Querido diario,
Este diario permanece íntimo por un momento… cuando siento y oigo y palpo el sonido de mi propia voz. Esa voz que se repite, que juega con el ritmo de la prosa… Permanece íntimo porque juega, sin buscar nada más allá: ni a mi misma ni al lector. Sin buscar nada: ni utilidad, ni dirección, motivo, pretensión, o arrogancia.
Permanece virgen hasta que de aquí unos días se dibujen los párrafos y se ordenen las ideas con un cierto interés para mi querido lector
Querido lector
Este verano, me mezco entre baile y baile, entre baño y baño en el mar Mediterráneo, en una balsa natural en Santa María d’Oló, con vistas a las montañas sagradas de Montserrat, o en un río helado de la Sierra de Urbasa, donde mi cuerpo yace como un muerto panza arriba, para que el sol me dore el haz, mientras sólo el envés (la espalda) se regocija del frío. Espalda fría, corazón caliente.
Así la temperatura del agua, del aire, de la tierra oscilan mientras me muevo con mesura por el territorio próximo en pos de cierta novedad. Nada exótico. Todo conocido. ¿Dónde quedaron aquellos anhelos de viaje de antaño más allá, al más allá? ¿Se trata ahora del eterno retorno? Ya se dice: Volta el mon y torna al born.
Pero este verano, entre baile y baile, entre baño y baño, también me aplico a las gestiones. No faltaba más. Las gestiones, de un tiempo a esta parte se han convertido en mi forma principal de reflexión y aprendizaje. Me sumerjo en ellas con una curiosidad extraña.
No conozco el paño, en este caso no conozco “la vida laboral”: ese papelillo que narra de forma muy escueta, casi insultante, toda una vida de trabajo, una vida de ganarás el pan con el sudor de tu frente.
Se apiña mi vida laboral en líneas apretadas: es el cuento de todos los avatares, sentidos y sinsentidos del viaje del heroe/heroína. Aquél trabajo que dejé porque no era lo mío. Aquel otro que me llenó de entusiasmo durante un tiempo y después cayó en picado.
O aquel otro trabajo donde un compañero aplicó el tan manido “quítate tu que me pongo yo”. Y tu que te revolcabas en el placer y el gozo de todas aquellos retos, interacciones y vínculos…no hacías más que avivar su envidia. Mira por donde te ha estado mirando de reojo en tu afán de conquista, de hazaña, en esa dignidad de cabellera andante que desface entuertos, que da consejo, que crea ejemplo y sale airosa y enriquecida de zambullirse en las aguas procelosas de lo nuevo e inesperado. Quítate tu que me pongo yo.
Así, la vida laboral te empuja a dar otro salto en otra dirección: El salto será pequeño o grande según marque el destino. Una nueva profesión, o simplemente más de lo mismo, en otro sitio, con otro jefe y sin el “quítate tu, que me pongo yo”. Al menos por un tiempo: tiempo de disfrute, de frutos, en que de las manos cae la uva en racimos que, bien prensados, dan el buen vino.