Caen los frutos,
Soplados por el temblor de la savia
que amortaja a los ahorcados.
Arrojados por resinas que escupe
la estaca de las ramas
donde damas y señoritos
se revuelcan fornicando.
Rotos por la fuerza de las vetas
esculpidas con nombres lanzados por Venus y Cupido.
Mojados por aguas celestes,
gotas de matinal temprano
y micciones de incontinencia apresurada.
Sonajeros de siestas que tambalean los cuerpos
fulminados a tierra bajo palio de sombras.
Yacen los frutos,
como carne corrompida
en fosas perpetuas y nichos abandonados.
Arriba queda el manjar que escupe la hoja,
recogida en su tiempo,
por la mano que usurpa el nido de su vida corta.