NUESTRA PROPIA IMAGEN

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La imagen no es más que la percepción visual de algo o alguien, que puede ser real o imaginaria, de manera que como percepción supone una toma de conocimiento por medio de las impresiones que comunican los sentidos.

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Cuando la imagen se refiere a uno mismo suele ser resistente al cambio debido a inseguridades, miedos, mayores necesidades, incertidumbre y otras actitudes, incluso cuando percibimos una imagen satisfactoria de nosotros mismos, olvidándonos que el cambio, incluso en una persona narcisista, es necesario, no sólo como adaptación al medio sino también para corregir nuestros propios defectos y terminar con  nuestros peores enemigos que no son más que nuestros propios fantasmas. De manera que el cambio se convierte en ocasiones en necesario para el buen funcionamiento de nuestro yo, así como por necesidad de adaptación al medio y aceptación social.

Esa imagen de uno mismo se puede referir tanto a elementos objetivos, como son la altura, peso, color del cabello, género, cociente intelectual…, entre otros,  pero los más importantes son los elementos definitorios de nuestra personalidad que hemos ido forjando fruto de las experiencias personales o por la internalización de los juicios de valor propios o ajenos.

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Una definición simple de lo que representa la auto-imagen sería la respuesta a la pregunta – “¿Qué es lo que cree o piensa la gente de mi?” y que puede llevarnos a una necesidad de cambio o por lo contrario a un conformismo con nuestra imagen, deviniendo el problema cuando cualquiera de ambas posturas tiene connotaciones negativas, como son el exceso en querer resultar suficientemente aparente o atractivo a los demás,  como necesidad de aceptación, que en el caso del conformista normalmente viene marcada por un complejo de inferioridad de creerse que nunca podrá llegar a alcanzar un cambio satisfactorio o evolutivo.

No obstante, ambos en su justa medida, pueden resultar favorables, siendo importante ser aceptados por los demás, sin llegar a una preocupación excesiva por inseguridad que nos lleve finalmente a una neurosis histérica en la que nos percibamos a nosotros mismos a través de una interpretación desenfocada que nos genere angustia, ansiedad, depresión y otra serie de síntomas físicos de diversa índole de origen somático; del mismo modo que la crítica enfocada al cambio nos debe llevar a la consciencia que siempre es posible sin tener que perder nuestra propia identidad, sino dirigida a corregir esos defectos que percibimos como fantasmas, contribuyendo de esta manera a la propia aceptación y la de los demás sin complejos, porque debemos ser conscientes de que nadie es perfecto,  incluso los que engolados por su propio narcisismo se creen los únicos y los mejores.

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Debemos tener presente que lo que debe imperar es nuestra propia felicidad, de manera que el cambio perseguido tenemos que enfocarlo en primer lugar a nuestra propia satisfacción en la que, indudablemente, va a influir el juicio de los demás, pero sin perder la perspectiva de que si nosotros somos felices haremos felices a los demás; sin embargo, si transmitimos miedo y frustración al final esa será la imagen que el mundo externo perciba, resultando al final personas tóxicas e inseguras. En definitiva, debe ser nuestra personalidad la que enamore, y la corrección de nuestros defectos, no una necesidad imperiosa y angustiosa de aceptación sino de crecimiento personal. He dicho.

1 COMENTARIO

  1. Desde luego nuestro mayor sufrimiento es vernos reflejados en espejos de feria propios y ajenos.

    Este artículo es una joya, porque invita a una reflexión fundamental.

    Muchas gracias.

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