A menudo la prisa por dar una noticia, por ser el primero, evita que el cronista de turno le de unas vueltas a lo sucedido y a sus posibles consecuencias.
Independientemente de la afinidad, o de la falta de afinidad, con las ideas políticas de Pablo Iglesias, y por tanto de Podemos, hay que convenir en que es un fenómeno, tanto política como mediáticamente. Sus puestas en escena, su permanente ambigüedad rotunda respecto a muchos temas de los que se le plantean, o su rotundidad ambigua en otros, no están al alcance de cualquiera, es más, están al alcance de muy pocos.
Cesarista respecto a su partido, populista en sus planteamientos, canchero y maniobrero respecto a sus opositores internos, nada parece escapar de sus planteamientos, nada parece escapársele.
Y de repente, ¡¡¡zás!!! que diría la famosa historia de: “fly the mariposita in the garden”, metedura de pata “in the garden”, pero metedura de pata de esas que pueden marcar época.
Unos lo consideran traidor a la clase, otros un incoherente patológico, otros un señorito encubierto. Denuncia el acoso y la invasión de su vida privada quién antes defendió el acoso y la invasión de la vida privada de otros personajes de la política. Dice que se siente orgulloso de ser de Vallecas pero se traslada a una zona de clase “¿media alta?”, o algo más. Se filtra el motivo de llevar a sus hijos a un colegio determinado cuando la defensa de la calidad de la enseñanza pública sostiene que cada uno debe de acudir al que le corresponde por zona, usa los recursos de partido para un asunto, inicialmente, privado… Y a cada momento que pasa crece el número de incoherencias que provocan las críticas a las que se suman de forma abundante los líderes secundarios.
Tal vez es que yo soy muy cínico, tal vez, pero creo firmemente que nadie convoca un referéndum sin antes tener unas ciertas garantías de ganarlo, o por ser más exactos, de ganar. Nadie con un sentido mediático tan desarrollado en la colaboración con los medios de comunicación como el suyo puede pensar que lo que haga va a pasar desapercibido. ¿Y entonces?
“… creo firmemente que nadie convoca un referéndum sin antes tener unas ciertas garantías de ganarlo, o por ser más exactos, de ganar.”
Yo pienso, y en breve tiempo sabremos si tengo razón, que todo está perfectamente medido, planeado, magistralmente ejecutado por Pablo Iglesias y su pareja. Salga lo que salga Pablo Iglesias y Podemos han ganado una cierta, para mí falsa, aura de transparencia. En un momento en que reina Ciudadanos y en el que la actitud ante el problema catalán acapara los medios y los pensamientos de los votantes, Podemos, su líder Pablo Iglesias, introduce una cuña que acapara al menos tanto tiempo, para ellos solos y sin significarse en el tema principal del momento, como es su táctica habitual, en el día a día de la sociedad.
Imaginemos que Pablo Iglesias gana el referéndum, que no hace falta mucha imaginación. Pablo Iglesias triunfante ha logrado varios objetivos. Eco mediático, un salto social con el visto bueno de sus bases, que seguramente no tendrán opción a lo mismo, y dejar por el camino varios cadáveres de opositores internos que podrían ser incómodos en un futuro no muy lejano. Nada de lo que pase en las elecciones, y que no apunta demasiado bien, será achacable a la actitud del refrendado líder. Y, ojo al dato, podrá solicitarse de los rivales el mismo aval democrático convocando un referéndum de bases hasta para cambiar de marca de papel higiénico. Una pesadilla.
¿Y si lo pierde? Pues como en el chiste, si lo pierde es mejor. Pablo Iglesias y su pareja se retiran a sus nuevos, y acomodados, cuarteles de todo tiempo y prosiguen su vida cotidiana a la espera de que tras un próximo fracaso electoral, previsible según los datos, las bases que les han dado la espalda en el referéndum los reclamen por aclamación para volver y relanzar el partido. Mientras tanto tertulias, colaboraciones, conferencias, la dura vida del que tiene tanto que decir, aunque la mayoría de los mortales no acabemos de tener claro que es lo que ha dicho.
¡¡Bendita incoherencia!! Magistral incoherencia.