“ME SIGUE GUSTANDO … HACER COSAS QUE DIOS HA PROHIBIDO”


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Dios… ¿habláis con Él a menudo? ¿Quién no le ha dirigido –en un momento u otro de su vida- un ruego, una petición desesperada, unas sencillas palabras? Sé que muchos seréis fervientes creyentes y, por tanto, cada día intentáis mantener una conversación sincera. Soy consciente de que otros tantos habéis desistido,… incluso desestimáis su mera existencia.

Erwin Olaf. Royal Blood, Julius Caesar, † 44 BC 2000

Da igual. Ninguno podéis afirmar haber oído su voz prohibiendo expresamente nada. Nadie ha quedado sordo debido al cósmico volumen de su verbo censurador.

A pesar de los numerosos textos sagrados que pretenden recoger sus palabras tenemos uno que es especialmente interesante, la Declaración de Independencia de Estados Unidos que afirma: “Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.”[1] Más de 200 años después ningún rayo ha fulminado a ese país por incumplir sistemáticamente las verdades y derechos divinos que su carta magna expresa y reconoce.

No. No voy a abordar espectáculos metafísicos sobre los que poco -o nada- tengo que decir. Ese es vuestro privilegio… el mío preguntarme que hay de prohibitivo en la búsqueda de la satisfacción personal. En perseguir la dicha, el bienestar con uno mismo, que nos aleje del intenso dolor de la mera existencia. No todas, claro, pero muchas respuestas las podemos encontrar en la obra (por momentos tremendamente autobiográfica) del artista holandés Erwin Olaf (Hilversum, 1959).

Lo cierto es que empezó como fotoperiodista, documentando la vida nocturna de la década de 1980. Una época especialmente caótica, con las normas sociales, morales y estéticas saltando definitivamente por lo aires. Un período en el que los referentes (sexuales, culturales, políticos…) saltaban por los aires en un intento de redefinición para abarcar todos los casos de ser humano posibles. Un intento utópico en el que aún estamos. Una ilusión quimérica porque si hay algo que nos da miedo es, precisamente, lo diferente. De ahí ese intento desesperado por ser aceptados por la manada (las manadas no solo violan… las hay que persiguen al que no opina igual, al que diverge, al que disiente).

Diesel, Antique Dirty Denim, 1998

Y si hay algo que está claro es que Erwin Olaf era absolutamente distinto. Su trabajo no dejaba impasible a nadie. Hoy la moda, la publicidad, incluso la fotografía «de guerra» ha entrado sin rubor ni complejos en las salas de los museos,… pero no hace tanto. Los profesionales del arte siempre han mirado con desdén a formas de expresión cultural que, aparentemente, no forman parte del acervo histórico artístico (faltaría más, aún –todavía- hay clases –léase prejuicios-). Un artista puede, evidentemente, hacer colaboraciones en el ámbito del marketing sin perder sus señas de identidad. Acceder al santuario del pensamiento contemporáneo desde un sector que es el paradigma de la comercialización es… anatema.

De él han dicho que sus trabajos –anteriores a 2004- “adolecen de la hondura necesaria para llevarnos a la reflexión.[2]Muchas veces el calado, la profundidad de las propuestas que tenemos delante, hay que encontrarlo más allá de nuestros prejuicios, de nuestras filias y nuestras fobias. Y reconozcamos de una vez un hecho: en general, efectuamos un esfuerzo de pensamiento para llegar desde la razón a conclusiones predeterminadas, es decir, justificamos opiniones previas a nuestro esfuerzo de comprensión.

Chessmen, Chessmen V 1988

Diez años transcurren entre la serie Chessmen[3] y la serie para la marca Diesel, y casi treinta desde la primera de ellas. Tengo que reconocer que me resulta tremendamente complicado elegir las palabras, hoy, para abordar estas imágenes. ¿Por qué? Además de mi incapacidad hay que añadir el miedo a lo políticamente incorrecto. Podría argumentar que no tienen suficiente hondura y que dado que ya las habéis visto es suficiente. Pero claro, me olvidaría de los tabús que ambos trabajos abordan.

