Este teólogo y filósofo alemán fue procesado por la Inquisición en el S. XIV por afirmar que el mundo existe desde la eternidad y que Dios y el hombre se necesitan mutuamente.
“No hay noche que no tenga luz, pero está oculta. El sol brilla también en la noche, pero está oculto. Durante el día brilla y oculta la luz de las estrellas. Del mismo modo actúa la luz divina, que oculta las otras luces. Lo que buscamos en las criaturas es todo noche”. Maestro Eckhart, «El fruto de la nada».
Dios dejó de ser terminante porque la lengua exige un sujeto. Darwin legitimó que Dios no creó al ser humano. Spinoza, Zambrano o Whitehead aseveraron que lo divino es todo, pero fue Nietzsche quien troqueló la gloriosa frase: «Dios ha muerto».
Antes de todos ellos llegar has aquí, este dominico alemán recuperó un mondo y lirondo mito védico: Dios se ha vaciado en la creación y solo quedan fragmentos dispersos en los corazones de los que viven.
¡Escandalo en el siglo XIV!
Le acompañaron en su tiempo Dante, Ibn Arabí y Ramón Llull; pero sobre él sabemos solo a través de los escritos de su proceso por herejía. El doctor en teología de la Universidad de París, epicentro del saber en aquellos entonces, saltó todas las barreras en sus homilías en las que a través de metáforas explicaba su credo :
“A un hombre le pareció una vez en un sueño de vigilia que estaba preñado de la nada, como una mujer lo está de un niño, y en esa nada había nacido Dios”.
Ideas que para quienes detentaban el poder la mediación, el poder eclesiástico, fueron un peligro.
Cuando es nombrado director espiritual de jóvenes novicios, utiliza la lengua vulgar, el alemán, reserva el latín para la teología sistemática, pero en realidad, lo importante fue el uso de su nueva lengua: un nuevo modo de hablar, el de hablarse a uno mismo.
Lo divino encuentra su morada definitiva, esa que perdió, en el corazón de lo moviente y pasajero. En nosotros, los fugaces…
Para Saber más:
Sermoni Maestro Eckart, traduzione di A. Hermet. Editorial G. Carabba, 1930