Una amable lectora me ha pedido que le especificara, si me fuera posible, las palabras que Josep Pla le dedicó a Julián Fuster Ribó y que referí hace unos días en Julián Fuster, un ‘58’, el cirujano militar y comunista que se exilió en la URSS al acabar la Guerra Civil y que estuvo siete años encerrado en el campo correccional de Kengir (Kazajstán). Con mucho gusto le puedo responder que se hallan en su dietario Notes per a Sílvia (1974), que Xavier Pericay ha traducido al español, y donde Josep Pla rememora el infarto de miocardio que tuvo en verano de 1972, estando en el Ampurdán.
Pla tenía 75 años de edad y, a los primeros síntomas, no tardó en solicitar que fueran a Palafrugell a buscar al doctor Fuster y lo trajesen a su lado, si era posible. Así fue, y de él recibió las primeras atenciones que le eliminaron el dolor del infarto y le condujeron a su recuperación en una clínica barcelonesa.
En las páginas finales de este dietario Josep Pla refiere que su hermano era vecino del doctor Fuster. Ahí describe que éste “es una gran persona, muy inteligente, muy desengañado, de un escepticismo total. Ha vivido treinta años en Rusia (fueron veinte), una temporada en la Cuba de Castro (muy breve), en el Congo… Ahora vive entre nosotros, lo que es muy de agradecer. Es un hombre que lo entiende todo porque prescinde de los prejuicios y de los convencionalismos. He tenido ocasión de hablar con él de muchas cosas. ¡Qué vida más larga, difícil y navegada! Lo sabe todo –se entiende, todo lo que dicen los diarios y los libros. Es el hombre de Palafrugell que más dinero gasta en papeles impresos”.
Yo quiero destacar una de estas frases (entendí que no procedía hacerlo en mi escrito anterior). Dice del doctor Fuster que “es un hombre que lo entiende todo porque prescinde de los prejuicios y de los convencionalismos”.
Es rotundo ese “lo entiende todo”. ¿Qué quiere decir? Que se hacía cargo de todo lo que de veras importa (y esto va más allá de los libros y de la letra impresa que él sabía interpretar con ‘escepticismo inteligente’). La razón del saber estar de aquel hombre -que en esa fecha tenía ya los sesenta años de edad- residía en que prescindía “de los prejuicios y de los convencionalismos”, justo de lo que está de más en la vida: consentirse vivir en el prejuicio y en el formulismo rígido, hueco y que con prepotencia se pretende inapelable. Importa notar que Pla no hacía aquí mención alguna de los siete años que Fuster pasó en un Gulag, ni aprovechaba para hacer burda propaganda anticomunista. Muchos no pasarían por alto tal ocasión.
Tengo por evidente que hay que huir del partidismo como de la peste, sea del tipo que sea. Con él se cimentan graves y dañinos males, como son la discordia, el odio, la sinrazón. Y a su alrededor se orquestan sonoros coros impersonales. La mejor vacuna contra esa emoción corrosiva es alentar voces que se eduquen fuera de los ecos y de los grillos, que esperen su turno de intervención y lo hagan yendo al grano, con elegancia y aplomo, lejos de prejuicios y frases hechas.
Espero que esto sea lo que me pedía mi Silvia particular. En todo caso, lo he querido compartir con ustedes.