ME DECLARO NEGACIONISTA

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Hay quiénes niegan la posibilidad de que les estén tomando el pelo y de que hayan sido manipulados y adoctrinados.

 

Hay quiénes se niegan a aceptar la posibilidad de que muchos de los políticos no se preocupan en absoluto por nuestro bienestar, salud y vida.

Hay quiénes niegan la posibilidad –y permítaseme decir, la probabilidad– de que las enormes firmas farmacéuticas que, desde hace aproximadamente un siglo, siempre han buscado y conseguido lucrarse económicamente a costa de la salud de la población general –mediante la cronificación de los tratamientos– sigan haciéndolo hoy.

Hay quiénes se niegan a cuestionar con sentido crítico si las sustancias que los gobiernos de tantas naciones tan altruísticamente se esfuerzan por inocular a sus gentes sirven para el fin que dicen servir.

Hay quiénes niegan la posibilidad de que muchas empresas farmacéuticas productoras y suministradoras de las ya mencionadas sustancias que están tan de moda, que en el pasado han sido llevadas a juicio decenas y decenas de veces a lo largo de toda su existencia, actualmente no estén siendo éticos y responsables.

Hay quiénes se niegan a aceptar el hecho de que existe un número muy grande de personas por todo el mundo que cuestionan abierta y directamente muchos de los sucesos que durante los últimos dos años han sido experimentados por la mayoría, sino la totalidad, de los cohabitantes del planeta.

Hay quiénes se niegan a reconocer que estas personas no conforman una minoría radical y negacionista de locos y antivacunas.

Hay quiénes se niegan a aceptar el hecho de que, por todo el mundo, especialistas, expertos, doctores, eminencias en distintos campos de la ciencia que van desde la medicina, la virología y la biología hasta la psicología, la educación, la política y el derecho están alertando durante ya demasiados meses de los peligros que se están co-creando y transitando, cuya responsabilidad se está evadiendo de continuo sin ningún tipo de control.

Hay quiénes se niegan a aceptar la posibilidad de que la pandemia –plandemia según a quién se pregunte– ha sido la excusa perfecta para culminar un plan que consiste en el establecimiento vertical, o reforzamiento profundo, de un sistema de control y vigilancia social a escala global, entre otras consecuencias.

Hay quiénes niegan la posibilidad de que no exista una justificación ética, científica y lógica en cuanto refiere a forzar a la población de todo el planeta –estamos hablando de casi ocho mil millones de seres humanos, teniendo en cuenta su circunstancia, contexto y cultura– a recibir la inoculación de uno, dos, tres –y los que vengan– productos fabricados por usualmente criminales empresas que no se responsabilizan –gracias a los acuerdos alcanzados con las respectivas instituciones por “razones de emergencia” – de posibles daños o muertes derivados de la aplicación de susodichas sustancias –cosa que está sucediendo y está siendo reportado a nivel oficial–, cuando estas además no están siendo efectivas ni eficaces en términos de su supuesta finalidad.

Hay quiénes se niegan a aceptar posibles errores cometidos, cosa normal y habitual dentro de un sistema educativo, laboral y social en el que el error se demoniza bien señalándolo y ridiculizándolo, bien castigándolo y denigrándolo, bien relegándolo al ostracismo; en esencia, deshumanizándolo.

No obstante, a diferencia de muchos y muchas que niegan rotundamente la plausibilidad de tantas posibilidades y que jamás dirían que son por ello unos negacionistas, yo, hoy, con orgullo y seguridad, me declaro negacionista, pues…

Me niego a tragarme el apestoso complot mediático de mentiras y burlas al que se somete a las masas “veinticuatro siete” a través de los telediarios y los programas de entretenimiento, entre otros. Me niego a aceptar que la ciencia y la comunidad científica apoyen que, en los colegios, todos los niños y todas las niñas se pasen horas y horas y más horas haciendo un uso ridículamente inútil de una mascarilla inútil y ridícula, incluso durante las horas de recreo o de gimnasia, mientras que los presentadores y demás cuentistas de los platós de televisión se la pasen sin tan siquiera olerla. El otro día me enervó ver como uno de los jueces del programa ‘Tu cara me suena’, un tal Ángel, hacía el idiota colgándose una mascarilla de una sola oreja, mofándose abiertamente. Ver cómo la gente anciana de mi tierra lleva puesta una mascarilla, a veces incluso dos, desde que sale por la puerta de su casa hasta que vuelve a entrar en ella me parte el corazón, porque lo hacen por miedo y/o por respeto al prójimo. Me niego a ser cómplice de estas incongruencias tan obvias y macabras.

Me niego a callarme y a no expresar que me parece asqueroso que, en las noticias, hoy veinticinco de noviembre de 2021, hayan recetado que Bruselas “aprueba la vacuna covid” para niños de cinco a once años –sustancia que la realidad ha demostrado que no necesitan ni lo más mínimo– y que, justo la siguiente noticia venía a decir que actualmente en España el rango de edad más afectado por la respectiva enfermedad era, sorprendentemente…, eureka!, el comprendido entre los cinco y once años de edad, afirmación que es completamente falsa y comprobable.

