La necesidad que aflige a esta sociedad actual, si se me permite generalizar, de querer publicarlo todo sobre la vida privada, lo cual hace que cada sujeto quede evidentemente expuesto a toda clase de referencias por parte del caluroso público que la acoge, es lo que voy a tratar.
Es interesante cómo se pueden rescatar los anhelos, las carencias, los deseos y una amplia gama de fugaces sentimientos del sujeto que publica. Es tan interesante esta relación de lo que se publica con la vida privada del sujeto, como la facilidad con la que el público se ofende o es ofendido con tales revelaciones.
Las relaciones siempre engrandecen aquello que se comparte en ellas. La reciprocidad añade a lo compartido esa esencia que hace que el total no sea la simple suma de las partes, sino siempre algo más. Es en estas relaciones donde pervive tanto lo bueno, como lo malo de lo que es compartido.
«La reciprocidad añade a lo compartido esa esencia que hace que el total no sea la simple suma de las partes, sino siempre algo más»
Como siempre es más fácil fijarse en lo malo, será, con mayor facilidad, más factible por mi parte un muy superficial análisis de lo negativo que la sociedad actual comparte y no deja de compartir, y no de lo bueno que todavía se comparte. Este superficial análisis al que me refiero es, más bien, una pequeña reflexión personal, producto del consumo, más indirecto que directo, de cantidades ofensivas, incluso para la salud, de información pública –o que se decide publicar– sobre vidas privadas.
Es esta falta de reflexión sobre el acto de compartir lo concerniente al ámbito de lo privado lo que me asusta. Es la facilidad con la que se regala información en esos millones de perfiles que son el horizonte de millones de «querer llegar a ser». Son esas carencias que se leen en cada sujeto mediante la información compartida, en la información que pasa a ser pública deliberadamente. Es esa sutil diferencia, entre pedirlo y dar la opción a ello, la que nos hace querer regalar eso que, de no ser por la facilidad que entraña la actividad de compartir hoy en día, ni siquiera hubiéramos pensado en compartir o, mejor dicho, en publicar.
Hay que tratar de mantener una actitud escéptica para no caer en las redes de las redes. No debemos creer todo lo que vemos, pero sí que podemos observar críticamente, en calidad de entes pensantes, cómo esa relación que cada sujeto guarda con su perfil público engrandece aquello que anhela ser, aquello de lo que se enorgullece ser o aquello que quiere que piensen los demás sobre él. Este conjunto de relaciones en la que participamos todos, tanto en calidad publicadores como de público, es lo que quería reflexionar hoy.
No es ninguna tontería.