En Siria, todas las balas tienen dueño, dice Karrum. No se dispara sin orden. Se mata porque se ordenan muertes sistemáticas de un pueblo, que resiste como puede a tanto terror.
Siria es un estado árabe, surgido después de la I guerra Mundial, con mandato francés. El 24 de Octubre de 1945 obtuvo la independencia, los años que siguieron son tumultuosos, con golpes, contragolpes. A los sirios les gusta que se haga hincapié en el nombre de Bilad Al Sahm, El País de Sham (en árabe بلاد الشام Bilād ash-Shām) es también llamado Siria Histórica o la Gran Siria. Este territorio es una región histórico-cultural de Oriente Medio que comprende, aproximadamente, los actuales Estados de Siria, Líbano, Jordania, Israel, los Territorios Palestinos y el Sanjacado de Alejandreta (actual Provincia de Hatay), este último se encuentra actualmente en manos turcas llegando por el sur hasta las provincias de Al Yauf y el norte de Tabuk en la actual Arabia Saudí. También se incluye la Península de Sinaí, dado a que desde tiempos ancestrales se han establecido tribus nómadas provenientes del País de Sham, y hasta hoy en día el dialecto árabe del Sinaí pertenece al dialecto sirio de la lengua árabe. Este es el orgullo de un país masacrado que pudo ser y no fue, o al que el futuro se le presenta oscuro.
Desde 1958 a 1961 forma la Republica Árabe Unida, con Egipto. El general Chukri el-Kuatli, admiraba y compartía ideario arabista con Gamal Abdel Nasser. Del 8 de Marzo de 1963 hasta 2011, que comenzó la guerra, fue gobernada por el partido Baath Arabe Socialista, bajo estado de emergencia. Desde 1970 la presidencia es ejercida por los integrantes de la familia Assad. El padre, Hafed-al-Assad, accede al poder, con golpe de estado; a partir del año 2000 es sucedido, al morir, por su hijo Bashar-el-Assad. Convocan un referéndum, en el que participa un 94,60% de la población, con un voto favorable al nuevo presidente de un 99,70%. La censura, el poder de la familia Assad es omnímodo, todo está debajo de sus manos, nada se mueve en el país, sin que ellos lo autoricen.
Hablo con Karrum Markby, para que me explique qué pasa en Siria, porqué se desangra un país a las puertas de Europa. Karrum Markby es sirio. Un sirio españolizado, que lleva cuarenta y siete años en nuestro país. Se siente sirio, o español, o ciudadano, sin más, al que le duele su país de origen y sus compatriotas obligados a un éxodo inhumano.
Cuenta Karrum, que a la muerte del tirano, el pueblo tuvo esperanzas con el cambio generacional. Pensaron: un hombre formado como oftalmólogo en Inglaterra, casado con una occidental, de origen sirio, nacida en Inglaterra, traería nuevos aires a la apolillada política dictatorial de la familia Assad. Pronto, sucumbieron a la desilusión, al ver, que la corrupción, las mafias familiares, seguían campando y empobreciendo a la población. La procedencia aluita, de la familia gobernante, era salvoconducto de poder, de dinero, de negocios. Una monarquía corrupta, endogámica se asentaba en el país sin solución de democratizar la sociedad.
Los movimientos liberadores de la primavera árabe llenaron de ilusión a una población cansada del silencio. Jamás pensaron que Assad se haría fuerte en el poder, que Occidente no ayudaría en el asentamiento de una democracia, o al menos de una liberación del oprobio de la familia del sátrapa, enrocándose el poder. Occidente se desentendió del pueblo sirio, dejándolo a merced de señores de la guerra sanguinarios y sin reparo en victimizar a un pueblo. Siria, se debate entre un poder que gobierna de forma autárquica, bandas mafiosas y terrorismo. No hay más. No hay oposición, ni líderes en los que apoyar la lucha. No hay nada ni nadie que se enfrente a la barbarie, no hay elección: o el corrupto y dictatorial Assad, o Daesh, o las mafias. Esa es la situación siria, mientras los intereses, “las carteras” dice Karrum, se debaten desgarrando como perros hambrientos un país estratégico, que no tiene más futuro que la guerra. En medio, un pueblo que sufre bombardeos, disparos, fuego, llanto, hambre, sin preguntar de donde vienen las balas o las bombas. Un pueblo que no puede tomar partido, porque lo malo es sustituido por lo peor. Si todas las guerras las pierde el pueblo, en Siria, comenzó perdido. Nadie sabe hasta cuándo, ni donde llegará este pueblo que está siendo victimizado.
-No veo solución al conflicto sirio, María, no en medio plazo. La guerra seguirá, sin duda. No hay voluntad de pararla, ni nadie que quiera la paz- me dice, Karrum, mientras pasea los ojos por encima de mi cabeza, quizá buscando respuestas.
-No hay buenos o malos en Siria. Ni malos o menos malos. No hay bandos. Todos son sanguinarios, todo es terror- sigue contando.
No hay esperanza para los sirios. De tener paz, asegura Karrum, no quedaría un sirio en Europa, todos volverían. Sin exclusión. Se van porque mueren, porque los matan, los torturan, los arrebatan lo poco que tienen. Se van porque no hay salida.
