Civil que regula el daño causado por un hijo menor de 14 años, o por un hijo mayor de 14 pero menor de 18, siempre que el acto no revista caracteres de delito, estableciendo en su artículo 1903 la responsabilidad de los padres por los actos de los hijos que se encuentren bajo su guarda, pudiendo liberarse de dicha responsabilidad cuando prueben que emplearon toda la diligencia de un buen padre de familia para prevenir el daño.
Así mismo, la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, por la que se aprueba el Código Penal, en su artículo 120 declara responsables civiles a los padres y tutores, por los daños causados por sus hijos mayores de 18 años que estén sujetos a su patria potestad o tutela y que vivan en su compañía, supeditado a que haya mediado por su parte culpa o negligencia.
Por último, la Ley Orgánica 5/2000, de 12 de enero, de Responsabilidad Penal del Menor se aplica para el caso de que un menor de entre 14 y 18 años realice un acto que se tipifique como delito en el Código Penal o las leyes penales especiales, y ese acto haya causado un daño, regulando en su artículo 61.3 la responsabilidad solidaria de los padres, tutores, acogedores, y guardadores legales o de hecho, por este orden; si bien, si no se ha favorecido la conducta del menor con dolo o negligencia cabe la moderación de su responsabilidad por parte del juez.
No es broma, son los padres los responsables de la educación de sus hijos, porque tampoco lo es que cada vez los niños y púberes estén peor educados, no siendo válida la excusa que son la sociedad, los medios de comunicación, incluso los profesores, los culpables, porque los progenitores tienen que poner toda su voluntad en conocer y controlar el comportamiento de su hijo dentro y fuera del hogar.
No es fácil educar, nadie lo niega, como tampoco es fácil vivir en un mundo sin principios y valores, precisamente porque hay algunos padres que no hacen bien su trabajo de educar. Es la pescadilla que se muerde la cola. No es suficiente con trabajar para dar una buena vida a nuestros hijos, una mejor a la que nosotros tuvimos. Hay que robar horas al tiempo como sea para dedicarlo a nuestros hijos, sino tendremos lo que tenemos y no nos extrañe si un día llega una multa a nuestra casa por el comportamiento antisocial de nuestros púberes, eso siempre que no hayan sobrepasado la línea roja del delito y pueda dar con sus huesos en un correccional para menores. Insisto.. no es broma, y tampoco exageración.
No estoy seguro que el articulista no esté confundiendo civismo y educación con sumisión y conformismo. Si aceptamos una limitación a nuestra libertad sin la necesaria justificación, ni lógica ni razonable ni científica, sólo porque la dicta un comité de expertos inexistente, cómo estamos actuando? civicamente? civilizadamente? o estúpidamente?
Creo que al articulista le ha faltado humildad para considerar que el joven objeto de sus lamentaciones tuviera motivos y razones que él desconoce. O quizá piense que la rebeldía necesita ser vacunada. Yo creo que la rebeldía es la vacuna que nos protege del adoctrinamiento disfrazado de educación.
Admitir la rebeldía como vacuna contra la sumisión y el adoctrinamiento cuando va acompañada de mala educación que es en lo que se basa el artículo, esta atentándose contra el civismo, demandar que, si para que no haya adoctrinamiento hay que insultar a un señor que exige civismo y protección de la salud pública como “puto viejo”, mal vamos, bueno va mal quien ha hecho el comentario anterior que en nombre de la rebeldía admite la violencia verbal contra quien actúa cívicamente.
Puedo compartir el contenido del artículo en el sentido de que la educación de los jóvenes debe ser asumida por los padres y no delegada en otras instituciones, y más aún, debe ser preservada de las mismas y de la abrumadora influencia de la cultura audiovisual en la medida de lo posible. No comparto el ejemplo utilizado para aplicar ese punto de vista, ya que no conocemos qué fue lo que provocó la reacción del chaval. Obvio.
Mi comentario obedece a la intencionalidad que percibo en el artículo, que es la de sumarse a la caza de brujas contra no somos capaces de ver el traje nuevo del emperador en forma de pandemia.
