Sí, creo en los seres de luz, pero ¿quiénes o qué son?.
Son personas, mortales como tú y yo, pero especiales, tal vez tú lo seas. Son hombres y mujeres que por sus creencias o por la razón que sea, incluso sin razón aparente, tratan de manera especial a los demás, hasta el punto de hacernos sentir lo que somos, seres únicos. Mujeres y hombres que dedican su tiempo, incluso su vida, a mejorar la de los demás, a hacer de este mundo un lugar de convivencia equilibrada, basada en la tolerancia, en el respeto y, más aún, en un amor universal a toda la existencia.
Personas, coherentes con sus ideas, cuyo ejemplo es más que suficiente para un reconocimiento de su actuación por parte de sus congéneres, que no tratan de imponer ningún dogma o creencia, ni siquiera ser ejemplo de nada.
No me refiero solo a quienes se visten con túnicas, hábitos o sotanas, a los que también admiro y respeto, siempre y cuando no traten a nadie desde una superioridad moral, o como personas necesitadas de su adoctrinamiento o salvación; sino también a todos quienes socialmente desde una postura humanista, social o política, se preocupan por el bien común y, sobre todo por el bienestar de los más desfavorecidos o por los que por cualquier circunstancia sufren.
Pondría multitud de ejemplos, seguramente coincidiendo contigo, como Mahatma Gandi, Nelson Mandela, Teresa de Calcuta, Martin Luther King, Dalai Lama… y un largo etcétera, donde debe incluirse también a personas anónimas, cuya actitud de vida reflejan una bondad a todo y a todos, un desprendimiento de lo material, una generosidad sin límites que va más allá de la simple caridad, porque su filantropía les lleva a procurar el bien de las personas de manera desinteresada, incluso a costa del interés propio, a ponerse nuestros zapatos por muy desgastados que esten para ayudarnos a recorrer el tortuoso y complicado camino de la vida.
Aunque podemos encontrar alguno en nuestro entorno, sin embargo el mundo está necesitado de ellos, de su luz, de su amor, porque estamos apegados a una viscosa existencia de materialismo, de prepotencia, de satisfacción insatisfecha de un hedonismo sin límites, donde nuestra buena imagen ante los demás es lo importante, donde el amor sólo busca la propia satisfacción, donde buscamos medallas sin alcanzar metas a base del esfuerzo, donde pisamos al resto para sobresalir nosotros.
Todos tenemos la tendencia a pensar que los seres de luz nacen, pero aunque puede que existan algunos con esta cualidad innata, sin embargo la mayoría de las veces es fruto de una conversión, de un convencimiento de que no hay mayor satisfacción que procurar el bien, que vivir en la luz en vez en la oscuridad del egoísmo.
No hablo de auto complacencia, sino de búsqueda de la felicidad. Tampoco hablo de abnegación, sino de una manera de ser donde lo importante es proyectar la energía positiva que todos tenemos dentro, conociéndonos mejor a nosotros mismos para saber en qué debemos mejorar, porque sólo mejorando, sin pretenderlo desprenderemos esa luz que necesita el mundo. En definitiva, conseguiremos la conjugación de nuestro universo personal con el universo real, lo que finalmente nos llevará a un universo existencial cargado de armonía y buena energía.
Vale la pena intentarlo frente a nuestra insatisfacción, porque sólo así podremos dar significado a nuestra vida, descubrir la causa y la razón de nuestra existencia, donde el tener no es lo más importante sólo el ser, lo que nos llevará, como indican los estoicos a ser lo que queremos, estar con quién queremos, sentir lo que queremos, cambiando la perspectiva de un edonismo como fin a un edonismo como causa de la conjugación de energías a las que me he referido antes.
Extraordinario artículo.
En los tiempos que corren la humanidad está muy necesitada de esos seres de luz, tanto en las élites mundiales, como en las de la propia nación.
Muchas gracias.