-¿Quieren ustedes resolver el problema de los refugiados?-se pregunta Karrum- solucionen la guerra en Siria. El problema es cómo, quien… de qué forma. Si hay paz, los sirios vuelven a su país, seguro. Se acaba el problema para ustedes-
En Siria, todas las balas tienen dueño, dice Karrum. No se dispara sin orden. Se mata porque se ordenan muertes sistemáticas de un pueblo, que resiste como puede a tanto terror. Por eso huyen. Se tiran al mar, con lo poco que tienen, o echan a sus pequeños, a las mujeres, en una lenta perdida del respeto a la dignidad humana, a un mar que los engulle o los deja en costas desconocidas. Se tiran al mar, porque el acoso de la muerte los sobrepasa. No importa que el agua los engulla, que perezcan en una triste playa, sin nombre, sin lágrimas familiares que les lloren. Da igual, todo es mejor que morir de un tiro, de fuego sin nombre, de bala amiga o enemiga: de asco. En Siria todas las balas llevan nombre, me dice, Karrum: el de los esbirros, señores de la guerra infame que matan y torturan sin piedad. Por eso, los sirios, perdieron el miedo al mar.
Hablamos de los campos, de Idomeni, de Lesbos, del Pireo, de los muertos abandonados en playas libias, muertos sin nombre, sin grito de dolor que acompañe el duelo. Muertos de nadie, muertos de todos. Unos ojos cristalinos, que niegan la procedencia árabe del sirio Karrum, se velan, no sé si de enfado, o de reconcentrado dolor. Son los únicos momentos de rabia que oigo en su voz.
-No es humano dejar a la gente dormir en el barro. Tenerlos en tiendas en pleno bosque, en invierno, como los han tenido. No es humano gasearlos, llenarlos de alambradas, para inmovilizar su miedo. No es humano como los han tratado. Llegan de un viaje demoledor, de una guerra cruel y los dejan vivir en tiendas de Decatlon, en pleno barro. No es humano lo que hace Europa–
“Hay voluntarios magníficos, gente que ayuda; españoles que acogen, que dan lo poco o mucho que poseen. Llega gente de todos los países…el problema es que no hay organización”
Calma la rabia que asola su mirada azul, que niega una procedencia árabe. Templa, está acostumbrado a vivir en medio del miedo, el dolor. Calma y sigue contando.
-No hay coordinación entre las ONGs, solo he visto dos destacamentos de Cruz Roja en los campos, apenas hay atención sanitaria. No hay protocolos, ni un engranaje que aglutine las fuerzas que se concentran para ayudarlos. El pueblo griego es abierto, solidario, abre sus brazos a refugiados sirios, saben que llegan de una guerra atroz. Hay voluntarios magníficos, gente que ayuda; españoles que acogen, que dan lo poco o mucho que poseen. Llega gente de todos los países…el problema es que no hay organización. A los refugiados, por ejemplo, se les hace la comida, en vez, de proporcionarles alimentos y que cada uno confeccione su alimento diario. Se enseña, a los niños, inglés, español, sin saber a qué país serán dirigidos…Nadie coordina, nadie ordena el caos-
Karrum visita asiduamente los campos. Estuvo en Idomeni, hasta hace días. Vuelve el día 13 a Lesbos, para conocer, in situ, como está la isla, como siguen los campamentos que esperan recibir más refugiados. Me cuenta que hace poco, hubo un incendio. No saben cómo sigue aquello. En España su ONG, hace seguimiento a los refugiados. Otro desastre, me cuenta.
-No hay protocolos de acogida. Las leyes son claras, pero no se respetan. Hay un caso sangrante: una mujer de cuarenta y cinco años, ciega, sola, viviendo en Sevilla, con un grupo de chicas españolas. No hay traductor, nadie que cuide de ella. No hay nadie que la guie por una ciudad desconocida, ¡es ciega!, además de refugiada…-
La impotencia abronca la voz de Karrum, que no quiere sentir rabia. Me sonríe, quizá, al ver los ojos de vergüenza de una entrevistadora que se emociona, que se enfada por la incompetencia. Él no lo hace, no se lo permite. Dio la vuelta el dolor, tiene que bloquearlo para seguir luchando, siendo útil, haciendo números, controlando, vigilando que nadie se pierda, por ese mar de desdicha en el que naufragan los desgraciados de Siria. No puede perder tiempo en emocionarse, me dice, se quedó sin lágrimas hace tiempo.
-Lo hacen mal los gobiernos de esta Europa, que pone parches a lo loco a un problema que se ha desmandado. La Unión Europea, da dinero, pero no controla que llegue a los refugiados, mantiene a funcionarios que anquilosan las ayudas, o las pierden por el camino. A veces de forma tonta. Con una burocracia enrevesada que de solventarse salvaría vidas- continúa Karrum.
-Detrás de cada número, de cada documento, hay niños, madres, seres humanos que van perdiendo la dignidad, al dormir en el suelo, no tener ropa limpia, andar entre fango. Los niños juegan entre barro y excrementos, no hay comida, ni agua, porque está racionada, porque se pierde por los caminos que llegan a los campos. No hay organización- repite una y otra vez este sirio-español, al que le duele su país con un dolor sordo, sin lágrimas, porque se acabaron hace mucho.
Karrum, se vuelve dentro de unos días. Creo, que no está aquí, creo que su alma vaga por esos campos sembrados de tiendas de Decatlon, donde los niños juegan como pueden, a perseguir sueños, a hacerse mayores, estudiar, tener un coche, jugar al fútbol, como cualquier niño. Como los tuyos, como los míos. Karrum vuelve, deja la organizada Europa para sumergirse en el dolor, para intentar poner orden al caos. Nosotros quedamos en trasmitir su historia, dar voz a los fantasmas que recorren esta Europa herida de muerte.
Al despedir a Karrum, algo me dice, que, o salvamos a los refugiados, o pronto lloraremos en campos sembrados de alambre de espino, dentro del barro y nuestros hijos no tendrán el balón ni el libro que hoy disfrutan. Suerte Karrum. Suerte Europa.