Sería factible especular con esa frase tan manida de han envejecido mal. ¿Envejecer?,  perdón,  me refiero a las imágenes…  las personas ya no envejecemos. Por supuesto, hoy no hay embarazadas que muestren abiertamente un despliegue iconográfico-fetichista sexual (esa mirada sólo puede pertenecer a un cerebro falocrático imbuido de una enferma filosofía heteropatriarcal –extensible,  evidentemente, a los homosexuales como Erwin Olaf-). Ni personas que cargan con un sueño imposible, con un imponderable (deseado o no) dadas unas limitaciones físicas con las que deberán intentar ser felices el resto de sus días. El cuerpo ejerce una inevitable dictadura sobre nuestros actos y anhelos… pero mayor es la enorme censura de la opinión pública. Nos vigilamos unos a otros con afán, para prohibir con la crítica más activa y despiadada posible. Mejor traigo aquí las propias palabras del artista:

«Se puede impactar y escandalizar a muchas personas con una simple imagen, pero, al mismo tiempo, me niego a censurar mi propia obra.»[4]

Blacks, Paulien, 1990

La fotografía comercial (aunque dejémonos ya de medias verdades, todo profesional quiere vivir de su trabajo y la fotografía artística tiene la aspiración de ser vendida- ¿entonces?) evolucionó a partir de la valentía de este autor –al parecer en esto sí se ponen de acuerdo fans y  detractores-. Lo que jamás entenderé es en su apelativo de genio loco. Si buscáis en Internet vais a ver esta definición un montón de veces  junto a… barroco, oscuro, tensión, escándalo, ambigüedad, extrañamiento, y por supuesto las comparaciones con Mapplethorpe, Jan Saudek y Joel-Peter Witkin, LaChapelle o Helmut Newton. A mí me parecen unos maravillosos referentes para alguien que habiendo estudiado periodismo renuncia a la palabra y abraza la imagen. Picasso decía que los buenos artistas copian y los genios roban,… o algo así.

La carga narrativa es enorme y a menudo difícil de agotar. Capa tras capa, modelo tras modelo,  cuerpo tras cuerpo encontramos el temor,  la crítica social, la violencia, el sexo (sea eso lo que sea),  los sentimientos o su ausencia… terapia de shock. Aunque, claro, el miedo es libre…cada cual se asusta de algo distinto.

El universo perturbador y fantástico, en blanco y negro, con relaciones de poder, de fuerza, va a dar paso al color … abrumador por momentos.

Mature llega para satisfacer el deseo de hombres y mujeres… ellos de admirar supermodelos… ellas de serlo. Es una bofetada en toda regla al mundo de la estética en la que a punto de entrar en el siglo XXI se siguen manteniendo cánones de belleza excluyentes, esclavistas (rasgos corporales, edad, vejez… -¡perdón, no lo volveré a decir!-).

Mature, Cindy C., 78. 1999

El palpable y manifiesto erotismo que derrochan estas mujeres surge del sacrificio físico, de unas voces sugerentes y a veces imposibles. El efecto bipolar se produce al contrastar las intenciones de estas maravillosas damas en unas escenificaciones carentes por completo de glamour. Las habitaciones de casas de clase media-baja nada tienen que ver con el lujo con el que el mundo de la moda nos muestra los otros cuerpos lozanos –apenas adultos-, imposibles…

No hay que preocuparse. La ropa, el maquillaje, todo acabará encajando… aunque deba utilizar el Photoshop. Con esta herramienta trabajará el color, las formas y las texturas como un pintor. Paleta y pinceles con las que este holandés emulará a Rembrandt, Wermeer, Caravaggio, Hopper o Norman Rockwell ¿Y porque no?:[5]

«Lo utilicé para hacer que las modelos tuvieran un aspecto un poco más sexy y para eliminar algunos detalles perturbadores.
(…) Después de esa explosión empecé a emplear Photoshop cada vez más como herramienta de color, para manejar el uso del color y la atmósfera como lo hace un pintor.»