Contra QUIENES no somos capaces de ver el traje… (autocorrección).
Querido Amigo Simeó, yo sí fui testigo y sucedió lo que digo en el artículo, ni más ni menos. Yo no ando con juego de palabras como tú, creo que he sido muy claro y conciso. Intención de encubrir o disfrazar emperador de coronavirus es una deducción tuya. Yo sólo hablo de la educación de los jóvenes y no de todos, como también indico en el artículo. Puedes suponer lo que quieras pero a mí no me atribuyas lo que tú piensas que yo pienso, al menos antes de hacerlo, puedes preguntar. Gracias por tu comentario aunque no lo comparto y un saludo.
Agradezco el tono respetuoso de tu contestación y procuraré corresponderlo, ya que me parece algo primordial. Son bienvenidas también las aclaraciones que sirvan para ampliar tu primera exposición.
Ocurre, no obstante, que en ningún caso se da cuenta de la increpación que dio origen al episodio, ni en sus términos ni en sus formas, por lo que puedo deducir, con toda propiedad, que lo consideras irrelevante y que tu censura está principalmente referida a la negativa a portar mascarilla, deducción que queda confirmada además por el grafismo que acompaña tu artículo. El artículo alude a quienes nos negamos a la obligatoriedad de las mascarillas, si es que hemos de ser claros; como mínimo yo entiendo que incluyes entre las personas incivilizadas a los que no aceptamos la imposición de las mascarillas y varias otras imposiciones. También puedes tú desmentirlo, por supuesto que sí.
La metàfora del “traje nuevo del emperador” es lo suficientemente conocida como para no necesitar aclaración, pero ya que se me pide, gustosamente aclararé esta expresión así como también la de la “caza de brujas” y por qué aplican al artículo.
Ya dije que para establecer una prohibición es exigible una justificación válida. Válida = basada en datos ciertos y en la proporcionalidad entre la magnitud de las restricciones y los daños que se pretenden evitar m, a fin de que el remedio no sea peor que la enfermedad. Para resolver tal dilema (democràticamente) se necesitan dos cosas al menos: 1. Acceso abierto y fidedigno a los datos reales, y 2. Una ciencia que no esté corrompida. Cuál es el acceso fidedigno a los datos reales? Los periodistas? Los médicos? El comité de expertos? (hay no, que no existe, perdón!)? Sólo un dato: la declaración oficial de pandemia por gripe A por parte de la OMS en junio de 2009 fue considerada como fraudulenta por resolución de la Asamblea Parlamentaria de la Comisión Europea, la que tras diversas comisiones de investigación responsabilizó a los lobbies farmacéuticos de planificar una campaña de miedo…. sigo?
Pregunto, cumplieron algún papel los mass media, el estamento sanitario oficial, el colectivo médico, la profesión periodística… en destapar el fraude? o más bien en implementarlo?
Punto 2. Está la ciencia (hegemònica) corrompida? Brevemente. No se puede prohibir un remedio natural ni cualquier cura médicamente documentada (caso de la artemisa annua y del dióxido de cloro para la cura de la malaria) como de hecho ocurre, sin aportar demostraciones completas para ello, no en nombre del método científico. Es el que prohíbe el que debe demostrar, no el que cura. La medicina oficial y toda investigación médica está sujeta a exigencias completamente ajenas al interés de la salud; la principal de tales exigencias es la de no curar sino, como mucho, cronificar. Ello por sí solo explica que toda la sanidad oficial esté necesariamente sometida al control de la industria a todos los niveles, científico, académico, político institucional, mediático… Y eso lo puedo decir porque yo no nací ayer y porque es mi opinión.
Quizá esté cercano el día en que se demuestre que todo este circo del coronavirus no es más que una vulgar y macabra estafa. Entonces quedará bien claro qué significa eso que conocemos como normalidad: la vieja situación en la cual nos pueden estafar y joder como y cuando les dé la gana a los de siempre. No sin la colaboración de la caza de brujas a la que me refería.
Espero haberme expresado en esta ocasión con satisfactoria claridad. Un saludo