Me niego a que se me rían en la cara y a quedarme de brazos cruzados.

Me niego a tolerar el adoctrinamiento social y a no combatirlo siempre y cuando sea consciente de su existencia y presencia. Me niego a hacer ojos ciegos a las injusticias que se suceden diariamente por todo el planeta. Me niego a resignarme y a aceptar normas y mandatos inconstitucionales, inmorales y sin sentido científico de ningún tipo. Me niego a llevar una mascarilla que no me protege de nada ni a mí, ni a mis coetáneos y contemporáneos, pues soy una persona sana. Me niego a que se me inocule una sustancia sin mi permiso explícito de la que absolutamente nadie se hace responsable si una o varias consecuencias negativas en términos de salud se derivasen de la misma, cosa que viene sucediendo en todas las naciones desde hace meses y que algunas están tramitando a nivel judicial. Me niego a ser cómplice, tanto como sea capaz, de un sistema corrupto y corruptor, vendido al capital y al poder por el poder, financiado por personas con nombres y apellidos concretos, que dice hoy ‘A’, mañana ‘D’ y pasado ‘raíz cuadrada de ‘Z’ al cubo’.

Me niego a ser un borrego; elijo ser un jaguar o una pantera; quizá un antílope, aunque sea.

NOTA DE LA DIRECCIÓN DE PLAZABIERTA

Como director del plazabierta.com Magazine manifiesto mi opinión en contra del presente artículo, cuya publicación se ha realizado en respeto al libre-pensamiento  Pienso que las vacunas están demostrando su eficacia y siendo una responsabilidad con el resto de la sociedad debería ser está la actitud, independientemente de la rentabildiad y otras actitudes poco éticas de las farmacéuticas y de la  manipulación y determinados estereotipos informativos y de la rentabilidad política de esta pandemia.

Pido disculpas a aquellos de nuestros lectores a los que este artículo haya podido molestar, a la vez que les recuerdo que existe una línea de comentarios al pie de todos los artículos para manifestar su opinión, y la disposición de un espacio para cualqueir artículo al respeto que quieren enviarme para su publicación.

Att. Felciano Morales. Diector Plazabierta.com

 

4 COMENTARIOS

  1. Pues suerte con tu decisión colega. yo no tengo los webos necesarios para poner en riesgo mi vida.
    Pero como reflexión, los políticos, como bien es sabido, son los expertos en crear problemas para luego venderte la solución.
    Con ello quiero decir que si bien no te quito ni un ápice de razón, en base a ese máxima, han creado un virus mortal (problema) y te venden, en este caso regalan, la vacuna (solución).
    Lo podemos extrapolar a las guerras, y bajo tu prisma, sería ética la objeción de conciencia, porque con tu actitud no pones en riesgo ni a tu persona, ni a tu prójimo, pero en el caso que nos ocupa, han conseguido que con tu actitud se consigan los efectos contrarios y seas cómplice necesario para sus fines.
    El bicho existe, es innegable y tengo motivos para sospechar que se trata de un arma biológica, pero al final dependemos de una vacuna para poder sobrevivir.
    Han evolucionado y han creado el problema la solución y la obligación en una jugada de jaque pastor.
    O eres parte del problema, o eres parte de la solución.
    Tu decides de que parte quieres estár pero siendo conscientes de que ambas les benefician, solo tienes que decidir cual te beneficia más a ti y a tus congéneres.

    • Mil gracias David por tu comentario. Trataré de responderte “brevemente”.

      Por un lado, la inmunidad natural a un virus, o a cualquier otro agente patológico, siempre ha sido superior, en eficacia y eficiencia, a la inmunidad artificial, según la aplastante opinión de la comunidad científica, conclusión consensuada que se debe a los datos empíricos y al método científico. La suerte que me brinda mi joven sistema inmunológico opino que debo aprovecharla.

      Por otro lado, la inmunidad artificial no está asegurando la famosa “inmunidad de rebaño” que se buscaba si lo que dicen en los telediarios de que el virus sigue mutando y expandiéndose constantemente es cierto. Existen calcetines de todos los colores: gente sin vacunar de covid que se contagia y alguna que eventualmente muere, al igual que existe gente con una, dos o tres inoculaciones en su cuerpo de estas novedosas sustancias y que también acaba contagiándose y que por desgracia incluso muere. También sea dicho que los efectos adversos asociados a estos pinchazos, incluso las muertes, no son pocas. Se están reportando un alto número. Considerando las limitaciones de los respectivos métodos oficiales de registro, insto al menos a cuestionar las cifras y a observarlas con perspectiva: el medio y largo plazo siempre suele pasarse por alto.

      Aunque no me sorprenda, quiero dejar escrito que opino que no es únicamente importante saber si el virus muta o no; es muy relevante saber cómo lo hace y a raíz de qué. Existe la mutación natural que viene existiendo desde tiempos inmemoriales; sin embargo, la tecnología, a día de hoy, también permite generar mutaciones de forma artificial. Contemplar ambas posibilidades e investigar ambas es crucial para entender lo que está ocurriendo y para darle solución.