Royal Blood nos mostraba “cadáveres exquisitos”[6], un desfile de sangre y violencia pasado por Hollywood y los medios de comunicación. Toda la ironía, el humor más negro para decirnos ¡Ésta es nuestra historia! desde Julio César a María Antonieta, la emperatriz Sissi, Luis II de Baviera, la zarina Alejandra, Jackie Kennedy (¡qué escena tan cinematográfica… cuando estalló la cabeza de su marido en un descapotable mientras desfilaba por Dallas –a la manera romana la bala le recordaba que era mortal-) y la princesa Diana,… Tantas víctimas… todos… en vida… de la moda. ¡Menudo espectáculo, y ahora en color!

Fashion Victims, Chanel, 2000

En Fashion Victims consigue sintetizar las dos escenas que domina a su antojo, el arte y la comunicación.[7]Probablemente sea una de sus series más reconocidas. Aquí, lo personal interfiere y cruza eso que otros (como Buñuel) hubiesen llamado trabajos alimenticios. El fotoperiodismo, la fotografía de estudio, el retrato, la publicidad, todo condensado en una imagen narrativa aparentemente simple.

Cuerpos completamente desnudos,… piel, carne y músculos tan fastuosos como las marcas más emblemáticas del mundo (Chanel, Gucci, Calvin Klein, Yves Saint Laurent…). Todo selecto, perfecto, erecto,…

Pero aquí, la acumulación de lo admirable, produce una sensación de desasosiego. Bolsas de papel, con los logotipos de estás deslumbrantes factorías de placer estético, cubren las cabezas de esos bellos seres.

En este caso, a diferencia del famoso rey del cuento, no necesitan ir vestidos –tal es su grado de exquisitez física- pero,…  las marcas que aparecen se dedican precisamente a cubrir unas perchas que no necesitan de ellas. La moda y el erotismo, como el imperio de lo siniestro…

Paradise, The Portraits and The Club VIP Lounge, 2001 – 2002

Paradise será una apoteosis de las formas, del color, de todo aquello que aparentemente confiere optimismo a nuestras vidas. Una fiesta totalmente carnavalesca fuera de control. Es la expresión del más absoluto caos. El desenfreno, la locura,…

Las referencias sexuales son ya abiertamente pornográficas. No cabe nada más en estas imágenes saturadas de elementos. La sátira, la fantasía, el humor, han alcanzado un grado de su exuberancia, de exceso,…

La producción y la ambientación tremendamente complejas, absolutamente reales. ¿Por qué?

En realidad estamos en el dominio de la negatividad, de la impotencia, de lo imposible de conseguir:[8]

«¿Sabes cuál es el sentimiento más difícil de fotografiar en arte? Una sonrisa feliz. Yo lo intenté en la serie Paradise, con payasos que sonreían, pero sus gestos son horribles.»

La idea para tanta perversión procede de una visita que efectuó al museo del Prado. Allí se encontró con la obra de Rubens Lapitas y Centauros (El rapto de Hipodamía). La fiesta ha degenerado hasta la locura, la histeria… el goce del sexo ya no es tal, es abuso, violación, las luces se oscurecen… empieza la pesadilla. Todo explosiona en una orgía de color y brutalidad. Así somos.

Hope es sin lugar a dudas, por temática y estética, la más americana de sus series (junto con Rain y Grief podríamos hablar de una trilogía que no abordaremos aquí).  Escenas y ambientes íntimos, pero tristes… el decaimiento generalizado nos recuerda las atmósferas de Edwuard Hopper. Los protagonistas no se miran. Esperan, pero no sabemos que… Algo ha pasado o está por acontecer. La tristeza del ensueño del american way of life. Toda moneda tiene dos caras… la que no… es falsa.

Hope, The Hallway, 2005

Hotel desarrolla los sentimientos experimentados por el propio artista debido a sus continuas y permanentes viajes: aburrimiento, desidia, tristeza, soledad y desarraigo. ¿Cómo expresar de una manera eficaz toda esta cama de sensaciones? Es probable que, en este caso más que ningún otro,  este justificada la presencia y utilización de modelos. ¿No están ellas mismas sometidas un día y otro a esas percepciones de lo cotidiano?  Una habitación de hotel,  muebles impersonales, melancolía, retraimiento…

Todo ello a partir de una iluminación y unos colores, en tonos oscuros, con una notable y destacadísima influencia cinematográfica. Es la melancolía del cine de los años 60 de Pasolini, Visconti y Fellini. Es la búsqueda desesperada de los efectos de la gran pantalla:

«Nunca lloro por una foto, pero lloro por una película, música o literatura. Eso siempre me pone un poco celoso. Así que quiero lograr eso un poco en mi fotografía.» [9]

Hotel, Kyoto, Room 211, 2010

En Berlín, Olaf nos lleva de la mano hasta esta ciudad en los años 20. Entre dos guerras es capaz de desencadenar el mayor de los dramatismos y la más profunda decadencia. Es un homenaje a Otto Dix y a tantos otros artistas que no quisieron callar.

