Tras meses de insoportables dolores, Juan vio con alivio eterno, cómo el cálculo renal que le había impedido ser persona, caía sobre el colador que últimamente utilizaba para mear.
– Aquí estás, Hija de...

Era pequeña, del tamaño de un grano de arroz, pero con muchas aristas y salientes.
Con cuidado, Juan pasó el colador con su captura por el lavabo, y una vez que la cosa se consideró limpia, el nefrítico echó el cálculo sobre un pañuelo con sus iniciales bordadas y fue en busca de una lupa de buena calidad heredada de su padre, filatélico de religión, para observar su obra con la bien ganada tranquilidad.
A los ojos de aumento, aquel pequeño trocito de oxalato cálcico dihidrato se mostraba oscuro, cuajado de aristas; un minúsculo instrumento de tortura dispuesto a joder gratuitamente a su huésped.
A los pocos días, Juan miraba a su criatura, porque al fin y al cabo había salido de sus entrañas, de otra manera, tal vez con un cierto amor paternal. Aquello había sido lo mismo que un parto, dolores incluidos. Un parto masculino, pero parto en definitiva. De modo que acomodó a su hijo en un antiguo pastillero que antes había acolchado con un poco de algodón y allí lo dejó, soñando con uretras rojas.
Juan echaba de menos sus días de preñez, los dolores, la, orina mezclada con sangre que tanto le excitaba.
Al décimo día, después de un almuerzo abundante a base de sopa de picadillo y albóndigas con tomate, ingirió con el último meño de pan aquella amada piedra, hija de su entraña. Doce horas después, de nuevo encinta, esperó impaciente, colador en mano y sentado en el retrete, al segundo parto de los montes. No se hizo esperar. Entre excrementos cayó el fruto de su hombría.
Y calzando guantes de látex, escrutó con ansia entre la mierda, a ver si aparecía su retoño, que al fin, sumergido entre sombras, fue rescatado por las manos del padre.
Hoy, como cada dos días, Juan, recibe su particular Anunciación. Entra de nuevo la luz tras el cristal díptero del salón. Dentro, la envidia del Sanzio busca que sus colores huelan sin nombre.