Cuando la ciencia ficción influye significativamente en el desarrollo de una sociedad, avanzamos rápidamente hacia la distopía.

El gobierno de Trump se asemejará a una de esas películas futuristas en las que el escenario es un mundo intervenido por una elite que crea un sistema cerrado donde las desigualdades se agravan y las voces disidentes son silenciadas, alimentando un ciclo de exclusión y opresión, manteniendo a una población de desheredados extramuros de su fortaleza tecnológica, mientras los beneficios, de cualquier índole, se reparten solo entre esa casta de plutócratas que ha conquistado el poder pervirtiendo los sistemas democráticos, no solo por la acumulación de riqueza sino también por la capacidad de moldear narrativas y percepciones, utilizando medios de comunicación y plataformas tecnológicas para perpetuar su hegemonía.
Esta visión distópica, que parece sacada de un relato de Orwell o Huxley, no solo nos alerta sobre el peligro de la concentración del poder en manos de unos pocos, sino que también nos invita a reflexionar sobre las fragilidades y vulnerabilidades de nuestras democracias modernas. La narrativa de una clase dominante que utiliza la tecnología para mantener su hegemonía mientras margina a las masas no es una simple exageración literaria, sino una advertencia sobre las direcciones que puede tomar nuestra sociedad si no se vigilan y corrigen las desigualdades estructurales.
En una era donde las amenazas no siempre son explícitas, los «caballos de Troya» adquieren una relevancia particular. En la mitología griega, el caballo de Troya simboliza el engaño y la infiltración En la actualidad, este mito resuena con fuerza al describir cómo ideas subversivas y agendas ocultas pueden infiltrarse en nuestras sociedades bajo el disfraz de movimientos legítimos o innovaciones tecnológicas aparentemente inofensivas.
Esta reflexión se hace particularmente relevante al examinar la «corte de los milagros» de Donald Trump. Este término, que evoca la imagen caótica de la sociedad descrita por Víctor Hugo en «Nuestra Señora de París», puede ser utilizado para describir el entorno heterogéneo y a veces incoherente de los personajes que rodearan a Trump durante su mandato.
Desde teóricos de la conspiración y comentaristas políticos radicales hasta magnates de los negocios, medios de comunicación y redes sociales, esta corte trumpista representa una amalgama de intereses y agendas que, aunque dispares, comparten un objetivo común: el mantenimiento del poder y la perpetuación de una visión muy particular de Estados Unidos.
En esta corte, las fronteras entre la realidad y la ficción a menudo se difuminan, con afirmaciones y políticas que parecen extraídas de una novela distópica. Los ataques a la prensa, la demonización de los inmigrantes, y la propagación de teorías conspirativas sobre el sistema electoral, cuando los resultados no le son favorable, y otros temas cruciales, contribuyen a la creación de un ambiente de desconfianza y división.
El análisis crítico de estos fenómenos contemporáneos nos insta a permanecer vigilantes frente a narrativas y figuras que buscan distorsionar la verdad y socavar las bases de nuestras democracias. Solo mediante un esfuerzo colectivo y una reafirmación de los valores democráticos podremos evitar que estas distopías se conviertan en nuestra realidad.
Y Europa debe prepararse para no formar parte de los mundos de Trump, para esta invasión de caballos de Troya que albergan en su seno ideologías fascistas, quintacolumnistas distópicos y negacionistas que ya están fagocitando las instituciones del viejo continente.