Personajes con ademanes autoritarios y una apariencia física aria juegan peligrosamente con actitudes que desgraciadamente siguen hoy muy presentes. Unas metáforas están más vivas que otras. Volvemos a vivir una década que en muchos sentidos se asemeja a un revival de la del siglo pasado. Los nacionalismos, lo racial, la tierra, la sangre…

Hay absurdos antológicos que se niegan a marchar. Se aferran incluso a las mentes de los intelectuales como si estos fuesen incapaces de desvelar la estulticia y la idiotez que supone seguir creyendo en determinadas cosas.

Las izquierdas (antaño internacionalistas) y las derechas se aferran a la posibilidad de ponerle puertas al mar cueste lo que cueste. En muchos sentidos, especialmente el estético, la Alemania nacionalsocialista fue exquisita. Su sentido de la propaganda, su aparato de comunicación, fue capaz de esconder el deterioro moral de la sociedad de la que surgía.

En este sentido, esta serie de Erwin Olaf,  es especialmente clarividente.

Berlin, Freimaurer Loge Dahlem – 22nd of April, [Masonic Lodge Dahlem] 2012
Skin Deep retrata, de cuerpo entero, a una serie de hombres y mujeres de distintas edades, etnias, personalidades y físicos. Desnudos frente a la cámara adoptarán poses a veces imposibles, otras,  absolutamente vulgares (en estos casos, más que relajación es total abandono).

Hemos hablado de imperios, este finalmente es el de la piel. Ya no hay atrezzos tecnológicos. Es un homenaje al cuerpo individualizado, plural, múltiple. También es una vuelta a sus orígenes,  aunque con una estética más elaborada. Es un retorno a formas más puras, menos construidas.

Olaf está convencido de que la industria de la pornografía ha destruido, finalmente, la belleza (las bellezas) de la forma humana…  de ahí que muchas personas tengan miedo –pánico- a su sexualidad.

Desde esta serie, él  efectúa un llamamiento para que aceptemos naturalmente nuestro cuerpo y nuestra sexualidad… sea cual sea la opción,  en su más amplia diversidad,  por lo que optemos.

La escenografía, el decorado -en esta ocasión- se trata de una mansión ubicada en el siglo XVIII holandés. Fotografió las paredes un día antes de que fueran restauradas. Tampoco se ha restituido ni reubicado nada en los cuerpos que vemos. Somos como somos…  Y debería estar bien.

Skin Deep, Reclining Nude No. 05, 2015

Si de algo trata el trabajo de Erwin Olaf es de la soledad. El sentimiento de aislamiento, de incomunicación, de habitar en una sociedad contemporánea yerma, estéril, vacía… es el protagonista de, prácticamente, toda su trayectoria.

Por medio de una espectacularidad casi sin parangón en las últimas décadas,  es capaz de aglutinar todos los adjetivos que hemos desplegado en este texto e incorporar, con toda seguridad,  muchísimos más…  todos aquellos que han surgido en vuestras mentes.

Pero,  no os quepa ninguna duda,..  su trabajo es infinitamente más serio y profundo de lo que buena parte de la crítica quiere admitir. Nos estamos acostumbrando a la beatificación estética de demasiadas obras (artistas) carentes absolutamente de contenido, excepto el aportado por unos interesados y, la mayoría de las veces vacuos,  textos profesionales. Hay mucho de salvaguarda  en ello…

No es de extrañar -por tanto- que cuando nos tiran a la cara obras tan contundentes como estas sean recibidas con una  displicencia insultante. Está bien, no te tiene que atraer…pero no es publicidad, hay más verdad de la que nos gustaría ¡Ese el problema… Qué lejos de la persona que deseaba ser y que cerca de la que seré!

