LOS FARFULLEROS DE LA POLÍTICA (2ª parte)

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Como les comentaba anteriormente no estoy dispuesto a perder más el tiempo para hablar de política cuando mi interlocutor es una especie de primate que repite acciones que otro honímido jefe del clan les ha enseñado, pero además subyugados a unas pseudoideologías de  saldo que no las compra ni el Tato, por cierto ¿quién es este señor que tanto se nombra…?

 

Esos jefes de los distintos clanes son los que realmente me interesan y, para no herir susceptibilidades, no me voy a referir particularmente a ninguno de ellos porque para casi todos son predicables muchas actitudes que hace que la política y quienes la ejercen tengan tan poco valor frente a quienes nos quitamos las orejeras ante la manipulación política ampliando nuestro campo de visión más allá de donde quienes ejercen el poder no quieren que lleguemos.

Me imagino a esos vividores de la política en sus despachos discutiendo como vender al pueblo una determinada estrategia, primero a los suyos y luego al pueblo que dicen representar… ¡¡ y un carajo !!. Me los imagino urdiendo en sus cerebros hedonistas todo tipo de triquiñuelas para vender su ideología de tres al cuarto, de la que se desprenden cuando les interesa, y lo dicho antes no importa, a ellos se les permite todo, hasta que mientan.

No, no me gusta ningún partido, absolutamente ninguno, aún así sigo pensando que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos e introduzco mi voto en la sagrada urna que representa el poder del pueblo a favor de quien más logra convencerme en eso que llaman campaña electoral, donde prometen de todo y, al final, se repite la película una y otra vez, como muy pocas variantes sobre todo en lo que se refiere al bienestar de los ciudadanos que es lo que realmente les debería importar y para lo que están ahí. Y voto porque ello me dará más fuerza para defenderme frente a los que al final no son más que unos defraudadores de la buena voluntad del un pueblo que ha confiado en ellos y que continuamente siguen defraudando legislatura tras legislatura.

Resulta evidente que las elecciones las deciden los indecisos, entre los cuales me incluyo, pues soy consciente de ese resultado que una y otra vez se repite, como en una moviola, primero con los unos y después con los otros. Por eso los indecisos tenemos que votar porque somos los únicos capaces de dar nuestro voto a quien sin perjuicios ideológicos polarizados hemos confiado para alcanzar un bienestar social que deseamos, en mi caso siempre a la izquierda, aunque de izquierdas y socialistas ya les queda muy poco, a los partidos como tales y a las personas que los integran, que venden un socialismo y otros hasta un marxismo de 1º de Bachillerato, que adaptan a sus vidas según les interesa. Y no se trata de poseer o de llevar una determinada calidad de vida, allá cada cual con el dinero que gana, no voy a decir honradamente, porque en la política la honradez escasea; se trata que no podemos comprometer nuestra palabra para vender una ideología con actitudes que van en contra de lo dicho. También predicable para los que están enfrente, para los de la derecha.

He votado y ya me siento decepcionado por los que voté y, del resto otro tanto, con pactos que desnaturalizan los resultados electorales, y que comprometen, incluso, lo prometido en campaña. Podría poner ejemplos de una y otra parte, pero no lo voy a hacer, allá cada uno con su memoria histórica, aunque sea manipulada. 

Eso es política con minúsculas, por tanto, quienes defiendan esas actitudes por su ceguera política no me interesan y no tengo nada de que hablar con ellos, hasta que no empiecen haciendo autocrítica, hasta entonces no son más que unos farfulleros de la política, que la toleran y la defienden convirtiéndose en cómplices de tanto desatino político.

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