MUJERCITAS (2019) GRETA GERWIG

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Planteada como una película cíclica donde las estaciones del año son auténticas protagonistas, Gerwig, a través de la interpretación de la obra de Louisa May Alcott, nos muestra una acertada puesta en escena que bebe del clasicismo de las cintas anteriores sin olvidar su esencia. Cabe destacar el aporte y la visión feminista dentro del refinamiento y de la época en la que se basa, potenciando el punto de vista del eterno femenino como referente de cultura y como esencia de virtudes que muestran que el amor y las destrezas artísticas pueden ir de la mano sin solaparse, y que además se complementan perfectamente. El eterno dilema entre lo que una mujer debe hacer a mediados del siglo XIX y lo que realmente quiere, es lo que define al relato.

La historia de las cuatro hermanas March, Jo (Saoirse Ronan), Meg (Enma Watson), Amy (Florence Pugh), Beth (Eliza Scanlen) y su madre Marmee (Laura Dern), en un lejano estado de guerra civil entre el norte y el sur como telón de fondo, fluye desde el sentido y desde la sensibilidad de cada componente de la familia. El invierno nevado y frío da comienzo como metáfora de la soledad del terrible conflicto bélico. La pureza y blancura de la nieve envuelve a las protagonistas en su inocencia mágica dentro de su solitaria casa en mitad de un paisaje abstracto que hace olvidar al espectador la ciudad a la que pertenecen las protagonistas, propiciando el interés por la historia y haciendo que nos centremos sólo en ella.

Las escenas interiores llaman poderosamente la atención por su carácter pictórico, remitiéndose a la pintura de Berthe Morisot, una de las primeras pintoras en alcanzar la fama en el siglo diecinueve que de manera no confesa aparece inundando de luz planos y escenas de una delicada creación. Como no podía ser de otra manera en esta cinta, la presencia femenina está por todos lados. Incluso las escenas de playa, que nos podrían recordar a las marinas de Joaquín Sorolla, posiblemente estén extraídas de las marinas de Morisot de nuevo. La afición por la escritura, la actuación, la pintura o la música remarcan el tono artístico de por y para el arte de la historia, en una época en la que las mujeres estaban destinadas al hogar y era poco común que ninguna desarrollara carrera alguna y menos la artística, que por aquel entonces estaba destinada casi por completo a los hombres.

Nada parece que esté dejado al azar y lo sublime se convierte en belleza visual. En primavera comenzará el despertar del amor y de los sentimientos de la mano del vecino de las mujercitas, Laurie (Timothée Chalamet), siendo en todo su ser la definición del romántico maldito, que como Baudelaire o Voltaire da a la existencia del ser humano una definición diferente. El tratamiento de la masculinidad y de los hombres merece un capítulo aparte pues, al igual que las protagonistas, la gran mayoría están cargados de virtudes que les convierten en especiales, entrañables y virtuosos, cuya importancia radica en el tratamiento de igualdad con el que tratan a las mujeres.  Hasta el padre (Bib Odenkirk), un reverendo que ha ejercido de capellán en la guerra y del que podría pensarse que lo que ha vivido le ha podido afectar, queda definido por su bondad y por el amor que siente hacia su mujer y sus hijas. Son todos los hombres personajes secundarios que encajan a la perfección en la película con las mujeres, auténticas protagonistas que se debaten entre lo que se espera de ellas por su género y lo que realmente quieren ser y son. Todo es cuestión de perseverancia y de creer en uno mismo.

La historia, vitalista y entusiasta en lo personal y en lo afectivo, deja un poso dulce. Necesitamos más historias así aunque podamos imaginar lo que va a suceder pero a veces se nos olvida que es una realidad, con mensajes claros y dinámicos que calen en la sociedad y donde comprobemos que querer es poder y que una mujer puede conseguir lo que quiera ya sea en el siglo XIX, en el siglo XX y siempre.

 

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