Existen determinadas personas que con el desprecio más absoluto se convierten en seres misántropos no por la deshumanización de cuanto nos rodea, sino porque se creen superiores a los demás, con el convencimiento de que su interior es un templo que deben preservar de la contaminación del mundo exterior, lo que les impide empatizar con los que sufren, porque su soberbia les lleva a ser distantes y despreciativos con el resto del mundo.
Muchos de estos ortodoxos de la espiritualidad, en sus diferentes manifestaciones, religiosa, humanista, filosófica, etc., se convierten en seres sectarios, agrupándose a otros semejantes que practican la misma intolerancia, discriminación u odio hacia quienes no practican su fanatismo espiritual, creando facciones violentas dentro de la sociedad o grupo social del que forman parte.
Son divergentes grupales, cuyo desprecio al resto de la humanidad los convierte en seres egoístas y egocéntricos, mal nacidos que no son agradecidos con las cosas buenas que les proporciona el resto de la sociedad; despreciables por mucho que nuestra compasión con la desgracia humana nos pida benevolencia y comprensión con ellos, intentando averiguar la causa de su deshumanización y desarraigo con sus congéneres.
Los hay quienes renuncian a sus propias raíces, a sus orígenes, porque piensan que el cordón umbilical con sus progenitores les sitúa por debajo de donde ellas y ellos consideran deben estar o están. No les importa el sufrimiento de quienes le dieron la vida y, muchos menos, aún, la necesidad de comprender sus actitudes de exilio social y familiar voluntario.
Se amparan en proyectos de vida donde la exclusión sectaria y permanente es para ellos una medida profiláctica de un mundo que consideran contaminado, pero que no hacen nada por cambiarlo, sometiéndolo a un asilamiento constante porque piensan que constituyen un peligro para su espiritualidad. Se alejan mucho, por tanto, del concepto humanista e integrador de los libre-pensadores. Son dogmáticos, doctrinales, incapaces de pensar y actuar por ellos mismos. Son robots de no se sabe que ideologías o creencias. Son patéticos insufribles.
Son pobres desgraciados, con los que la compasión no funciona por su insociabilidad, eso los convierte en peligrosos socialmente, parecen seres lobotomizados, para los cuales la única salvación es sacarlos del mundo donde se encuentran y someterlos a un buen tratamiento psiquiátrico o psicológico. El problema es cómo aislarlos de la causa de su desgracia, máxime cuando por su mayoría de edad voluntariamente han elegido ese camino.