      Además, el método que emplean muchas de estas vacunas, admito que me genera desconfianza. No soy biólogo, ni virólogo, ni genetista, ni médico… He escuchado a eminencias de la ciencia que desconfían de la seguridad de los métodos de ARNm porque no es posible asegurar que no modifiquen el ADN mediante procesos bioquímicos muy complejos. También he oído a científicos, supuestos expertos y gente de a pie afirmar contundentemente que son muy seguras y que nos salvarán del virus.

      Tras dos años de supuesta pandemia, admito que mi organismo no percibe haber vivido ninguna apocalipsis vírica. He observado que durante puntuales y breves períodos de tiempo, las unidades de asistencia sanitaria se colpasaran bastante; cosa similar la que ocurrió con la gripe A.

      Opino que enrocarse en el miedo, en la hipocondría, en la desconfianza no ayudan a nadie en nada. Creo que proyectar la ira, rabia e impotencia interiores en aquellos que opinan diferente tampoco soluciona nada. Pienso que el dolor sirve para trascenderlo cuando uno se siente preparado/a, no para “alimentarse” pues es un veneno en este sentido.

      Problema-Reacción-Solución: sí, un método de estrategia geopolítica muy común. Se suele aplicar cuando se quiere reproducir una campaña de ingeniería social y manipulación mediática.

      Y no, no dependemos de una vacuna para poder sobrevivir. Dependemos de una alimentación equilibrada y suficiente, de la luz solar, del oxígeno que el fitoplancton y las plantas, entre otros, nos regalan, del ejercicio físico y de la salud mental. Dependemos de la brisa marina y de los libros. Aislarnos rayanamente e inocularnos sin cesar (bajo un estado de miedo y estrés constante) no va a solucionar nada. El sistema nervioso y, por ende, el hormonal y el inmunológico colapsan. Necesitamos paz, no más guerra. Necesitamos unión, no más divisiones.

      Necesitamos amor, no más miedo.

      Un abrazo David, gracias de nuevo por tu comentario, me ha surgido un artículo nuevo a modo de respuesta jaja 🙂

  2. Querido Rubén: leído tu artículo y posteriormente sopesado, he llegado a la pavorosa conclusión de que el egoísmo se ha infiltrado en tu corazón.
    ¿No aceptas la vacuna contra la COVID-19, pero si aceptas la de la Polio, que te pusieron cuando eras niño?
    ¿No aceptas la vacuna contra la COVID-19, pero sí los tratamientos contra EL SIDA?
    ¿No aceptas la vacuna de la COVID-19, pero sí abogas por la vacuna del papiloma humano?
    Estoy seguro de que, cuando salieron todos estos extraordinarios avances en la medicina hubo gente que, como tú ahora, clamaban en contra de tales avances, aduciendo confabulaciones, conspiraciones mundiales y vete tú a saber qué más.
    A nivel individual eres libre de hacer lo que desees más, pero te lo ruego, no vendas tu secuenciada opinión. Llevará a la muerte a miles de personas; yo, por ejemplo, he perdido a personas a las que amaba, algunas de tu edad.

    Un saludo.

    • Buenos días Carlos. Siento mucho leer esto, profundamente. Pido que tus seres amados puedan descansar.

      La ciencia en general y cualquiera de sus campos, como la medicina, avanza gracias a un incesable flujo de procesos: uno de ellos es el cuestionamiento, la crítica. La censura, en cambio, jamás presta ayuda alguna a este fin.

      Es muy altamente probable que en muchas ocasiones, incluyendo esta, me equivoque y peque por arrogante. Lo asumo si así es. Mi intención es cuestionar abiertamente, generar dudas y debate para vislumbrar los hechos desde todas las perspectivas posibles. Fácilmente, esto lleve a herir la sensibilidad de algunos; en numerosas ocasiones, la mía también.

      A las manzanas, a los dátiles se les considera comida, y a los nuggets y a los productos ultraprocesados también se los llama así. Eso no significa que todas ellas alimenten por igual.

      Que mi opinión vaya a llevar a la muerte a miles de personas es una posibilidad que me cuesta aceptar. Comparto también mi propia experiencia: tanto yo como muchas personas cercanas a mí, y cuando digo muchas créeme que no son escasas, han tomado la misma respectiva y libre decisión que yo he tomado (no depositar su confianza en ESTA ‘vacuna’ concreta). Y, por suerte, por azar, porque así lo deseaba el destino, por ninguna razón, no han fallecido. Toco madera.

      Lo que quiero decir es que opino que ni todo es blanco ni tampoco negro. La vida es gris y sus tonalidades varían constantemente según qué.

      Espero con todo mi corazón que mis palabras resuenen en tu interior, pues esta es mi honrada voluntad. Un abrazo cordial y afectuoso, Carlos.

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