I Wish, I Am, I Will Be, Selfportrait 50 Years, 2009

«A medida que cumplo años, me voy dando cuenta más y más de que todos nacemos solos y de que todos desapareceremos solos. (…) Me vuelvo más serio o melancólico cuanto mayor soy, la vida es así. Aunque me sigue gustando ir de fiesta de vez en cuando o hacer cosas que Dios ha prohibido, cada vez me gusta más llevar una vida más introspectiva.
»

Erwin Olaf

* Mientras escribía sonaba una y otra vez, The Passenger de Iggy Pop (1977). (Podéis hacer lo mismo… o no)

[1] “El documento fundacional estadounidense promete que si los americanos actúan según sus sagrados principios, millones de ellos podrán cooperar de manera efectiva, y vivir seguros y en paz en una sociedad justa y próspera. Al igual que el Código de Hammurabi, la Declaración de Independencia de Estados Unidos no era solo un documento de su tiempo y su lugar: también fue aceptado por generaciones futuras. Durante más de 200 años, los escolares estadounidenses la han copiado y la han aprendido de memoria. (…) En realidad, ambos están equivocados. Tanto Hammurabi como los Padres Fundadores americanos imaginaban una realidad regida por principios de justicia universales e inmutables, tales como la igualdad y la jerarquía. Pero el único lugar en el que tales principios existen es en la fértil imaginación de los sapiens, y en los mitos que inventan y se cuentan unos a otros. Estos principios no tienen validez objetiva.” Yuval Noah Harari. De animales a dioses. Editorial Debate, 2015.

[2] «Siempre atenta a los que son capaces de despertar opiniones, la publicidad se fijó en él y Olaf encontró un universo interminable para dar rienda suelta a sus inquietudes y definir un estilo propio, creaciones exageradas y artificiales que funciona muy bien en las revistas Life-Style y en los anuncios de moda pero que la mayoría de las ocasiones adolecen de la hondura necesaria para llevarnos a la reflexión. Mature (1999), Blacks (1990-2000), Royal Blood (2000), Fashion Victims (2000) o Paradise, The Club (2001) son trabajos que se agotan al primer golpe de vista». Sema d’Acosta. Erwin Olaf: Darts of Pleasure, 1984-2009. Entre la realidad y el deseo. Artecontexto, nº 25, 2010, p. 111.

[3] Con esta serie consiguió el premio Young European Photographer Competition

[4] Erwin Olaf. A Conversation with Javier Panera. Saturday, November 28th, 2009. http://artpulsemagazine.com/erwin-ola

[5] «De ahí surgió la serie “Mature” (1998), en la que, fundamentalmente, lo utilicé para hacer que las modelos tuvieran un aspecto un poco más sexy y para eliminar algunos detalles perturbadores.
Más tarde, mi interés en el uso de Photoshop “explotó”, lo que dio como resultado series como “Royal Blood” (2000) y “Paradise” (2001). Realmente quería celebrar las posibilidades y la existencia de esa fantástica invención.
Después de esa explosión empecé a emplear Photoshop cada vez más como herramienta de color, para manejar el uso del color y la atmósfera como lo hace un pintor.»

Erwin Olaf. A Conversation with Javier Panera. Saturday, November 28th, 2009. http://artpulsemagazine.com/erwin-olaf

[6] Xavier Arakistain llevó Royal Blood a Bilbao en el 2002. La galería Espacio Minimo lo había mostrado en ARCO en el 2000. https://elpais.com/diario/2002/03/27/paisvasco/1017261617_850215.htm

[7] Jean-François Chevrier. “La fotografía entre las bellas artes y los medios de comunicación”. Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 2007

[8] “Cada vez estoy más abocado a crear situaciones incómodas. ¿Sabes cuál es el sentimiento más difícil de fotografiar en arte? Una sonrisa feliz. Yo lo intenté en la serie Paradise, con payasos que sonreían, pero sus gestos son horribles. Si tengo una idea que aparentemente es positiva, dramáticamente no me sirve”- Erwin Olaf

http://www.revistaad.es/arte/articulos/olaf-erwin/1664

[9] Hotel by Erwin Olaf. http://www.photographyoffice.com/blog/2010/12/152

 

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