Resulta evidente que podríamos alargar este título hasta el infinito y más allá. Y, no me refiero a éste nuestro complicado país que es España y la incapacidad de sus gobernantes de despojarse de esa falsedad farisaica, de esas caretas ideológicas, de esos discursos anclados en viejas Españas y, disculpen los de un lado y los del otro, enfrentadas por esas mismas proclamas que resultan tan manidas que, sólo el nombrarlas me da un pudor insuperable por su sobre-explotación partidista.
Referidas a ideales sintetizados en confrontaciones continuas al margen de los ultrajes de una guerra civil y una continua persecución y represalia sobre los vencidos por una dictadura bajo palio pero con olor a azufre que duró cuarenta años, y sin superar, sobrepasados otros cuarenta años. No, no me refiero a mi país, tan mío como los de aquellos patriotas azules y rojos que se creen salvadores de la Patria, Estado o Nación, me refiero a la política globalizada, a la política mundial que parece responder a conspiraciones ocultas de quienes son los amos del Planeta, es decir, los que tienen la pasta de verdad.
Ahora bien, antes de meterme con todo este mundo terrenal y con algunos de nuestros pecados capitales, como la soberbia, la envidia, la avaricia y la ira, permítanme que, por cerrar el título de éste y los otros dos artículos precedentes, cuelgue del cuello de quienes en este momento tienen en sus manos la gobernabilidad de este país rojo y rojigualdo, el San Benito que se tienen merecidos de incapaces, ente otras cosas, de llegar a acuerdos que desbloqueen la elección de presidente del gobierno, unos, los menos a la izquierda porque tienen miedo de pactar con los situados más a su izquierda para que no los confundan con los Venezolanos y, los otros, porque que mejor momento que éste, en el que han perdido 29 sillones del Congreso porque sus líderes y sus discursos están dejando de calar en las sociedad, pasando de ser la tercera fuerza política a la cuarta, no le queden más oportunidades para estar cerca de las estrellas y hacerse con un sitio en el Consejo de Ministros aunque sea pactando con quienes dicen ser dei izquierdas y son capaces de pactar con la derecha (C´s) para la investidura de Pedro Sánchez en 2016.
Patético, ¿verdad?. Evidencia que lo que mueve a ambos son unas ansias de poder incontrolables, más que de buscar puntos de encuentro que favorezcan a la mayoría de los ciudadanos y termine con esta situación de caos político, económico y territorial, y luego se repartan o no los sillones como les de la realísima gana.
Así pues, habiendo dejado a un lado la aburrida, insoportable política española, no sólo referida a los políticos sino a aquellos ciudadanos y medios de comunicación que siguen con la continúa retahíla de insultos y descalificaciones, los primeros en redes sociales, y los segundos en una prensa al servicio de su dueño y, no me refiero al Consejo de Administración que los gestiona sino a lobbies de porder que los maneja a cuenta de talón; doy paso al corolario que evidencia que la Cumbre de los G7 celebrada el pasado fin de Semana en Biarritzfue, una vez más ha sido el reflejo de la falla cada vez más grande entre oriente y occidente, entre norte y sur, entre ricos y pobres, entre derechos y sumisión.
Empezando con el dispendio provocado por la reunión de los mandatarios más fuertes del mundo, de sus ilustres personalidades con gemelos o broches de oro, donde sólo la seguridad ha ascendido 36,4 millones de euros, con más 13.000 efectivos de la policía francesa y española, que había tomado e incomunicado literalmente el lugar y sus proximidades a un lado y al otro de la frontera, los tres días de celebración de la cumbre. Y, aparte de las acostumbradas reuniones a dos, el anecdotario acostumbrado y cenas de gala y el ultra-protagonismo del estadounidense Donald Trump, poco más hay que resaltar que, una vez más, su ineficacia al haber sido incapaces de elaborar unas pocas recetas para mejorar el planeta y nuestras vidas.
Los protagonistas, además del Presidente de los Estados Unidos, han sido: Shinzo Abe (Japón), Angela Merkel (Alemania), Boris Johnson (Reino Unido), Justin Trudeau (Canadá), Giuseppe Conte (Italia) y Emmanuel Macron (Francia), como anfitrión; además de la presencia de Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo.
Una oligarquía que lo único que les dirige es la globalización del sistema desafiando las leyes de los países, mediante un comportamiento económico de los individuos a nivel internacional respondiendo a la opresión de los países ricos sobre los pobres. En definitiva, una gobernanza a nivel global que mal puede dar respuesta a la crisis ecológica, social, humanitaria, que estamos viviendo, provocada por una economía neoliberal cada vez más salvaje, donde los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres.
No son frases hechas, aunque las hayamos repetido un millón de veces, es la evidencia que este Club de Ricos seguirá comiendo en platos de cerámica fina, con cubertería de oro y plata, y vasos de cristal de Bohemia, mientras a nosotros nos seguirán echando pienso casi podrido en nuestros comederos para tener controlado el gallinero.
Esta gentuza merece una respuesta ciudadana a nivel global, una respuesta encaminada a humanizar el sistema, el mundo, sustituyendo globalización por humanización.
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