No se si algunas veces os habéis parado a pensar en las esquizofrenia en la que permanentemente vivimos los seres humanos. Como pensamos de una manera y actuamos de otra, como en privado decimos una cosa y en público lo contrario. Hay quien lo llama falsedad o hipocresía, pero yo prefiero pensar que son actitudes que se deben a la enfermedad que en el mundo actual padece esta sociedad que ha dejado de ser un proyecto para el mal para convertirse en el mismísimo infierno.
Dentro de esa esquizofrenia, en la misma proporción, se juntan a veces los polos opuestos, el bien y el mal, y de la misma manera que cualquier persona es capaz de arriesgar su vida hasta la muerte para salvar a alguien de un fatal accidente, también lo es para negar a un mendigo una pequeña ayuda para poder comer, buscando para ello justificaciones de todo tipo, como decir que trabaje para poder vivir, como hacemos la mayoría de las personas; o pensar que el dinero que le vamos a dar lo va a gastar en cualquier vicio, o simplemente porque nos produce grima ver a alguien desarropado, con malas pintas, o con la evidencia de cualquier enfermedad adquirida por su mala vida. Hasta el punto, que se convierten en personas molestas, personas que deterioran el medio ambiente urbano, al estar tiradas en el suelo buscando la caridad de la gente que transitan por allí.
Para qué nos vamos a molestar a prestarles nuestra ayuda, para eso ya están algunas asociaciones, instituciones públicas, la caridad de la iglesia y, algún que otro filántropo que, dedica su tiempo libre a ayudar a los demás; son otros argumentos también utilizados para no implicarnos en un problema del que todos formamos parte y del que todos, también, somos responsables.
Sí, formamos parte de él porque el problema es un problema social de un mal reparto de la riqueza que, aunque los directamente responsables son los políticos, también lo somos los demás, nosotros mismos, por permitirlo, por no exigirles la implicación necesaria en su solución o simplemente porque el solucionarnos posiblemente exige que la tarta la tengamos que repartir entre más gente y, ¿por qué compartirla con quien no tiene oficio ni beneficio?.
Pero, además, cuando este problema de la pobreza transpasa nuestras fronteras, las justificaciones todavía van a peor, en cuanto a la vertiente negativa de la esquizofrenia humana se refiere, porque pensamos que el problema ya no es nuestro, que nosotros ya no tenemos porqué asumir. Así, por ejemplo, cada vez es más extendida la idea de que teníamos que cerrar nuestras fronteras a quienes huyen de una muerte segura debido a la pobreza de sus países de procedencia, buscando su suerte en países que, como el nuestro, aún a pesar de la fuerte crisis que a la mayoría nos ha afectado en mayor o menor medida; sin embargo, todavía es lo suficientemente prospero para garantizar una supervivencia que, para ellos, es lo más parecido a un paraíso.
Bastantes problemas ya tenemos en España como para preocuparnos de aquellos que provienen de otros países. ¿Cómo vamos a repartir lo que tenemos con gente de fuera si no tenemos para nosotros?, como el trabajo. Y de la misma manera que giramos la cara hacia otro lado cuando vemos un méndigo en nuestra calle, lo hacemos cuando la televisión nos informa del naugragio de una patera o de una pequeña embarcación, como la que ha tenido lugar ayer en el estrecho con más veinte cadáveres de subsaharianos, que se han podido rescatar, flotando en el agua, aunque se piensa que pueden ser más los que hayan podido correr la misma desgracia.
“Y de la misma manera que giramos la cara hacia otro lado cuando vemos un méndigo en nuestra calle, lo hacemos cuando la televisión nos informa del naugragio de una patera o de una pequeña embarcación, como la que ha tenido lugar ayer en el estrecho con más veinte cadáveres de subsaharianos”
También, en este caso, la justificación de nuestra acomodaticia moral es remitirnos a las instituciones públicas o privadas para que solucionen el problema, pero ¿sabéis lo que se hace con estas personas en los centros de internamiento?. Hacinamiento, suciedad o incluso “reclusión arbitraria, discriminación racial y tortura”, entre otras, son las conductas que dictaminó la ONU en una condena a España de 2012 en el caso del magrebí El Hadj, interno en el CIE de Aluche, con aseveraciones del Juez encargado del mismo, Ramón García de Dios, como que “no son bienvenidos” en estos centros ya que “incomodan”.
Este fin de semana han sido veinte, pero ya son más de 12.000 sueños muertos intentando llegar a nuestras fronteras en los últimos 12 años, y el goteo es incesante. Y todos somos responsables, primero por la falta de empatía y solidaridad con quien sufre y, segundo, porque si fomentásemos más a menudo la vertiente positiva de nuestra esquizofrenia, posiblemente el mundo y nosotros mismos estaríamos y seriamos mucho mejores.