LOS SALVADORES DE ALMAS

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Al afrontar este tema se me viene a la cabeza una canción de nuestro querido Víctor Manuel, que dice así:

Déjame en paz!
que no me quiero salva
y que me dejes peor que mal.
¡Déjame en paz!
que no me quiero salvar
en el infierno no estoy tan mal.

 

Cuestión que por si mismo o por su  naturaleza no se puede demostrar, al menos en mi caso, porque no soy visionario, porque no me he muerto; porque no se me ha aparecido ninguna Virgen y ningún santo, aunque mi línea de pensamiento me lleva a dar la razón al citado cantautor, porque no creo ni en el cielo y, por contra, tampoco en el infierno. Tampoco creo en el determinismo, sino en el libre albedrío de elegir según mi conciencia.

En todo caso, si lo expresado perturba a algún ferviente creyente religioso en la salvación o condena eterna, le pido disculpas, no desde la posición del que se siente culpable del daño causado o por haber hecho algo pecaminoso, sino porque ver a alguien perturbado por ir en contra de sus creencias religiosas me produce cierta compasión, no desde un posicionamiento moral superior, ni mucho menos, sino porque nadie merece pasarlo mal, máxime cuando se trata de cuestiones tan intrínsecas al ser humano, a nuestro fuero interno, que debería generar, en todo caso, el más absoluto respeto a la opinión contraria, por parte del creyente como del que no lo es, pero todos sabemos que hablar de religión y de política es estar avocados a entrar en una confrontación donde el fanatismo puede más que la razón.

Ahora bien, ningún respeto me merecen quienes juegan con las almas ajenas, desde una posición de “salva almas”, de redentores, como seres ungidos por una divinidad, sobre todo cuando el ejercicio de tal función supone una constante perturbación de los que ellos llaman ovejas descarriadas. Vendedores de una tierra prometida, por la que debemos pulgar nuestras almas con una constante penitencia y arrepentimiento.

¿Cuál es la razón de ver al ser humano como un permanente pecador?, ¿no será por el rentable negocio que supone para las religiones vender el perdón?. ¿Por qué debe existir la creencia de un Dios tirano y magnánimo a la vez?. ¿Por qué los seres humanos caemos en la arrogancia, como dice Nietzsche, de crear dioses a nuestra imagen y semejanza?. ¿Se puede humanizar la figura de Dios, algo tan inconmensurable como la propia existencia, hasta el punto de atribuirle ciertas cualidades o resortes propios de la naturaleza humana?.

“Salva almas” que poco se diferencia de los gurús y las brujas, que nos tratan como menores de edad, como si necesitásemos de su protección para después cobrarnos el favor o encerrarnos en el redil de la tortuosa imperfección que necesita de su salvación, olvidándose que cada uno tenemos nuestra razón de lo que debemos o no debemos creer, así como el derecho a equivocarnos sin sentir como nos abrasa las entrañas el azufre del infierno. Prefiero el apasionante trabajo de vivir en la constante búsqueda del conocimiento, de la luz como predisposición mental y vital de crecimiento personal a base de aprender de mis equivocaciones sin la mochila del perdón, de enmendar mis errores una y otra vez, adquiriendo una consciencia y conciencia personal de lo que es bueno para mi y para los que me rodean, bajo el convencimiento de que el mundo se puede mejorar si yo también mejoro.

Nadie es quién para imponerme su voluntad bajo una ley sagrada en la que ellos mismo ni creen ni cumplen, en nombre de un Dios que ni ellos mismos conocen ni respetan, donde la razón es anulada por una fe ciega en creencias que ellos mismos han moldeado como parte de su negocio. Nadie es quien para decirme con quién debo caminar, ni qué tengo que pensar, bastante tengo con saber el camino que debo coger, en asumir las consecuencias de mi equivocación y en elegir la manera de reparación del daño que haya podido causar.

Nada tengo que decir, sino respetar, incluso admirar, a quienes hayan elegido consagrar su vida para mejorar a la humanidad, seres de luz y bondad, siempre que no me digan como tengo que dirigir mi vida y mucho menos aún, que pretendan disponer de mi alma, porque sólo a mí me pertenece.

 

 

1 COMENTARIO

  1. Creo que sí el infierno existiera estaría lleno de “salva almas”.

    Magnífico artículo del que extraerla la imagen principal para hacer vidrieras y colocarlas en las hermosas catedrales.

    Muchas gracias.

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